viernes, 5 de abril de 2013

Recomendación Vetusta N° 74







Se7en (1995)


Con: Brad Pitt, Morgan Freeman, Kevin Spacey, Gwyneth Paltrow, R. Lee Ermey, Daniel Zacapa, Andrew Kevin Walker, John Cassini y gran elenco

Dirección: David Fincher



Si hubo un año que Kevin Spacey debe recordar en su lecho de muerte, ése es 1995, donde compuso a Verbal Kint y a John Doe, sus dos emblemáticas exposiciones actorales que quedaron grabadas con fuego en la memoria de aquellos que las padecieron y disfrutaron.

Seven es “el policial” de fin de siglo. Muy noventosa, sí. Pero distinta. Freeman se jubila. Pitt lo reemplazará. Como siempre. Como cada policial que hemos visto. Pero no es lo mismo. El trato que se dan es diferente. Más cercano, más triste. Freeman está de vuelta, no quiere saber más nada, ya vio demasiado y en un momento le dice a Pitt que no tiene sentido ese trabajo, que para lo único que sirve es para acumular información en una caja. Pitt es escoba nueva, y barre bien, pero toma nota de las cosas que le dice el negro.

Ermey compone al director de comisaría de siempre, no cree en lo que le dice su detective estrella, y viene el segundo asesinato, en el momento en que Freeman descubre la palabra Gula detrás de la heladera del primer muerto. Y Fincher no se anda con vueltas, podría haber mantenido la disputa capitán-detective por dos o tres crímenes más y aburrirnos como ya acostumbramos con estas tramas (¿nadie se da cuenta que es un asesino serial?) Freeman la hace corta, y le muestra ambas fotos: Gula – Avaricia. Pone las fotos en la mesa y enumera, arrancando del dedo chiquito hacia el gordo: “Lujuria – Pereza – Ira – Envidia – Soberbia”, mira agotado a su jefe y le dice: No tengo más ganas, dáselo a él. Y se va, dejándolos solos.

Eso es genial, y es lo que alumbra el camino de lo que veremos, una película distinta, que no se queda merodeando en las mismas pelotudeces de siempre. Una película que va a los bifes. Y va rápido.

Tiene sus momentos cursis, que hoy me dejan pensando si no fueron hechos adrede, aunque de tan bien hechos parecería que no:

La charla de Freeman y Paltrow sobre tener hijos y la explicación de Morgan sobre su caso es patética, y el parte médico del doctor que atiende a “Pereza”, que ya se muere, no tiene nada que envidiarle al psicólogo que explica el modus-operandi de Perkins en psicosis, muy, muy choto, y muy viejo.

Pero después arranca la película y es una delicia. Y Fincher debe hacernos doler a Paltrow, debemos sentir afecto por ella, que es la esposa de Pitt y que no pincha ni corta. Pero el público debe amarla, así que Paltrow invita a cenar a Freeman la noche anterior a que su marido ocupe el escritorio del viejo detective. Y rompe con todo. Rompe con el trato distante de Pitt y Freeman. Y rompe nuestro corazón, haciendo que la queramos por su actitud de intentar que ese traspaso sea con amor. Paltrow ama a Pitt. Y lo conoce como si lo hubiera parido, así que invita a Freeman a comer sin pedirle permiso. Y se hacen muy amigos. Ideal para lo que sigue. Imprescindible para lo que sigue.

En definitiva, una película que fue bisagra en su momento. Que aquel que la vio seguro tendrá más cosas para enumerar, pero que si yo lo hubiera hecho habría arruinado una película que quizás haya gente que no la vio, y la idea es que este finde no pierda el tiempo viendo films de estreno que no le llegan ni a los talones.

Le pongo cientos de Juanpablos.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Película mítica y de las mejores de su género, con uno de los finales más impactantes que recuerdo. Gran recomendación.

http://elrecomendadordepeliculas.blogspot.com.es/

Gilmour, Juan Carlos dijo...

Gracias, amigo!