Ayer murió Jerome Silberman, más conocido como Gene Wilder,
y lo primero que me salió hacer fue entrar en youtube y poner fragmentos de
Young Frankenstein teniendo ahí nomás, a menos de dos metros y juntando tierra
en la biblioteca de casa, la filmografía completa y en blu ray de Mel Brooks.
Podría haber buscado su tremendo rol enamorado de una oveja en
el film de Woody Allen, ese sí que no lo tengo, pero no. Fui derecho y estúpido
a por un fragmento de mala calidad y cortado en donde quien lo subió creyó
prudente, de algún pasaje de Young Frankenstein.
No podría elegir el mejor momento de esa película porque el
mejor momento de esa película es “esa película”. Para mí el mejor momento fue descubrir
Young Frankenstein y reverla diez millones de veces. Cada vez que pretendía
pasarme un “mejor momento” lo único que había que hacer es poner el film, y
pasárselo.
Podría señalar que la escena en donde Wilder le pide a
Feldman que le aclare si el cerebro que le consiguió era de Hans Delbruck como
le había pedido o le había traído el de otra persona. Sin dudas estaríamos
todos de acuerdo que esa escena es el orgasmo del film, pero hay tantos
momentos descollantes… Cuando la biblioteca lo aplasta y continúa dando órdenes
con voz finita, o cuando Garr le señala que aún no tocó la comida y él agarra y
la toca, o cuando como bien me señaló un amigo hoy a la mañana, luego de
desenterrar el cadáver del cementerio escupe hacia un costado aun dentro de la
fosa y espeta, asqueado: “What a filthy job!” y Feldman le señala que podría
ser peor… Cómo podría, se pregunta Wilder asombrado porque nada debería superar
ese nivel de suciedad y desagrado y de inmediato se larga a llover o cuando el
policía le estrecha la mano y le dice que la tiene demasiado fría y Gene se
estremece o la monumental escena –que pelea cuerpo a cuerpo con la de Abby
Someone- en donde Wilder advierte a sus súbditos que no importa qué les diga ni
cuán creíble sea su súplica NO ABRAN LA PUERTA y no bien entra y el monstruo lo
oye y le gruñe se pone a implorar que lo dejen salir y nadie le abre.
Hace tiempo vi un reportaje que le hicieron en forma de
tributo delante de una audiencia. Estaba muy viejo, iba con un bastón y
claramente su Alzehimer se había sentado a su lado sin dejarlo en paz y en un
momento se quejó del humor actual y de la palabra Fuck de la misma forma en que
alguna vez hemos escuchado a Rabinovich o a Mundstock señalar que no hay que
ser ordinario ni obsceno y que el humor pasa por otro lado.
Gene Wilder muere una semana después de que haya padecido 16
minutos de Los Hermanos Grimsby, la nueva bazofia inmunda de Sacha Baron Cohen
y no puedo más que lamentar profundamente la debacle en la que ha caído la
comedia, en donde un actor necesita mostrarse con una cañita voladora encajada
en el culo o para generar la risa se encomienda a pajear a un niño africano en
un afiche.
Falta poco para que muera Mel Brooks, está tan viejo como Wilder,
el gordo Mesa, Rabinovich o cualquiera de ellos.
Tenemos un problema serio.
El humor se está muriendo y no hacemos nada al respecto.
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