Con: Kevin Bacon, Radha Mitchell, Lucy Fry,
David Mazouz y elenco
Dirección: Greg McLean
Resulta que el pequeño Michael es autista y
por tanto experimenta sensibilidades diferentes, así que un buen día su familia
decide visitar el Cañón del Colorado y en un descuido Michael se adentra en una
caverna y toma sin permiso 4 piedras que claramente invocan demonios indios
ancestrales y se las mete en el bolsillo.
Así es que vuelven a su casa y Kevin Bacon no
puede teñirse el pelo con esa tintura de mala calidad pretendiendo descontarse
años porque en primer lugar tiene la cara descocida de viejo y en segundo lugar
porque el pelo teñido queda re out y los años a Rahda Mitchell le agrandaron la
quijada –qué rara mutación de algunas
mujeres que de jovencitas eran unos bombonazos y de grandes se transforman en
Boggie el aceitoso- y la vida hogareña típica de una familia yankie típica
no corre ni un milímetro la coma de la estupidez que los envuelve mientras papá
Bacon no interactúa con su familia y solo piensa en el trabajo y mamá Rahda
tiene todas las comodidades que una ama de casa norteamericana ostenta mientras
la joven Steph despliega una sobredimensionada actitud de adolescente esquiva y
odia a todo el mundo –incluso a los
espectadores- y el pequeño Michael mal actúa con tesón sus partes
sonriéndole a las paredes hasta que los demonios indios se lo llevan y entonces
papá Bacon advierte que estaba un poco ido de su familia corriendo detrás del
culo de su secretaria y Rahda abandona el vodka que toma sabiéndose gorreada y
la ácida y cara de verga Steph de pronto abandona su condición de adolescente
insufrible y se pone en modo “buena onda, amorosa y bien predispuesta” sin un
puto matiz y contratan a una mejicana que no le explico lo mal que hace sus
escenas quien agarra unos palitos y descubre por donde se llevaron al pequeño
Michael –por una mancha negra tremenda que hay en la pared que podría haberse
advertido sin la mejicana y sin los palitos, pero vieron que en EEUU el trabajo
sucio lo hacen los mejicanos-.
Y bueno, lo encuentran y se abrazan y Bacon apunta
la mirada entusiasta hacia un futuro de progreso y buenaventura general.
Le pongo 2 Juanpablos, uno por cada trompada
que le daré a Bacon el día que me lo cruce por la calle.
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