lunes, 3 de noviembre de 2014

Transformers – Age of Extinction (2014)





Con: Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Stanley Tucci, Jack Reynor, Titus Welliver y gran elenco

Dirección: Michael Bay



Resulta que justo cuando uno había pensado que en lo que a desparramo de vómito yankilezco ya había visto todo y habiéndome jurado que no vería la cuarta secuela de esta inútil historia de robots extraterrestres que se transforman en los más zarpados camiones, helicópteros, colectivos y autos deportivos de extrema alta gama ya que no solo no entiendo el fin de la historia, dónde es que nos lleva o cuál mensaje pretende inculcarnos, me encontré este finde con toda esta lluvia inusitada y todos los estrenos ya alquilados y me dije –equivocadísimo- “Bueno, qué sé yo. La llevo y la veo”.

Entonces aparece en escena Mark Wahlberg. Sí. Mark Wahlberg. Quien no debería haber colaborado en esta película ya que no lo necesita, pero ahí está. ¿Y haciendo de qué? De estricto padre de una jovencita que parte la tierra en dos, que usa los más extremos shortcitos vaqueros que se le meten dentro de la vulva, y a la que su padre, don Mark Wahlberg, no deja salir con sus amigas con temor a que la muchachita termine besándose con algún noviecito cuando claramente, por la actitud que la joven porta y la ropa que viste, viene acogotando gallinas desde su más temprana infancia.

Y la vida es dura en Texas. Don Wahlberg es un caprichoso ingeniero que hace décadas pretende salvarse inventando algún robot copado pero las cuentas se acumulan y acumulan, el banco ya le envió montones de intimidaciones y en poco tiempo tendrá que entregar su rancho mientras su empleado en viejo Mini Cooper intenta ayudarlo sin muchas luces y su hija va y viene de la escuela partiendo la tierra que camina con esas piernas inconcebibles y esos shortcitos de recontra putarraca ninfómana y se lamenta cuando su padre no la deja salir porque le ha prometido a su esposa, recientemente fallecida (no se les cae una idea), que no permitirá que la niña se pusiera de novia antes de los 37 años, o algo así.

Así es que un buen día sale a la venta un viejo cine del pueblo tejano donde don Wahlberg intenta salvarse económicamente y se acerca con su hippie asistente para ver qué podría comprar ahí dentro que le pudiese servir para sus locos inventos cuando descubre entre las butacas un viejo y abandonado, aunque poderosísimo, camión frontal del estilo del que usare BJ McKay y se enamora y se lo compra (cómo llegó semejante voluminoso camión dentro del cine donde están las butacas, sólo el director de esta pelotudez lo sabe).

Esto enfurece en demasía a su increíblemente cogible hija, quien al ver llegar la grúa con el camionazo oxidado y vistiendo los shorts más diminutos y más enterrados en la vagina que usted pueda imaginar, le pregunta “¡Por qué compraste este viejo camión! ¡¿Y ahora cómo pagaremos las cuentas?!” Pero a nadie le importa, realmente, si podrán o no con las deudas ya que es imposible dejar de ver las piernas de esta jovencita que raja el planeta en dos con su incomprobable belleza.

Y los días pasan y las cuentas se acumulan y de pronto el viejo Wahlberg se da cuenta de que ese camión que adquirió por dos con cincuenta no es otro que “Optimus Primus”, el jefe de los Transformers buenos quien ha sido mortalmente herido y ahora Wahlberg lo curará de sus lastimaduras, justo cuando el Pentágono descubre que Optimus está siendo reparado en un rancho tejano y entonces van y lo buscan y comienzan las explosiones, los robots que se transforman en vehículos y las más disparatadas corridas y saltos en donde Estados Unidos de América despliega como nunca antes un reguero de efectos especiales, ruidos ensordecedores y peleas infundadas que ocultarían el fin incluso de una película aún más carente de objetivo, presentando a unos absurdos robots Transformers que hablan y gesticulan como si fuesen norteamericanos nacidos en el corazón mismo de New York (incluso hay uno que hicieron parecido a Blane de Predator, que fuma un habano de metal –hay que ser despiadado e hijo de puta para hacer un robot que fuma un habano de metal, ¿para qué lo hicieron? ¿cuál sería la ventaja? ¿Un robot necesita relajarse con un puro gigantesco de metal?) que nada tendrían que envidiarle a la tontísima escena de Plan 9 From Outter Space donde los marcianos se apoyan de brazos cruzados en los pasillos de la nave para platicar sobre los terrícolas y lo único que les faltaba era estar tomando un café de Starbucks mientras departían sus opiniones.

Y justo cuando ya comenzaba a pasar capítulos sin remedio, de pronto don Wahlberg y su calienta vergas hija son rescatados por el noviecito de esta, quien hace años le viene alegrando las noches y solo don Wahlberg no lo imaginaba, montando así, una vez rescatados y ocultos, una patética escena en donde Mark pide explicaciones ya que jamás hubiese imaginado que esa frágil muchachita que con tanto sacrificio educó y guió por el buen camino en realidad hacía años que se aferraba con fruición del ganso de este apuesto y afortunado jovencito que tiene la bendición de entrarle a aquellos excitantes minishorts.

Así que ustedes perdonen, pero realmente no puedo soportar a los Transformers. No los tolero. No puedo siquiera comprender, por ejemplo, cómo es que nadie dice nada sobre la inaplicable situación de que, en plena pelea, explosiones y fuegos artificiales de suculento volumen, las voces de estos sonsos robotitos se escuchan a la perfección. No puedo entender por qué imbécil motivo estos Transformers viven, se mueven, gesticulan, se lamentan o se divierten como si fuesen marines norteamericanos siendo como son, simples extraterrestres de metal. No comprendo cómo puede ser que haya habido 4 películas de esta basura solo por contar en sus filas con las guarras más escandalosamente infartantes, los autos más espectaculares y las explosiones más desmedidas cuando la trama no tiene ¿nadie se dio cuenta? ¡NINGÚN SENTIDO!

Y lo peor de todo, lo que más me ha hecho enojar, es la solución que encuentra Optimus para luchar contra los robots malos, que es excavar y desenterrar a los más primitivos Transformers que ha visto esta tierra, que son unos Transformers-dinosaurio… ¿Qué mierda es esto? ¡¿Qué sentido tiene?! ¡¿En la quinta secuela irán a luchar contra amebas unicelulares Transformers??? ¡Dios!

Lamentablemente sé que seguiremos siendo víctimas de este absurdo atropello. Transformers vino para quedarse y habrá al menos siete secuelas más en donde no importará que ya no haya nada que contar de la historia y por donde desfilarán nuevas pendejas parapitos y jovencitos que pretenden saltar a la fama con sus torneados cuerpos mientras estos boludísimos robots siguen cagándose a trompadas en medio de las más estruendosas explosiones mientras hablan lo más bien y se escucha perfecto lo que se dicen.

Pero también sé que no me enganchan más, eso se los aseguro.

Imposible de calificar.

Insoportable.



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