Con: Taylor
Kitsch, Alexander Skarsgård, Rihanna, Brooklyn Decker, Tadanobu Asano, Hamish
Linklater, John Tui, Jesse Plemons, Gregory D. Gadson, Adam Godley y el
invalorable aporte de Liam Neeson, como el "Admirable Vergüenza".
Dirección: Peter
Berg
Resulta que Alex es un
joven norteamericano que no quiere trabajar, que no se quiere alistar en la
marina y que solo quiere tomar cerveza y conocer minitas. Está sucio, dejado,
tiene el pelo largo y se la pasa dentro de un bar de mala muerte dándole a las
cervecitas esas pelotudas de 333 cmts cúbicos que los yankies toman como si
fuera agua de la canilla y que no los engorda en lo más mínimo, ya que todos
toman y toman pero siempre están en perfecto estado físico.
Y es su cumpleaños número 26 y su hermano mayor, un experto y rubio marino de corto pelo con una pulcra chomba
azul que cualquier suegra anhelaría tener como yerno, siempre bien afeitado e
incluso con un rico perfume, lo va a visitar al bar y le lleva un muffin con
una vela por el cumple, pero lo reta, le dice que debe dejarse de joder y
conseguirse una vida seria mientras Alex no le da bola y sigue chupando de la
cervecita en el bar de muy mala muerte en el momento en que ingresa una escandalosa
rubia en bikini y shortcito bien cortito y le pide al barman un “burrito de
pollo”. El barman, lejos de enloquecerse porque acaba de entrar una mina explosivamente
linda a su bar en donde solo hay borrachos y oscuridad y pobreza y cervecitas
pelotudas, y en donde la última vez que entro una mina más o menos pasable que
no le llegaba ni a los talones a esta fue en agosto de 1964, se encoge de
hombros, cierra el microondas con una mano y le dice que la cocina ya cerró. La
rubia le hace puchero, pero el gordo ni bola, se da vuelta y sigue limpiando la
mesada. Cero marketing, el tipo.
Así es que Alex se acerca
y le pregunta qué necesita y Rubia, haciéndole el mismo puchero, le dice que
tiene MUCHO HAMBRE y se quiere comer un burrito de pollo entonces, en vez de
decirle “Tomá, acá tenés este burrito de pollo” señalándose el ganso distraído,
le apuesta que se lo conseguirá en 5 minutos y que si logra su cometido, luego
le deberá una cita. Y Rubia parece que, o tiene mucho hambre en serio o está más
regalada que Samantha Farjat en la época del jarrón de Guillermo Cóppola, porque acepta
el reto y Alex sale desesperado a buscarle el burrito. Pero está todo cerrado,
así que ingresa de manera ilegal en un comercio para conseguírselo con tan mal tino que suena
la alarma y viene la policía. Y nuestro protagonista logra entregar en mano el
burrito a la rubia justo antes que una red de electricidad disparada desde esas
imponentes armas paralizadoras policiales le tome la espalda y lo deje
convulsionándose en la vereda, haciendo que Rubia muera de amor, que Hermano Correcto
desapruebe su tonta y heroica promesa y que yo tenga ganas de pegarme un tiro
en las pelotas, advirtiendo en el minuto cinco de filmación que esto que estoy
viendo es flor de cagada yankie pelotuda.
Y por supuesto que
aquel borrachín olvidado y abandonado se corta el pelo, se alista en la marina
y logra en muy pero muy poco tiempo llegar a capitán de navío al que EEUU le
confiere el temible destructor “John Paul Jones” que, lejos de haber sido
bautizado como el bajista de Led Zepellin, se refiere a un marino escocés que
luchó con bravura en la “revolución norteamericana”.
