Con: Andrew Keegan, Brandon Quinn, Nick Carter (sí, el BackStreetBoy), Natalia Cigliuti, Reno Wilson, Greg Grunberg, Christian Monzon, Graham Norris, Joshua Alba, Innis Casey y Tom Arnold
Dirección: Kim Bass
Resulta que Strayger, un joven piloto que no podría haber dedicado su
vida a otra cosa con ese nombre súper TopGun que le clavaron, se gana el sustento
transportando metanfetamina en grandes bolsas arpilleras desde México a los EEUU
sobrevolando el árido desierto de Texas y siempre escapando de los policías de
migraciones y de la DIA (¿Dirección Ictícola Antianfetamínica?) que lo
persiguen desesperados en poderosas 4 x 4. Quizás hubiese sido mejor intentar
atraparlo con un medio de locomoción del mismo ramo, por lo menos de esa manera
hubiese sido más plausible la satisfactoria caza del malhechor porque, dígame
la verdad, ¿a quién se le ocurre que una 4 x 4, por más copada que fuera,
alcanzaría mano a mano a un Cessna Corvalis TTX que vuela por el cielo como
gegén excitado Ya ahí empezamos como el culo, ya no hay marcha atrás y aún los
actores no han demostrado sus proezas mal actorales, así que
prepárese, que esta es de las buenas.
Entonces el pobre negro policía, que siempre queda pagando la cuenta
como el sheriff de “Los Duques de Hazard” pero sin onda, le pega un sopapo a la capota de su 4 x 4 como si ésta tuviese la culpa y se vuelve a las oficinas de
“Inteligencia” del gobierno, dirigidas por un gordito al que, al menos física e
intelectualmente, le queda súper grande el cargo y, envuelto en un disparatado
traje que nada tiene que ver con lo que uno está acostumbrado en agentes del
FBI o de Inteligencia o de esas cosas, comienza a gritarle al pobre negro todo
su enojo en la cara por haber vuelto a fracasar en la misión.
Mientras tanto, en el cielo, Strayger, Rainman y BackstreetBoy
juguetean entre las nubes con sus tres avioncitos, brindando y riendo por haber escapado
una vez más de la justicia con la metanfetamina y la bolsa de dólares
para luego aterrizar e irse, como siempre hacen los jóvenes exitosos norteamericanos, a
tomar unas cervezas de 333 ml a un barcito infestado de mujeres hechas a base
de silicona y poliuretano expandido. Y toman cervecitas, y disfrutan de la vida,
la estúpida música que escuchan y de las tetas de las chicas hasta que, de
pronto, aparece por el bar la morocha más del montón del mundo, que no tiene
absolutamente nada relevante superior al resto de las jóvenes extras del
boliche, pero que consigue mágicamente prender la mirada de Strayger, quien
deja a su amigo hablando solo, se quita una tetona de encima y cruza el bar
hacia su encuentro.
La joven le sonríe, se presenta y se hacen novios, y Strayger comienza
a contarle con lujo de detalles su vida: cómo se gana el dinero, qué aviones usa,
qué avión está por adquirir, quiénes son sus socios y quiénes son sus clientes
más importantes. Un pelotudo de renombre había resultado Strayger... Por lo que
días después, Rainman, mientras surfean unas olas y muestran sus tetas
esculpidas, le recrimina esto ya que está muy sorprendido por la actitud de su
socio-jefe, que siempre fue muy discreto y siempre ocultó sus labores. Pero
Strayger, con cara de enamorado y la vista perdida en el horizonte, le pregunta si no escuchó aquel refrán cantonés, que reza que “un pelo de cachucha
tira más que una yunta de Antonov de carga”. Y se va, caminando embelesado y
completamente enamorado de la joven de Inteligencia que se hace pasar por su
novia pero él ni lo nota.
Así es entonces que siguen transportando merca en avioncitos de acá
para allá hasta que el joven y negro policía, cansado de no poder capturar a
Strayger, decide ir a por quien le entrega las bolsas, el temible narco
mejicano con el nombre más pelotudo del universo: “Escondido”, compuesto por un
pelado malísimamente mal actor que, vestido de blanco, como corresponde a un
narco hecho y derecho, fuma habanos rodeado de los extras más estúpidos que
usted haya visto mientras habla por teléfono satelital cuando de pronto, y
mientras Negro lo observa por unos binoculares, Escondido se da vuelta y lo
saluda, como sabiendo que está detrás de aquel lejano arbusto, demostrándole que será apresado, justo en el momento que Negro es apresado por
sus propios compañeros, que aparte de ser empleados de Inteligencia hacen horas
extra como esbirros de Escondido. Así que lo capturan y lo torturan, sin
necesidad alguna (tengo una lista así de grande de extras y protagonistas de
esta huevada que merecerían esas torturas mucho más que el pobre negro, que es
el único que más o menos zafa).
Y luego todo se trastoca, la policía atmosférica logra perseguirlos en
aviones caza y el joven BackstreetBoy pierde la vida. Y Strayger y Raynman
deciden rendir tributo a su amigo dejando de lado sus vidas de fleteros
metanfetamínicos para colaborar con “Inteligencia” y así aprehender al maléfico
“Escondido”, que aún tiene de rehén a Negro y deben rescatarlo. Entonces
Strayger visita a Escondido, quien lo mira con mucha cara de malo muy mal
actuada y le pregunta qué quiere tomar, Strayger dice que le da lo mismo, que
si tiene, se tomaría una cervecita. Y Escondido lo fulmina, enardecido y le dice,
haciendo tonto alarde de sus proezas: “¡Puedo conseguir lo que sea!” y, chasqueando los dedos muy histérico, grita “¡Cerveza!” mientras un paje muy mal
actor la trae en una bandeja, generando toda una situación increíble e innecesaria, como si
Strayger hubiese pedido “Jugo de culo de mono violado con chispas de Rambután
Malayo arrancado recién de la rama”, ¡si pidió una cerveza¡ ¡Lo único que
faltaba era que este remedo de Alan Faena no hubiese tenido unas tontas
cervecitas en la heladera! ¡Por Dios! ¿Quién escribió esta basura?
Y luego se hacen amigos, pero por un rato, hasta que sus empleados que
trabajan muy mal en la película enquistados en Inteligencia, le mandan
mensajitos explicándole que Strayger en realidad es poli. Escondido intenta
atraparlo y asesinarlo, pero Strayger se roba un avión caza (¿?) que Escondido
tiene escondido, justamente, en un hangar lleno de pallets con dinero en efectivo muy mal
hecho que se nota a la legua que es de fantasía y cuando prende la turbina le
quema toda la plata. Y Escondido se enoja, se sube a otro avión caza que tiene (¿?) y se
persiguen en el cielo hasta que el malo muere.
Así que déjeme de joder con esta huevada estratosférica. Es increíble e
inconcebible. Y no sé qué me sorprendió más, que un narcotraficante supiera
pilotar un avión caza o que Robert Patrick, a quien no nombré en toda la
crítica, haya hecho de Presidente de los Estados Unidos de América.
Muy pero muy pero muy mala película de avioncitos.
No pierda el tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario