Con: Juan Fernández.
Dirección: Lisandro Alonso.
Farrel (Juan Fernandez) es un muchacho de Ushuaia que un día pintó bajón y se piró del pueblo, para siempre.
Luego de haber enganchado de marino en un transatlántico por 20 años, vuelve a su tierra natal a ver que onda.
El primer diálogo que florece en la película es a los 65 minutos, cuando Farrel entra a un a especie de comedor que hay en el pueblo y dice:
- Hola, buen día; ¿tiene algo para comer? –
- Cómo no, tome asiento que ya le traigo – le dice un parroquiano con delantal.
Y eso es todo, por 36 minutos más, en donde un viejo le dice a una vieja que está postrada en una cama, que coma, que le va a hacer bien.
Toda la película transcurre en el más desesperante silencio, jamás vi algo así.
El mensaje cannábico de la peli va por el lado de un hombre maduro que decide volver a su tierra, luego de haberla abandonado, por haber engendrado una hija deficiente mental, o algo así, a la que su madre (de él) debe criar porque él se piró, y entonces madura y vuelve y le regala a su hija un llaverito de Liverpool. Y eso es todo, le da el llaverito y se va al barco again. Y termina esta tortura indescriptible.
Tuve que hacer un gran sacrificio para poder terminar de verla, es horrorosamente lenta, indescriptiblemente desahuciante, vehementemente muda y violentamente aburrida. Exaspera.
No alquile esta película si quiere mantener una buena relación con su video club amigo.
0 Juanpablos.
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