Con: Steve Carell, Jennifer Garner, Ed
Oxenbould, Dylan Minette, Kerris Dorsey, Bella Thorne y elenco
Dirección: Miguel Arteta
Resulta que una vez más –y ya van como doscientas- a un niño de clase media estadounidense –que es una suerte de rico en cualquier otro
lugar del mundo- todo le sale mal, tiene mucha mala suerte y se siente un
incomprendido, no solo por sus hermanos mayores sino por sus padres y sus
compañeros de escuela.
Su madre mantiene el hogar ya que su padre está
temporalmente sin trabajo y actuando de niñera, y ésta es asediada, perturbada
y humillada constantemente por su jefa, quien la tiene desde hace meses
tentando con nombrarla vicepresidente de la compañía (¿cuántas veces van a contar la misma historia?), entonces debe
correr y desangrarse por cumplir sus más absurdos requerimientos a costillas de
transformar el hogar en un maléfico caos (esta
parte la imagino con yankies seguro riéndose mientras mastican pochoclo sin
advertir que no hay nada de qué reírse, vender el bienestar de tus hijos por
acceder a los más perversos requerimientos de una vieja mal cogida con el solo
fin de conseguir el poco alentador título de “vicepresidente”) mientras el
hermanito menor de todos los hermanos de la casa, un bebé, se pasa llorando y
su papá calmándolo mientras Mamá da órdenes a los gritos para que todos estén
preparados, hay que salir, hay que ir a la escuela y hay que presentarse en ese
acosador trabajo en donde deberá lamer entre los dedos mugrientos de su
empleadora con el anhelo de acceder a Vicepresidente de aquella empresa donde
trabaja para así conseguir mil dólares más de sueldo y siete mil presiones aún
más dantescas de las que su frágil sistema inmunológico hoy por hoy soporta.
Cualquiera en su condición habría muerto de un infarto, se ve que los yankies
tienen el corazón a prueba de balas, puede que esto sea por vivir esas vidas
plásticas que viven.
Y el pobre Alejandro siente que su madre no le
presta atención, entre el baile de graduación de su hermano mayor (dios mío),
la obra de teatro de su hermana mayor (ay, ay, ay) y los berrinches de su
hermanito menor…, pobre Alexander. Entonces un buen día agarra y dice “Nadie
entiende que mis días son horrorosos –habría
que mostrarle un videíto de cómo la pasan los niños de las villas del conurbano
bonaerense, quién sabe le levantamos la autoestima-, ¡ojalá que hoy todos
ustedes tengan el peor día de sus vidas!”, y entonces la magia –esa que en ningún momento pinta por el film-
aparece y hace pasar miles de disparatadas situaciones a toda su familia. Desde
su padre, quien finalmente recibe un llamado para un posible empleo y no le
queda otra que presentarse en la entrevista con el bebé, quien lo deja muy mal
parado; o su hermano mayor, quien sale con la más bella y revolcable jovencita
del colegio y termina rompiendo con ella o su hermana, que debe actuar de Peter
Pan en la obra y se resfría de manera impresionante, o su pequeño hermanito,
quien pierde el chupete por un tontísimo y forzado accidente o su madre, quien
al llegar a las oficinas de su empresa es relajada a pedos por su empleadora,
quien le señala que el libro de Dick Van Dike que acaban de publicar tiene
gruesísimos errores en el texto y entonces la amenaza con despedirla y entonces
debe cruzar la ciudad en bicicleta –y en esta
parte también imagino yankies despanzurrados de risa en las butacas del cine:
jamás imaginarían tener que hacer una cosa así, todos tienen dos autos, a
ninguno le importa un sorete de oruga el calentamiento global, y el solo hecho
de imaginarse gastando calorías haciendo un trámite en bicicleta es tan desopilante
e improbable que no lo podrían creer, deberían haber hecho dos versiones de
esta película y esta escena cambiarla, hacer que la madre tuviese que atravesar
la ciudad arrastrándose por las tuberías de desagües pluviales municipales,
quien sabe así las otras madres del mundo, esas que no tienen ningún puto
problema en subirse a una bici, podrían haber visto cómica la situación-
para evitar que el viejo Van Dike lea en la presentación de su libro la palabra
“caca” delante de los más chiquitos.
Y por supuesto que todas estas disparatadas
situaciones solo consiguen unir a la familia y hacer que todos adviertan al
pobre Alexander y lo abracen y quieran y respeten mientras la cámara enfoca el
cielo donde unos fuegos de artificio explotan, fin.
Si usted me decía que yo vería a Steve Carell,
en la misma semana, haciendo su mejor y peor papel, no se lo creía.
Dios mío, que vómito yankie indigerible.
Incalificable
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