lunes, 22 de agosto de 2016

Grimsby (2016)





Con: Sacha Baron Cohen, Mark Strong, Penelope Cruz y elenco

Dirección: Louis Leterrier


La verdad es que a pesar de que son moneda corriente, uno no puede creer estas debacles hasta que no las ve con sus propios ojos.

Aún recuerdo con temor la vez que viendo Borat en la escena en que éste ingresa a un hotel de lujo con los pantalones de su espantoso traje color crema medio bajos mostrando el calzoncillo y caminando como un negro rapero y saluda en una irrepetible tonada árabe “Wazap, vanila face” al espantado conserje del hotel, porque casi me muero de risa. Pero ojo porque no estoy exagerando, literalmente casi pierdo la vida. No podía para de reírme y llegó un punto en que el estómago se me endureció como un adoquín, los ojos se me iban a salir de las cuencas y la desesperación por verme imposibilitado de frenar el ataque de risa comenzó a inundarme hasta entrar en pánico, aunque riéndome a carcajadas y sin parar. No creo que nadie jamás haya tenido pánico y ataque de risa a la vez, y esto me pasó a mí al ver aquella delirante e irrepetible escena.

Y a pesar de que en aquel memorable film ya quedaba más que claro cómo serían los próximos estrenos de este actor cómico –iría abrazándose cada vez más y más fuerte a lo recontra chabacano, a la grosería berreta y al porno explícito-, uno no imaginaba que sería tan meteórica su caída a esta mugrosa debacle que “Grimsby” despliega sin tapujo alguno.

Y no pude pasar de los 16 minutos eyectándome del sillón ya habiendo visto demasiado.

No tengo la capacidad para elegir cuál fue la escena más grotesca de todas las que Leterrier me refregó en la cara antes de vencer mi capacidad de tolerancia. Si Cohen enchufándose una cañita voladora en el ojete porque ganó su estúpido equipo de futból, o Cohen haciéndole la paja al afiche de un niño africano en una convención sobre salud mundial o la escena en donde un niño “lisiado y con SIDA”, hijo de un “palestino y una judía” daba un discurso en dicha absurda convención donde matarían a alguien entonces el hermano de Cohen (Strong, dios mío qué bajo cayó este tipo que me caía bien) es un temerario agente secreto y debe evitar el asesinato sin imaginar que su hermano fracasado, a quien no ve hace décadas, viene de atrás y lo abraza medio en pedo justo cuando este debe disparar al malo y entonces erra el tiro dándole al pobre niñito palestino-judío-lisiado-y-con-SIDA (¿Nadie va a iniciar acciones legales contra esta gente?) y entonces la contagiosa sangre del malogrado retoño vuela en cámara lenta y cae dentro de la boca abierta de un asombrado invitado a la convención…

Sin dudas ésta fue la escena que me hizo levantar y apagar todo al diablo.

Hay que ser muy hijo de puta para montar una historia así buscando la risa del público.

Muy hijo de puta o muy idiota.

Y no creo que sea esto último.


Incalificable.

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