Con: Zoe Neytiri Saldana, Jordi Mollà, Lennie James, Amandla Stenberg, Michael Vartan, Cliff Curtis, Beto Benites y Jesse Borrego
Dirección: Olivier Megaton (el rey del plasma de 42 pulgadas)
Resulta que un colombiano ochentoso y merquero le está informando a Don Luís, su ochentoso jefe narco colombiano, que va a dejar de delinquir y de formar parte de esa red de mafia narco de la que es parte. Y Don Luis lo entiende, es muy comprensivo cuando toma cognac, así que le dice que no se preocupe, que ya hizo bastante y que merece el retiro, pero que antes de irse le dé por favor los “diskettes” con la importante información de no sé qué mierda y colombiano ochentoso y merquero saca de su bolsillo un pack de diskettes y se los entrega. Don Luis, ungido en la más profunda emoción deja la copa de cognac, se levanta y lo abraza con gran cariño, despidiéndolo. Se nota que quiere a ese colombiano merquero como si fuera su propio hijo.
Y colombiano ochentoso y merquero se va emocionado, haciéndose el que no pasa nada y demostrando que quiere a Don Luis como si fuese su propio padre, pero por dentro está a punto de explotar y cuando se sube a su auto comienza a las puteadas con sus esbirros, recriminándole a Don Luis que se puso “melancólico” y que ahora lo va a matar mucho peor de lo que tenía planeado matarlo, mientras Don Luis, en el balcón de su casa, toma un último trago de cognac y mira a su esbirro más temerario y le ordena que siga hasta la casa a Colombiano Merquero y que mate a ese hijo de puta y a toda su familia (al parecer tanto Megaton como todos estos actores de cuarta no han visto ni una sola película de drogas ni de mafia, y suponen que este tipo de comienzos nunca ha sido contado porque insisten, vehementes, contando con la trillada historia).
Entonces Colombiano Ochentoso y Merquero llega a su casa y le dice a su mujer, con la cara tensa y la mirada que no deja lugar a dudas, que deben marcharse, que solo tienen 10 minutos. La mujer, que justo estaba ayudando a su pequeña hija a hacer los deberes, lo mira con aplomo y parte rauda a la habitación a por las maletas mientras Colombiano Ochentoso y Merquero se arrodilla al lado de la silla de Cataleya, su hija, y le dice que la ama profundamente y le da un microchip, asegurándole que ése es su pasaporte para viajar a EEUU y ser yankie y feliz y tener una vida digna, no como su padre, que por vivir en Colombia tuvo que dedicarse a la venta masiva e indiscriminada de cocaína de extrema pureza.
Mientras tanto, en la planta baja de la humilde y colorida casona de Colombiano Merquero, un montón de matones muy malos actores y muy malos matones, mal cuidan la entrada a la casa con unas escopetas y ametralladoras y lentes oscuros cuando de pronto se acerca un auto con 4 esbirros muy amenazantes. Los malos matones ya saben que Don Luis mandó a matar a su jefe y que esa orden es inminente, por lo que deberían haber cagado a balazos aquel auto apenas se acercó a la finca, pero no, los miran arrimarse peligrosamente y solo les obsequian caras de malos tipos, y con eso no alcanza para frenar una orden de asesinato, pero no aprenden la lección para la próxima porque son cagados a balazos por los matones de Don Luis, mucho más expeditivos que los de Colombiano Merquero.
Así que, una vez sorteada esa permeable barrera, suben las escalinatas mientras Colombiano Merquero sigue dándole consejos a su pequeña hija, esta vez en cámara lenta mientras llegan los matones y cagan bien a balazos a ambos padres de Cataleya, quien es testigo presencial de las descuartizadas muertes de sus padres, sentadita donde hasta hacía poco estaba haciendo la tarea con su madre. Dolor. Injusticia. Pavor.
Y una vez muertos ambos padres, el más malo de los esbirros de Don Luis se acerca a Cataleya y se sienta a su lado y le pregunta si su padre le dio algo antes de morir. Y Cataleya, con un temperamento digno de un experimentado ninja a pesar de sus 10 años, le asiente con la cabeza, diciéndole que sí. Mejor Esbirro se sorprende, al final no fue tan difícil, entonces le ordena que se lo dé, que seguro su padre estaría orgulloso de ella si se lo diera. Y sobre todo Don Luis, quien de ahora en adelante la tratará como si fuera su propia hija, pero Cataleya, serena como Enzo Francescoli en una habitación llena de termos Lumilagro, saca de debajo de la mesa flor de cuchillote y se lo clava en la mano sobre el taburete, inmovilizándolo, para luego saltar por la ventana mientras Mejor Esbirro grita y aúlla ordenando que hagan cagar a esa puta, que no escape. Y todos los matones la corren por los techos y la persiguen sin éxito, ya que la colombianita es bastante escurridiza.
Y así llega a la embajada de EEUU, donde pide asilo a cambio de la entrega del microchip, que para no perderlo en la escapada se lo comió y se lo vomita al agente en el escritorio, junto con partes de un choclo y un extraño y confuso menjunje que ya se degradó en su estómago e imposibilita que pueda describir qué es con más precisión. El agente, presa de un asco inusual, toma con dos dedos el microchip y lo limpia y lo pone en un coso para leerlo. Sorpresa. Euforia. Celebración. Brindemos.
