Con: Luis Ángel Gómez Jaramillo, Gael García
Bernal, Marco Antonio Solís, Angélica Vale, Elena Poniatowska, Angélica María,
Alfonso Arau, Héctor Bonilla y elenco
Dirección:
Lee Unkrich y Adrian Molina
Perseguido por una caprichosa y negra nube de
prejuicio, resignado y convencido de que ningún film nuevo de dibujos podría
hacer otra cosa en mí que fastidiarme y padecerlo hasta que mis retoños se
cansen en busca de otro patético film de dibujos sin una trama que valga la
pena, accedía a ver Coco con el gesto de un sabelotodo a quien no le hace falta
una mísera prueba para corroborar su teoría y me equivoqué.
Genial película de Unkrich y Molina que pinta
de cuerpo entero a la raza humana con sus temores tatuados en el ADN y con,
justamente, sus prejuicios eyectados voraces de las cuencas de sus ojos.
Coco es la bisabuela de Miguel, está tan vieja
y postrada en una silla que pareciera incluso que ya no respira, murió y nadie
se da cuenta.
Tuvo una infancia marcada por el abandono de
su padre, quien aparentemente se fue a tocar la guitarra por el mundo y jamás
volvió con su mujer Imelda y su pequeña hija de 4 años.
Imelda, destrozada de dolor e ira, no se queda
llorando por los rincones y comienza a fabricar zapatos para alimentar a la
pequeña Coco inaugurando un negocio familiar que perdurará por siempre y se
convertirá en una respetada marca en la zona, pero cien años después, Miguel,
tataranieto de Imelda, bisnieto de la casi extinta Coco, descubre que lo suyo
es la guitarra y en su familia está prohibido siquiera mencionar la palabra
música y me recuerda al experimento que se hizo con 10 monos en una jaula y un
racimo de bananas al final de una escalera, cada vez que un mono subía para
agarrar una banana era castigado con un fuerte chorro de agua, por tal motivo
llegó un punto en que ninguno de los 10 monos siquiera intentaba subir los
peldaños mientras los desalmados científicos iban quitando de a uno a los monos
reemplazándolos por nuevos, quienes no conocían lo que sucedía con las bananas
pero los monos viejos no le permitían subir hasta que finalmente no quedó
ningún mono en la jaula que hubiese padecido el chorro de agua, más ninguno
subía a buscarlas, porque sabían que algo malo pasaba.
Y esto es lo que ocurre en la familia de
Miguel, comandada con dura mano por su abuela, hija de Coco quien ni siquiera
conoció a su abuelo o fue testigo de la historia pero que siempre supo que no
se debía tocar música porque la música era mala, ordenando a toda la descendencia
de Coco a dedicar su vida a la fabricación de zapatos, estén o no de acuerdo.
Y es una historia tan pero tan reiterada, tan
conocida y padecida por todos nosotros, que la verdad me dejó sorprendido, más
allá de que, además de este enorme punto a favor, me siento identificado con la
creencia mejicana sobre los muertos, quienes viven en nuestra memoria y no en
el cielo tocando una estúpida arpa.
Así que no le tema, vea Coco y aguante la
emoción, a ver si es tan guapo/guapa.
Le pongo 8 Juanpablos.