Wicked Little Things (2006)

Con: Lori Heuring, Scout Taylor-Compton, Chloë Grace Moretz, Geoffrey Lewis, Ben Cross (gran mal actor) y Martin McDougall

Dirección: J.S. Cardone

Resulta que Rubia acaba de enviudar y tiene dos hijas, una adolescente que lo único que quiere es salir de joda y conocer una horda de jóvenes del sexo opuesto con el solo fin de copular y fumar marihuana, y otra más pequeña que estuve toda la película preguntándome de dónde la conocía hasta que la saqué, es la que actúa en Hugo, la nueva película de Scorcese.

Y la historia comienza con las tres mujeres yendo por una ruta montañosa hacia un pueblo en altura donde aparentemente el difunto marido poseía una casa donde se mudarán en busca de nueva vida. Adolescente no quiere saber nada con irse a vivir ahí mientras que Niña alienta a su madre y no le trae más problemas. Y llegan a un mercado a la vera del camino atendido por su propio dueño (un gordo con muy pero muy pocas luces) que cuando se entera de a qué pueblo van las chicas pone cara de “!Oh, no!, ¿a ese pueblo demoníaco van a ir a vivir?", pero por supuesto no le dan bola.

Y luego de mucho andar por sinuosas y absolutamente despobladas rutas montañosas comienzan a llegar al lugar, que está constituido por 3 o 4 casas, muy separadas unas de otras y sin ningún centro comercial.

La casa en cuestión está abandonada, sucia, abierta, sin luz, sin agua, con las alacenas plagadas de enormes ratas que van y vienen y los colchones tienen feas y viejas manchas de sangre, pero este desagradable escenario no es suficiente para que Rubia agarre a sus hijas y vuelva por donde vino, no. Ella le pone onda y se pone a limpiar la casa prácticamente sin implementos de limpieza y convence demasiado rápido a sus dos hijas de que deberán dormir así por lo menos hasta el día siguiente, ya que se hizo tarde y ya no pueden llamar al plomero.

Y duermen las tres juntas en la cama matrimonial (dan vuelta el colchón para que el inmenso lamparón de sangre quede hacia abajo) y listo, a dormir. Pero por la noche ella escucha ruidos, así que baja y ve que la puerta de ingreso está abierta mientras advierte la silueta de un misterioso hombre (que acaba de pintarle la puerta de su casa con sangre de chancho) se pierde en la neblina, pero este desagradable escenario no es suficiente para que Rubia agarre a sus hijas y vuelva por donde vino, no. Ella se vuelve a dormir y al día siguiente verá de qué se trata eso.

Y por la mañana, su hija más chica sale a conocer el bosque y encuentra una mina abandonada, donde un montón de niños que habitaban el pueblo entre 1910 y 1920 fueron muertos por negligencia del dueño de todas las tierras de la zona, que le importó tres carajos que los niños aun estén dentro de la mina cuando hizo volar por el aire el lugar matándolos y transformándolos en zombies para extraer sus codiciados minerales. Y hay una niña zombie que se hace muy amiga de la hija más chica de Rubia e intercambian juguetes, la piba de Hugo le da su osito de peluche y la Zombiecita le ofrece su muñeca vieja, rota, sucia y marrón del año del pedo.

Y cuando vuelve a su casa, Rubia la recibe muy preocupada ya que no podía encontrarla, y ella le muestra lo que intercambió con la niña zombie y le cuenta la historia. Rubia ve claramente la muñeca de principios del siglo pasado, pero este desagradable escenario no es suficiente para que Rubia agarre a sus hijas y vuelva por donde vino, no. Ella insiste en quedarse ahí. 


Y llega el plomero y van al sótano a arreglar las tuberías. El plomero le dice que no es un buen lugar para que crezcan sus hijas, le cuenta que el pueblo desapareció el trágico día en que murieron todos los niños por ese accidente y le cuenta que se comenta que por las noches los niños zombies salen de la cueva para comer gente, pero este desagradable escenario no es suficiente para que Rubia agarre a sus hijas y vuelva por donde vino, no. Ella solo se cruza de brazos y pone cara de horror, y cuando el plomero se va, ella se queda en el sótano, que es la pocilga más mugrosa que usted haya visto en su vida, y se pone a revolver viejas cajas y encuentra una llena de fotos de niños mineros, pero este desagradable escenario no es suficiente para que Rubia agarre a sus hijas y vuelva por donde vino, no. Ella insiste en quedarse. 


Y sale por la noche y cruza el bosque en busca del mal actor de la película, que es quien le pintó con sangre de chancho la puerta de la casa, y va y le golpea la puerta intentando presentarse y el tipo le abre con cara de miedo y busca desesperado en el bosque detrás de los hombros de Rubia, como corroborando que no haya sido seguida por un montón de niños mineros y zombies, y la hace entrar y le dice que hizo muy mal en ir a pretender vivir ahí, y le cuenta la historia de los zombiecitos, pero este desagradable escenario descripto no es suficiente para que Rubia agarre a sus hijas y vuelva por donde vino, no. Ella se vuelve a su casa y le da permiso a su hija adolescente para que salga con unos jóvenes que conoció sin querer en el mercado que hay kilómetros debajo de su casa.

Y bueno, los zombiecitos comienzan a salir y a comerse gente, se comen al plomero, se comen a los amigos de la hija adolescente, se comen a este, se comen al otro, están muy enojados. Incluso secuestran a la hija más chica de Rubia y se la llevan dentro de la cueva, y Rubia va y la rescata, pero este desagradable escenario no es suficiente para que agarre de una vez a sus hijas y vuelva por donde vino, no. Ella se queda y se une con mal actor para tratar de reivindicar el honor de los niños muertos y le meten una trampa al nieto del terrateniente que los asesinó a principios del siglo pasado y lo dejan en orsai en un galpón sin salida con los niñitos muertos que finalmente se lo comen y dejan de ser malos y de salir a comer gente porque ya se sienten vengados y ahora sí descansarán en paz.


Fin.

Una verdadera basura que no tiene ni ton ni son con unos zombies muy pero muy mal hechos que no asustan a nadie.

No le pongo ni un Juanpablo. Es muy pero muy mala.