Con: Adam Sandler, David Spade, Paula Patton,
Kathryn Hahn, Nick Swardson, Matt Walsh, Renée Taylor y elenco
Dirección: Steven Brill
Netflix sigue metiendo sus narices donde no tiene ni capacidad ni experiencia
ni estructura para meterse y, de la mano de Adam Sandler, no puede más que
mancillar aún más su plástico e irrelevante nombre.
Resulta que Adam Sandler va a una reunión de
ex alumnos y está muy bien puesto, tiene campera de cuero y es cool mientras
que su gran amigo de la adolescencia se transformó en el opuesto absoluto, como
ocurre en todos los films de Sandler, donde el tamiz, el matiz, el tapiz, el
maíz y todo lo que termine con “iz” brillan por su ausencia.
Entonces tenemos a un protagonista cool al que
el paso de los años pulió y moldeó convirtiéndolo en un cuarentón sexy mientras
su partenaire, por el certero contrario total y bien en la vereda de enfrente,
es un pobre imbécil que trabaja de gerente de banco dentro de un supermercado
de mala muerte a quien la vida se le pasó de largo y los trajes color caqui y
las corbatas manteca o los peinados muy pero muy pasados de moda o el estúpido
auto chiquito de los 80 que maneja depositaron sin remedio en este presente en
donde finalmente consiguió casarse con su amor de la secundaria, una turra insalvable
que se acostara con todos sus compañeros pero no con él y ahora, baqueteada al
mango, separada y con rollizos mellizos adolescentes que golpean todo el tiempo
al pobre gerente de banco, solo utiliza para pagar las cuentas y gorrearlo sin
más con quien fuera.
Y así comienza esta singular atracción de cine
yankie ideal para pasar el rato en familia con toneladas de pochoclo y litros
de coca cola encajando el culo en las butacas de uno de esos cines llenos de
lucesitas y alfombras chillonas.
Y nada, absolutamente nada de lo que ocurre
luego de estos primeros cinco minutos de film logra aunque más no sea mantener
la mediocridad. Sigue bajando y bajando y bajando hasta el final, donde la
mediocridad desaparece y lo escatológico, burdo e inabordable inundan la
pantalla con los gags más arcaicos y vomitivos que puedan imaginarse (la escena
en donde Sandler le chupa el dedo a un fornido motoquero gay como si estuviera
lamiéndole el pene gana sin dudas la cucarda del año, pero todo el film está
plagado de estas situaciones desesperantes).
Incalificable.