Y Cataleya se convierte en norteamericana, pero apenas llega a EEUU y a pesar de estar bajo una estrictísima custodia que le buscará un hogar, la niña se pira por una ventana y corre en busca de su tío materno, un mafioso vende merca que vive con su abuela y que se la pasa trompeando gente.
Su tío, al verla, no lo puede creer, siempre pensó que su sobrina había muerto asesinada aquella tarde, así que la adopta con alegría y le compra una hamburguesa de Mcdonalds y la lleva a un instituto escolar que al principio la directora no acepta por estar tan entrado el año pero que luego depone su fea actitud cortamambo y la une a las filas a cambio de un suculento sobre lleno de fajos de dinero.
Pero Cataleya no quiere estudiar matemáticas, quiere ser asesina a sueldo. Su tío la mira con sorpresa mientras salen de la escuela en donde acaban de coimear a la directora. La niña tiene solo 10 años, no puede pretender ser asesina a sueldo, pero la jovencita extrañamente insiste con que quiere eso y nada más que eso, así que le pide a su tío que le enseñe. Y su tío, ya harto de escuchar pavadas, le dice, enojado “¿Qué pretendes, Cataleya? ¿Ir por la vida haciendo esto?” mientras dispara al tun-tun con su arma y mata a varios transeúntes provocando un violento accidente de tránsito. Y Cataleya le dice que sí, aplaudiendo y dando saltitos como una niña a la que finalmente llevarán al circo. Y el tío niega con la cabeza como quién no puede creer algo y se van juntos para las casas.
Y los años pasan y Cataleya se hace grande y temeraria y asesina ejemplar, y se gana la vida aniquilando gente que su tío le marca con gran expeditismo. Pero a pesar que su tío ya le imploró varias veces que no asesine a nadie más que aquellos por él señalados, ella, en los recreos, va y mata de a uno a los esbirros de Don Luis, por placer y para despuntar el vicio, hasta que llega a la casa de Don Luis e irrumpe en ella, llena de ametralladoras y pistolas y cuchillos (como “Comando”, con Arnold Schwarzenegger, de 1985) y los va haciendo mierda de a decenas (como “Comando”, con Arnold Schwarzenegger, de 1985), hasta que solo quedan Don Luis, encerrado secretamente en un compartimento de concreto y Mejor Esbirro, aquel al que Cataleya le clavare un puñal en la palma de su mano cuando niña, así que finalmente pelean, Mejor Esbirro es el mejor esbirro del mundo, y a Cataleya le cuesta una bocha reducirlo, y para colmo ya no tiene más armas, las fue perdiendo de a una y solo le quedan sus puños, por lo que se matan a trompadas, meta piña y patada voladora dentro de un rústico pero concheto baño. Y en un tiro, Mejor Esbirro logra cazar su pistola, que había quedado tirada por ahí, pero no tiene balas, así que en un intento desesperado atina a cambiar el cargador pero Cataleya, más rápida que Forrest Gump cuando arma y desarma su fusil en las pruebas de pabellón mientras Bubba le enumera la cantidad exasperante de comidas que se pueden servir con camarones, le desprende la corredera a la pistola:
y se la clava en el cogote a Mejor Esbirro, que se queda desangrándose con sorpresa mientras la sensual colombiana abandona el baño en busca de su última víctima, Don Luis, quien al no tener más novedades de Mejor Esbirro, que no le contesta el teléfono porque está muerto en el baño, decide escapar de su escondite (mal hecho, amigo), y como no tiene más autos porque Cataleya le inutilizó todos sus rodados, toma tontamente la camioneta de Cataleya y huye riéndose como un pelotudo.
Cataleya, al salir al patio, avista su camioneta huyendo por el pórtico principal, así que toma el celular de Mejor Esbirro y llama a Don Luis, que atiende y le dice que la va a matar, que la va a hacer mierda como lo hizo con sus padres hace 20 años, pero ella le pregunta que cómo hará eso con sus 2 rottweilers acechándolo dentro de la camioneta, y Don Luis mira con suculento terror hacia la parte trasera y nota la presencia de los dos cánidos, que lo miran con cara de pocos amigos pero no le hacen nada, momento en que Cataleya ordena desde el celular “Eat” (Como en “Los niños del Brasil", de 1978, con Gregory Peck y Laurence Olivier) y se ve que los rottweilers tienen gran poder de audición, porque la escuchan y le saltan en la yugular y se comen a Don Luis cual si fuera un sabroso filete.
Y la película termina con Cataleya llamando por teléfono a un novio que tiene que nunca le pudo decir su verdadero nombre para no complicarle la vida y le dice que lo ama pero que lo de ellos no puede ser, porque ella es asesina. Y se pira en un colectivo interurbano rumbo a Mar Chiquita.
Fin.
La película más obvia que vi en el año. Actuada muy mal por todos y completamente forzada, quisieron hacerle hacer un protagónico a Neyriti ahora que aún está calentita y lo lograron, le dieron un protagónico. Un protagónico en una película tonta, absurda y traída de los pelos como pocas.
No pierda el tiempo viendo esto. No hace falta.
Le pongo 2 Juanpablos.