Con: Adam
Sandler, Al Pacino (…), Katie Holmes, Elodie Tougne, Rohan Chand, David Spade y
Nick Swardson
Dirección: Dennis Dugan
Resulta que una vez más, y ya van como cien,
Adam Sandler es un adulto joven muy buena persona al que la vida le sonríe como
loco, tiene un excelente pasar y una vez más, y ya van como cien, tiene dos
hijos en plena edad de romper los huevos. Y una vez más, y ya van como cien,
está casado con una bella mujer que no aporta demasiado en lo actoral para no
quitarle crédito a Sandler y una vez más, y ya van como cien, la película está
protagonizada por tooodos sus amiguitos de reparto, actores sin el más mínimo
talento que con sus imbéciles apariciones fílmicas hacen que uno le dé cuantioso valor a las
colaboraciones que hicieren en su momento Rolo Puente o el narigón Miseria Espantosa a su
paso por este mundo.
Y Jack es muy normalón, muy de andar
calladito, muy de decir a todo que sí, muy de ir a trabajar, muy de no gritar
ni armar bardos pelotudos. Él pretende ir por la vida evitando dejar rastro de
su paso, pero cada día de acción de gracia o cumpleaños o día de la
independencia tiene un problema, resulta que tiene una hermana gemela, que es
igual a él, que se llama Jill, y que está protagonizada por él mismo,
travestido a mujer de 40 años, ordinaria, gritona, asexuada, tosca y gigante a la
que el amor le ha sido esquivo por siempre, quizás por reunir todas esas deleznables
condiciones, contrastando de manera extremadamente contrastante con su hermano,
como hace siempre Hollywood: PARA QUE NO QUEDE DUDA ALGUNA QUE SON EL AGUA Y EL ACEITE.
Jack no soporta a Jill, no la puede ni ver. E
intenta infructuosamente evitar cualquier contacto con su hermana, ya que esta lo
pone de muy mal humor con su manera explosiva de andar por la vida, pero
finalmente llega el fin de semana largo y Jill arriba desde su Nebraska natal para
visitar a su hermano, a su cuñada y a sus sobrinitos, construyendo así el
argumento más pelotudo, más fácil, más indignante y más vergonzoso que yo haya
visto en al menos cinco años.
Y nuestro director yankie salido de adentro de
la caja de un BigMac y siguiendo a rajatabla los preceptos del éxito seguro,
muestra con total desparpajo las contrastantes personalidades de ambos hermanos
al punto del ridículo más necio y tosco del mundo (nadie es tan calladito y
normalón, y nadie en el mundo grita así y rompe todo a su paso y hace quedar
como el culo a sus acompañantes todo el tiempo. Un poco de sutileza, por el
amor de dios).
Plagada de
lugares comunes que ya de tan comunes solo producen escandalosos espasmos de
ira, Jack & Jill se arrastra con babosa sinuosidad por los más mierderos gags que usted imagine hasta la sorprendente y funesta aparición de Al Pacino,
que se compone a sí mismo, en una escena en donde los gemelos Sandlers están
viendo un partido de basquetból y Jack descubre a Pacino en primera fila, que
está disfrutando del evento con una barba absolutamente trucha para que nadie
lo reconozca, sentado al lado de Johnny Depp.
Jack tiene
una próspera agencia de publicidad a la que la vida le sonríe como loco, igual
que a él, pero su cliente más poderoso (y volvemos siempre a la misma y
trilladísima herramienta que me desquicia del “cliente poderoso con el que se
está por cerrar un importantísimo negocio y así ser aun más y más
multimillonarios y entonces poder continuar cagándose de manera diarréica en toda la humanidad
que está pasando hambre en el mundo), que es una compañía tipo Starbucks que riega de
exquisitos cappuccinos el país del norte, y que se encachiló con que quiere que
el protagonista de su nueva propaganda sea Al Pacino, porque “Al Pacino” y “cappuccino”
pegan como cascotazo, entonces el slogan sería "Al Pacino toma cappuccino" o
alguna imbecilidad de ese tipo (yo sé que usted no me cree todo lo que yo le
estoy diciendo, pero tenga piedad, no se olvide que estoy escribiendo esto para
usted, póngale onda que me desmayo).
Y Jack ya
le dijo a su socio que ni en pedo se ilusione con que Al Pacino aceptará formar
parte de esa torpe publicidad, que no importaba el dinero que haya en juego ya que
Pacino era un tipo serio y no se iba a vender por semejante pelotudez (se ve
que Jack no está viendo su propia película, donde Pacino sí se vendió y
participó en algo mucho peor que una tonta propaganda de cappuccinos, pero
bueno...). Y ¿a qué no sabe qué se le ocurrió al que escribió esta historia en
tres minutos mientras se echaba un garco en el baño de una estación de tren?
¡Sí!, que Al Pacino, al cruzar sin querer su mirada con Jill en aquel partido de
basquetból, caiga en el más profundo enamoramiento y esté entonces dispuesto
a cualquier cosa con tal de tener la cachucha de Jill en sus manos y así ser
felíz por los años que le queden de vida.
Así es que
Jack comienza una tonta y enardecida cruzada por convencer a Jill de que
deponga su actitud y acepte salir con Alfonso Pacino así éste acepta filmar esa
estúpida propaganda, pero Jill, que es bruta, se tira los más frondosos pedos delante de cualquiera y
se la pasa rascándose la entrepierna y el zobaco como si fuera un animalito, paradógicamente tiene sus
principios bien arraigados y no aceptará salir con el señor Pacino si no lo ama.
Entonces
nuestro director se encontró con un dilema, y lo resolvió con lo primero que se
le ocurrió, que es que Jack se disfrace de Jill y así entonces enamorar a Pacino para que este actúe en la propaganda de los cappuccinos, pero
todo se descubre porque Jill lo agarra infraganti entonces él debe discuparse
con su hermana y asi entonces darse cuenta que ésta tiene un gran corazón y así
volver a respetarla y quererla como ella se merece porque bla, bla,
bla...
Es muy
injusta la vida.
Habría que
encarcelar a Adam Sandler.
Habría que
sacar un DNU que impida mediante prohibiciones y multas multimillonarias que
tipos del tamaño de Al Pacino se vuelen las pelotas de un escopetazo de esta manera por no
pensar bien lo que hacen, seguramente conquistados por una enfermedad senil que
no los dejan ver con claridad sus movimientos.
Cuidemos a
nuestros mayores.
No hubo un
solo momento en donde haya amenazado con esbozar una atisbo de semi sonrisa en
la comisura de mi labio superior.
No pueden ser tan hijos de puta de haber hecho esta película incalificable.