Así es entonces que
luego de un estúpido partido de futból en donde pierden en el último segundo
como si estuvieran jugando un partido de basquetból (estos yankies nunca
entenderán el futbol...), de inmediato zarpamos hacia aguas abiertas, con un
portaviones de última generación súper tecnológico al mando de un patético Liam
Neeson (padre de la rubia de los pantaloncitos), por un destructor implacable dirigido
por Hermano Correcto y por el temible “John Paul Jones” que conduce con bravura
y muy mala actuación este zapato que eligieron para esta basura hollywoodense.
Mientras tanto, en
otra parte del planeta, unos científicos muy inocentes están mandando ondas al
espacio a ver qué onda con los extraterrestres sin contemplar que quizás éstos,
los extraterrestres, sean más malos que la mierda e intenten aniquilarnos en caso
de descubrirnos. Y así es, los marcianos dicen: “¿Ah, sí? Ahí vamos, putos”. Y
vienen, con unas súper naves saltadoras que flotan en el agua. Y son muy malos,
muy superiores y logran diezmar la flota naval norteamericana con unos
cuetes inesquivables que tiran sólo que…, sí, adivinó: Aquel muchachito dejado
y de largo y sucio pelo por el que nadie daba dos pesos termina transformándose
en un heroico salvador de la humanidad, pero no al mando de su poderoso John
Paul Jones, no, no se olvide que estos yankies son bien exagerados… Resulta que
los marcianos logran destruir todos los barcos copados de última generación y
solo queda un inmenso destructor del año del pedo convertido en la actualidad en museo flotante administrado por ancianos marinos que, ya jubilados, viven de los paseos que
les puedan vender a los turistas. Entonces Protagonista sube al vejestorio de acero y
mira con respeto a los viejitos y les dice, con exagerado rostro de "honor": “Necesitaré de vuestra
ayuda, Estados Unidos de Norteamérica ya les ha pedido mucho y me avergüenza
tener que convocarlos nuevamente, pero…” y un viejito lo interrumpe y le dice,
súper valeroso: “Cuenta con nosotros, hijo, para lo que necesites.” Y entonces zarpan, cargan los
cañones y con ése barco viejo y oxidado aniquilan a los alienígenas dejando
bien en claro que son los mejores y los más buenos, por lejos; y tan buenos y
mejores son que hacen mierda a estos marcianos súper poderosos con un barco
viejo y analógico y con sus marinos jubilados a bordo!, dejando bien en claro que no hay que meterse con
EEUU.
Y mientras todo esto
sucede en alta mar, Rubia, por su parte, atiende en un hospital militar a
soldados que hubieran sufrido amputaciones en la guerra de Irak. Y el hospital
está plagado de oficiales negros (porque todos los que pierden extremidades son
negros o latinos indocumentados, nunca un rubio) rehabilitándose con las súper
sofisticadas prótesis que el gobierno les provée GRATIS para que puedan tener una
mejor calidad de vida. Y hay un negro grandote que perdió ambas piernas y que
no le ve más sentido a su vida porque él nació para proteger a su país y ahora
sin piernas no podrá hacerlo más, pero Rubia lo convence de que debe hacer
ejercicio y parten a caminar por la montaña y las distintas vicisitudes de la película terminan con este negro logrando reducir al más malo de los marcianos
justo cuando iba a apretar un botón que no debería apretar, así que tenemos doble
triunfo: Protagonista es el héroe que salva a la humanidad en alta mar y Negro
Sinpiernas es su parteneire justiciero en tierra firme. Y el mundo vuelve a ser
feliz gracias a estos intrépidos norteamericanos que, si no fuera por ellos,
estaríamos cagados para siempre.
Así que ya lo sabe, si
usted gusta del cine de acción plagado de lugares comunes, rociado
abundantemente de exacerbación yankie y con monumentales dosis de egocentrismo
despiadado, vaya ahora mismo y resérvese una copia, la va a pasar fenómeno.
Una obra maestra de la
exageración, la hipocresía, la mala actuación y la construcción a los pedos de una película de acción sin argumento lógico.
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