lunes, 25 de agosto de 2014

On the Inside (2011)







Con: Nick Stahl, Dash Mihok, Olivia Wilde, Pruitt Taylor Vince, Shohreh Aghdashloo y demás inoperantes


Dirección: D. W. Brown (el más grande inoperante)



Resulta que Allen, un insípido muchachito que en apariencia no mataría ni a una mosca, viene trayendo del brazo a su novia, quien llena de magullones y raspaduras acaba de confesarle que el plomero que está en este instante trabajando en su casa, la violó. Allen está reventado de bronca, mete a su prometida en el auto y le ordena que conduzca por ahí sin rumbo. Entra en su casa donde el plomero aún está haciendo reparaciones (se ve que el tipo no viola y huye del lugar, si la violación lo agarró en medio del cambio de un tubo de desagüe, siempre termina su trabajo, ya no hay plomeros así) y lo revienta a llavezazos ingleses.

Lo que sí, lamentablemente la ansiedad por cobrarse venganza le juega una mala pasada y no advierte que quien recibe muerte no es el violador en cuestión sino un empleado de éste más bueno que Lazzie atada en la puerta de una iglesia, así que va preso por dos razones: En primer lugar, por asesinar a una persona, y en segundo lugar, por tremendo pelotudo.

Y la vida en la cárcel de máxima seguridad no puede ser más inerte (la producción del filme no contaba con tanto dinero, así que hay muy pocos extras que hacen de presos que, para peor, son malísimos actores y no tienen claro ni siquiera para donde deben caminar). No sé a ciencia cierta dónde fue que lo confinaron, pero es la cárcel más pelotuda y menos habitada de EEUU. Solo 4 o 5 presos van y vienen por un patiecito no mucho más grande que la terraza de mi casa mientras la falta de talento actoral y la carencia total de rumbo en la historia nos dejan aún más aburridos que los propios presos que pululan por el patio, ya de por sí, tremendamente aburridos.

Así es que llega a la prisión Morocho, un jefe de policía o algo así que entrevistará a Allen y, si este demuestra verdadero arrepentimiento y promete besando una cruz hecha con sus dedos que la próxima vez que se le presente un violador a quien matar al menos le va a preguntar primero el nombre, le asegura trasladarlo a un sector de seguridad mínima. Pero a Allen le da lo mismo. A Allen le da lo mismo cualquier cosa, matar al empleado del violador, trabajar en esta película u otra, acatar la orden que sea, tomar la leche o leer el diario. Todo le da lo mismo y lo demuestra con su lánguida composición actoral y consigue, con su insulsa actitud, agobiarnos un lunes feriado en donde no encontramos otra cosa que alquilar, hundiéndonos en una profunda y oscura depresión de la que no pudimos salir hasta el martes a la tarde, más o menos.

En este punto nuestro director sin pocas luces se detiene y al menos advierte que esto no avanza -ya pasaron más de 40 minutos de filme-, así que construye de inmediato y con lo primero que encuentra a mano un preso belicoso de esos que siempre buscan roña, quien tendrá en sus manos la clave para destrabar esta estúpida historia que no conduce a ningún lado. Pero tampoco lo consigue, montando escenitas tan pero tan trilladas, mal hechas y bobísimas, que realmente no pude soportarlo. Me levanté del sillón, fui a buscar a mi hija adolescente que se pasó literalmente el finde entero durmiendo y solo durmiendo en casa esclavizándome de aquella horrorosa situación, la desperté, la llevé de su madre y me fui por ahí a sacar fotos, a ver si huían de mi cabeza esas vocecitas que me decían esas cosas feas.

Hacía rato que no explotaba de ira de esta forma, así que tenga cuidado, que On the Inside puede despertar ese asesino oculto que vive en su interior.

Esos sí, si esto ocurre, haga el favor de asesinar al director de esta película, no haga como Allen, que erró el vizcachazo y terminó purgando una aburridísima condena por matar a uno que no tenía nada de nada que ver.

Incalificable. Obtusa e hija de putas.

Lo de Pruitt Taylor Vince era de esperar, no tiene mucho más para dar que sus ojitos rebotantes, pero ¿¿¿Olivia Wilde??? ¡Dios santo!








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