miércoles, 9 de noviembre de 2016

Ganó Donald Trump



Debo reconocer que es tan apabullante despertar con una noticia así que el coco no queda en condiciones de poder construir una opinión sesuda o bien articulada. Uno queda devastado y en lo único que piensa, desesperado, es dónde esconder al menos a sus hijos cuando no hay cueva viable. Es la voracidad por sobrevivir como sea cuando todas tus células admitieron que se ha terminado.
A pesar de todo y más allá de las absurdas y por completo infundadas encuestas que vinimos pispeando con falso desinterés, muy por encima de las campañas de famosos que intentaron concientizar al pueblo norteamericano del flagelo mundial que florecería como inmortal maleza si llegara a existir la impensada posibilidad de que ganara Donald Trump sumando estos delirios inaplicables a la razón a su aparatosa, payasesca, impresentable y fascista presencia en público sin siquiera abrir la boca para luego reforzar su lamentable entidad arremetiendo con su discurso elemental, necio, ignorante, descuidado, egoísta y por completo nada serio de millonario aburrido y desinformado para un mundo que atraviesa esta era moderna habiendo padecido tantas miserias y muertes en la historia de nuestra humanidad, Donald Trump ganó las elecciones en Estados Unidos de América.
Quién lo hubiese dicho. Nadie siquiera lo planteaba seriamente como una posibilidad años luz remota y ahí está. Ganó Donald Trump.
Hay un par de realidades que nos persiguen como esas encaprichadas nubecitas tormentosas de dibujos animados: En primer lugar -y ya lo creo imposible pero es lamentablemente cierto-: Siempre se puede estar peor. Hay que dejar de tildar a una situación como la peor y más tremenda de todas, solo hay que darle tiempo al tiempo y veremos en vivo y en directo cómo surge algo impensado y por supuesto mucho más dañino. Y lo otro: El pueblo norteamericano no tiene ningún interés por el mundo en que vive y en su clara condición de imperio de esta era no le importa nada y todos nosotros debemos convivir con ellos como esos vecinos irremediables que cargan los defectos más inadmisibles y nada se puede hacer para revertirlos.
Se terminan dos mandatos de Barack Obama que en poco tiempo anhelaremos de rodillas volver a disfrutar y comienza una era despiedada, aún más –mucho más- que la de George W. Bush.
Los talibanes y el Estado Islámico deben estar descorchando champañas.
Al fin un fascista a la altura de las circunstancias con quien poder pelear y terminar de una vez con este mundo en el que todos vivimos.

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