jueves, 16 de agosto de 2012

Grave Encounters (2011)



Con: Sean Rogerson, Juan Riedinger, Ashleigh Gryzko, Mackenzie Gray, Merwin Mondesir, Michele Cummins, Luis Javier y Alex Sander (no te podés llamar así…)

Dirección: The Vicious Brothers


No. No hay caso esta semana. Una peor que la otra. Lo lamento mucho, pero aquí va:

Con estética Blairwitch Project, Grave Encounters comienza entrevistando a un desconocido señor que dice ser productor de programas televisivos, que nos hace una especie de prólogo de lo que vamos a ver: “las cintas sin edición del programa Grave Encounters” que “nunca salieron a la luz” por el “terrible episodio del que los protagonistas del programa fueron víctimas y testigos”.

Así es que, ya harto de tener que soportar este tipo de imbecilidades, me acomodé mejor en la cama, me puse las manos detrás de la nuca, crucé una pierna encima de la otra y me encomendé a disfrutar, si es que se puede utilizar esta palabra, de esta ridícula película que intenta ser de terror pero ni siquiera accede al escalafón de “película que intenta ser de terror construida por niños de 10 años”, donde un malísimo actor que lleva la voz cantante va, micrófono en mano como si fuera un periodista, dándonos un tétrico panorama de lo que vamos a ser testigos esta noche, ya que decidieron con sus cuatro secuaces pasar la noche dentro del oscuro y abandonado hospital mental del pueblo Equis, donde, según los parroquianos del lugar, por las noches se escuchan enloquecedores aullidos.

Y así empieza esta pelotudez, igualita a todas las demás del tipo, que va mostrando despacio e “in crescendo” cómo los fantasmas de los loquitos que habitaban el nosocomio comienzan a demostrar que están ahí y que van a hacer mierda a cada uno de los malos actores, consiguiendo que uno se ponga del lado de los fantasmas y los aliente a que asesinen de una vez a dichos protagonistas, ya que actuando son más malos que la mierda.

Pero lo que más me enloqueció, lo que más me obnubiló, lo que más me hizo reír en el mes, es la escena de las manos negras que salen del techo, recuerde mirar esta película sin estar tomando cerveza o comiendo palomitas, porque la estampida de su inevitable escupida seguida de frondosa carcajada puede que arruine su plasma de 32 pulgadas. Así que está advertido.

Mírela para cagarse de risa, si quiere. Como película de terror es “de terror”.


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