Con: Sacha Baron Cohen, Mark Strong, Penelope
Cruz y elenco
Dirección: Louis Leterrier
La verdad es que a pesar de que son moneda
corriente, uno no puede creer estas debacles hasta que no las ve con sus
propios ojos.
Aún recuerdo con temor la vez que viendo Borat
en la escena en que éste ingresa a un hotel de lujo con los pantalones de su espantoso
traje color crema medio bajos mostrando el calzoncillo y caminando como un
negro rapero y saluda en una irrepetible tonada árabe “Wazap, vanila face” al espantado conserje del hotel, porque casi me
muero de risa. Pero ojo porque no estoy exagerando, literalmente casi pierdo la
vida. No podía para de reírme y llegó un punto en que el estómago se me
endureció como un adoquín, los ojos se me iban a salir de las cuencas y la
desesperación por verme imposibilitado de frenar el ataque de risa comenzó a
inundarme hasta entrar en pánico, aunque riéndome a carcajadas y sin parar. No
creo que nadie jamás haya tenido pánico y ataque de risa a la vez, y esto me
pasó a mí al ver aquella delirante e irrepetible escena.
Y a pesar de que en aquel memorable film ya
quedaba más que claro cómo serían los próximos estrenos de este actor cómico
–iría abrazándose cada vez más y más fuerte a lo recontra chabacano, a la
grosería berreta y al porno explícito-, uno no imaginaba que sería tan
meteórica su caída a esta mugrosa debacle que “Grimsby” despliega sin
tapujo alguno.
Y no pude pasar de los 16 minutos eyectándome
del sillón ya habiendo visto demasiado.
No tengo la capacidad para elegir cuál fue la
escena más grotesca de todas las que Leterrier me refregó en la cara antes de
vencer mi capacidad de tolerancia. Si Cohen enchufándose una cañita voladora en
el ojete porque ganó su estúpido equipo de futból, o Cohen haciéndole la paja
al afiche de un niño africano en una convención sobre salud mundial o la escena
en donde un niño “lisiado y con SIDA”, hijo de un “palestino y una judía” daba
un discurso en dicha absurda convención donde matarían a alguien entonces el
hermano de Cohen (Strong, dios mío qué
bajo cayó este tipo que me caía bien) es un temerario agente secreto y debe
evitar el asesinato sin imaginar que su hermano fracasado, a quien no ve hace
décadas, viene de atrás y lo abraza medio en pedo justo cuando este debe
disparar al malo y entonces erra el tiro dándole al pobre niñito palestino-judío-lisiado-y-con-SIDA
(¿Nadie va a iniciar acciones legales contra esta gente?) y entonces la contagiosa
sangre del malogrado retoño vuela en cámara lenta y cae dentro de la boca
abierta de un asombrado invitado a la convención…
Sin dudas ésta fue la escena que me hizo
levantar y apagar todo al diablo.
Hay que ser muy hijo de puta para montar una historia
así buscando la risa del público.
Muy hijo de puta o muy idiota.
Y no creo que sea esto último.
Incalificable.
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