lunes, 21 de noviembre de 2011

Assassination Games (2011)



Con: Juan Claudio Van Damme, Scott Adkins, Kevin Chapman, Ivan Kaye, Michael Higgs, Marija Karen y David Nalbandian (bastante tostado por el sol)

Dirección: Ernie Barbarash

En esta ocasión, Juan Claudio es "Vicente Brazil", un temerario asesino a sueldo surcando sus últimos años de carrera activa pero no por eso menos temerario o expeditivo que otrora. Los años le sentaron bien a Juan Claudio, se encuentra en perfecto estado de salud con un físico envidiable y sin cirugías plásticas a la vista, motivo por el cual aprovecho este solemne acto para brindarle un respetuoso aplauso. Vamos, aplaudan conmigo, hay que tener 51 años y tener ese físico, no es joda comer hojas de lechuga y hacer abdominales durante toda la eternidad…

Y entonces la historia comienza en un espectacular castillo victoriano en donde se está celebrando el casamiento de la hija de un poderosísimo, peligrosísimo e inaccesible mal actor que, sentado al lado de la novia, mal actúa tremendamente su pequeña escena poniendo cara de malo todo el tiempo al punto de quedar como flor de pelotudo.

La fiesta va viento en popa, la novia, en un inglés de mierda digno de Roberto Kenedy, golpetea un vasito con una cuchara y pide unas palabras. Todos se quedan en riguroso silencio para escuchar lo que la joven tiene para decir y ésta toma el micrófono y le manda, con mucho cuidado y recorriendo con cautela las palabras, que está muy agradecida de su padre (el mal actor antes descripto) por haberle regalado esa hermosa fiesta y por haberle cumplido su sueño mientras todos aplauden con ternura y el padre asiente con mucha cara de malo y acá lo enganché al chabón, lo agarré justo, porque noté claramente que quiso imitar a Marlon Brando en Godfather al tirar la boca para abajo y mirar de reojo mientras asentía con beneplácito los aplausos… Pero no le salió, pobrecito, quedó como que se estaba apretando un huevo herniado con la faja del esmoquin.

Y mientras la gente continúa aplaudiendo y la joven novia invita a comenzar a bailar al compás de la banda contratada, aparece en escena un mozo con unos lentes recopados, inaccesibles para un simple mozo, caminando ligerito y ocultando su rostro detrás de la bandeja que porta, donde viajan una botella de vodka y 2 vasitos.

Los esbirros del mafioso, como no podía ser de otra manera, lo paran de pecho a metros de la mesa del remedo de Marlon y lo cachean (En este punto uno ya sabe que ese mozo no es otro que un asesino a sueldo que en realidad lo que quiere es acabar con el mafioso, pero ni el mafioso ni sus esbirros se dan cuenta de la trampa) y luego del cacheo en donde no encuentran armas lo dejan pasar (Y acá me meto una vez más, si el mafioso debe estar tan pero tan protegido al punto de no dejar pasar a un simple mozo en el propio casamiento de su hija, ¿para qué lo dejaron pasar? Le hubieran dicho: No flaco, déjame la botella a mí que yo le sirvo al jefe. Su ruta… - señalándole el camino de regreso sacudiendo una manita de arriba a abajo detrás de su espalda) Entonces Mozo se acerca Mafioso y a su mujer quien está aplaudiendo al compás de la música como una perfecta imbécil y Mozo aprovecha y le vuelca el vodka en el traje a Mafioso, quien también aprovecha la ocasión para continuar mal actuando su papel haciendo aparatosas exclamaciones mientras Mozo le pide disculpas y le seca el cuello y el pecho con un trapo y sale ligerito en busca de la puerta.

Y nadie se da cuenta de nada hasta que Esposa mira a su marido que, luego del episodio de la volcada de vodka, queda duro como paquete de pastillas mirando el horizonte con la mirada más mal actuada del mundo mientras comienza a abrírsele en la zona del cuello un violento tajo por donde emanan incontrolables litros de espesa sangre belga.

Y comienzan los gritos desesperados y las corridas de los torpes esbirros y los tiros en la cocina del lugar, porque los asesinos a sueldo siempre se escapan por la cocina levantando como sorete en pala a los pobres chefs que, con esos ridículos e incómodos sombrerotes blancos con forma de alto pan dulce, vuelan por el aire al grito de Oh!, Auch! o Hugh! o Jackman! Sería bueno que, a partir de ahora, los mafiosos pongan una docena de esbirros en las cocinas de los salones de fiestas que alquilan, digo, así por lo menos los futuros liquidadores deban buscar otra salida de escape y los chefs, que nada tienen que ver y están solo cumpliendo con su trabajo, puedan seguir haciendo milanesas.

Así que Juan Claudio escapa, como no podía ser de otra manera, mata a varios esbirros y se pone una jubilada boina en la zabiola y se manda a mudar por las callecitas de Bélgica caminando con las manos en los bolsillos de su sacón de hombre grande. De lejos, parece un simple gil sesentón, nadie en toda Bélgica advierte no solo que es un asesino a sueldo que acaba de acabar con un poderoso mafioso acabado sino que tampoco advierten que es el mismísimo Juan Claudio Van Damme en persona…

Y el tipo llega a su casa, enclavada en el cuarto piso de un edificio de morondanga habitado por prostitutas y belgas muy humildes, la puerta de su departamento está asegurada con 2 o 3 candados pedorros, que los abre con parsimonia y entra en su hogar, dulce hogar, que en realidad es una zapie piojosa, bastante ruinosa, con manchas de humedad y un par de muebles de cuarta.

