Con: Donald Sutherland e Hijo, Demetria Moore,
Michael Wincott, Brian Cox y elenco
Dirección: Jon Cassar
Yo le explico, porque de lo contrario se va a
poner mal al cuete y no tiene sentido, hay cosas peores por las que indignarse.
Jon Cassar fue el director de esa tonta serie “24”
–ojo, le digo tonta porque para mí todas
las series lo son, más allá de que estén o no buenas. Una serie es una historia
segmentada en equis cantidad de capítulos con montones de minutos de relleno
que no sirven para nada y un sinnúmero de finales de capítulo solo construidos
para dejar a uno con la obligación de ver el siguiente sin una coma corrida del
mecanismo utilizado por las mediocres novelas centroamericanas de los ochentas.
Entonces la serie puede ser muy buena y el mundo entero puede estar hipnotizado
por este género. A mí no me agarran, no tengo ese tiempo que pretenden robarme.
Quien sabe “24” fue genial, es
probable que House of Cards, Game of Thrones, Walking Dead, Prison Brake,
Mad Men, Doctor House o las cien mil series que salieron porque el público
las consume desenfrenado sean buenas, pero todas tienen el mismo defecto: están
aguadas al cuete para extender la historia, tienen montones de finales de
capítulo evitables y son una trampa mortal para el ser humano de hoy que no
tiene tiempo que perder viendo una historia que podría durar 2 horas a lo mucho
pero está dividida en 24 capítulos y 4 temporadas. He dicho-, y entonces,
decía, Cassar entabló una fortísima relación con Kiefer y le pidió que le haga
la gamba porque quería hacer un film de vaqueros, y como Kiefer está aún más de
vuelta que su propio padre le dijo que sí, sobre todo porque hacía años que
Donald le pedía filmar una película juntos y entonces el tipo mató dos pájaros
de un tiro.
Eso sí, el film es recontramalísimo y las
actuaciones son por lo menos patéticas, así que Jon Cassar puede haber
deleitado a un sinnúmero de pececitos atrapados en el mediomundo de la serie “24”,
pero como director de films en serio es bastante nabo y torpe.
Hay un momentito chiquito, chiquito –debo admitir- en donde Kiefer se quiebra
por una recontra pelotudez y llora junto a su padre, y ambos logran la escena
con maestría. Debe ser difícil trabajar con tu padre y hay que reconocerles ese
chiquito mérito.
El resto no sirve ni para envolver huevos
frescos en un almacén de barrio.
Le pongo 2 Juanpablos
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