Juan Claudio, presa de un ataque de rutina severa, se saca la boina y el sacón y pinta por el baño, percudido por los años y la falta de onda. Corre la canilla hacia la derecha y abre el grifo pero no sale agua, en realidad se abre una compuerta secreta que da paso a su verdadera finca: Un lujosísimo y súper cheto departamento de asesino a sueldo muy bien pago en donde se mezcla el buen gusto con un piano de cola, 4 violines sobre una cómoda y una tortuga de agua en una pecera, todo ambientado en colores marrón oscuro. Un capo, Juan Claudio. Y agarra y se pone a tocar el violín (ya ahí se la voló, siempre igual este tipo, viene bien, viene bien y se tiene que zarpar, es como los chicos, le das la mano y te agarran el codo… ¿Qué necesidad había de montar la escena del violín, Juan Claudio???).

Mientras tanto, en la sede policíaca “Tal”, un jefe de policía muy enojado (como siempre) les pregunta enardecido a dos de sus súbditos que cómo aún estaba con vida Joven Asesino, que ya deberían haberlo hecho boleta, que inventen una misión para engancharlo y así acabar con él, ya que sabe mucho.

Entonces justo sale en libertad habiendo cumplido 2/3 de su condena el malvado Gordo Insulso, que es quien antes de caer preso violó y dejó en estado vegetativo a la amada de Joven Asesino, por lo que ambos policías corruptos deciden que es la mejor opción, ya que invitar a Joven Asesino a aniquilar a Gordo Insulso es flor de tentación para el primero y una buena coartada para aniquilarlo por la policía segundos después, sacándose 2 molestias de encima: Terminar con Gordo Insulso y con Joven Asesino todo por el mismo combo.

Y por supuesto, Joven Asesino acepta. Y cuando está todo listo y Joven Asesino tiene en la mira a Gordo Insulso que sale justo de un banco con su hermano menor abrazado a un costado, ¿no va y aparece de arribeño Juan Claudio con la misma meta y todo se confunde y terminan haciendo cagar a Hermano y dejando con vida a Gordo Insulso? Un garronazo…

Así que Juan Claudio se va a entrevistar con David Nalbandian que, a pesar de ser un reconocido tenista caucásico, en esta ocasión lo han caracterizado de mulato-mulato, negro como el de la propaganda del chocolate águila; no sé con qué oscuro fin, pero es así como le digo. Y Nalbandian le da solo una bolsita de diamantes cuando debería darle dos y le dice que cuando termine con el trabajo le dará la otra.

Y bueno, la corto porque si no vamos a estar con esto un montón y no tiene sentido.

Para variar, la trama expuesta involucra a 2 asesinos a sueldo, uno joven y aventurero (Scott Adkins, muy parecido a Ben Affleck) y otro viejo y aplomado (Juan Claudio Van Damme), que luego de pelear y discutir y luchar por lograr la exclusividad del trabajo se unen para conseguir una victoria más segura sin siquiera repartirse la moneda, ya que parece ser que Juan Claudio vio “For a few dollars more” y le copó la onda que uno de los protagonistas lo haga por venganza y no solo por el vil metal.

Y se juntan y mezclan sus músculos y sus patadas en favor de una causa noble: Hacer mierda a Gordo Insulso, que actúa horriblemente su papel.

Pero luego David Nalbandian le ofrece más diamantes a Juan Claudio para que traicione a Ben Affleck y este acepta y entrega a Joven Asesino. Y cuando los esbirros de Gordo Insulso lo están torturando, Juan Claudio se da cuenta que Nalbandian es flor de garca y vuelve y lo rescata y juntos terminan con todos, meta patada voladora y tiros por doquier.

Así que ¿qué quiere que le diga?, una nueva atracción peculiar de Juan Claudio Van Damme mostrando más de lo mismo. Debo admitir que no es tan pero tan mala. ¿Copiada a miles? Sí, sin dudas. ¿Pero me entretuvo? Ni hablar. ¿Me gustó ver de nuevo Juan Claudio luego de al menos 20 años de evitarlo? Sí, por qué no admitirlo, es un patadista simpático que me cae bien. ¿Y entonces? ¿Cuántos Juanpablos le ponemos? Yo le pondría 4, mirá lo que te digo.

El otro día enganché una reciente entrevista que le hicieron a Juan Claudio en donde el reportero le preguntaba cómo había sido su vida sentimental en todos estos años en donde de seguro había conseguido muchas chicas con su implacable físico, y Juan Claudio admitió con una socarrona sonrisa el vaticinio del periodista haciéndose el langa. Motivo por el cual, el periodista aprovechó para consultarlo, con tanta experiencia debería poder darle un consejo o dos sobre cómo eran las mujeres dependiendo del país de origen. Y le preguntó entonces por la americana, luego quiso averiguar los secretos de la mujer alemana, que le dé detalles de cómo era la austríaca, la rusa, la mujer asiática, sin dudas la más bella, y Juan Claudio le contaba, con la mirada perdida en el horizonte, como recordando con nostalgia las incontables escenas de amor que ha tenido en su medio siglo de vida. Y luego el periodista, embelezado y con un poquito de sana envidia le preguntó, ya cerrando la nota: ¿Y la Belga? A lo que Juan Claudio respondió, tomándose la entrepierna con una mueca de dolor:

Echa mielda. Muy dololida.

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