Con: Kent Moran, Michael Clarke Duncan, S.
Epatha Merkerson, Justin Hartley, Rob Morgan y elenco
Dirección: Kent Moran
Resulta que Kent Moran nunca vio -a pesar que usted no pueda siquiera
concebirlo- Rocky I, II, III, IV, V, VI o Creed. Nunca en su vida
las vio, ni siquiera por canal 5 en un sábado de estreno. Y entonces un día se
levantó y se dijo: “Al cine internacional le falta una buena película de boxeo,
de un muchacho que por ejemplo venga bien de abajo, que no tenga ni para comer,
que trabaje de sol a sol y aun así no pueda pagar la renta del Sr Barriga y
entonces una tarde llega a su pequeña casucha de muchacho pobrísimo y se
encuentra una faja intimidatoria que reza que no pagó y ahora deberá vérselas
con el juez (lo extraño es que el joven
trabaja de mecánico en un taller, no es un indigente, no vive en una mansión y
no tiene que mantener a ninguna familia porque es joven y soltero, así que le
deben pagar 3 dólares por día en el taller donde lo explotan, porque de lo
contrario estamos ante un tremendo pelotudo que no puede juntar los míseros 300
dólares que debe tener que pagar por ese infecto cuartucho de morondanga, y si
uno pone sobre la mesa de discusión que no vio ninguna Rocky…, seguro es esto último)
Así es que la vida no le presta atención y él
se pasa los días llegando tarde al trabajo, peleándose con su jefe y saliendo a
correr con unas viejas zapatillas de muchacho pobre y pueblerino con la ilusión
de algún día poder ser entrenado para boxear por algún entrenador de renombre y
así es que conoce a Michael Clarke Duncan, otrora excelso John Coffey y en los
últimos respiros de su corta vida devenido en patético entrenador de box de esta
recontra malísima película, quien al principio no quiere entrenarlo –como ocurre en todos los manuales de films
mediocres e innecesarios- hasta que finalmente decide ayudarlo –¡Genial! ¡De lo contrario no hubiese habido
película!- y entonces las diversas vicisitudes que afligen al joven lo
afligen y vicisitudean de manera afligente y el entrenamiento se le hace muy
cuesta arriba y para colmo la actriz que hace de su madre -la cual es afroamericana mientras él es recontra rubio pero como no
consiguieron otra actriz que se preste a esta vergüenza ajena agarraron a esta
madura mulata y le espolvorearon un poco la cara con talco- descubre que su
bello y disparatadamente rubio hijo está entrenando para boxear y entonces lo
reta y le dice que abandone y Michael
Clarke Duncan se enoja porque le hizo perder el tiempo -Michael Clarke Duncan ya ni siquiera sabe pararse delante de las
cámaras, hasta su pose es patética- y de ahí en adelante el film nos
presenta casi sin una coma corrida la exacta copia de Rocky, perpetrada casi 40
años después por este singular mal director que, para colmo de males,
protagoniza el film que diera por terminada la carrera de Michael Clarke Duncan
quien murió poco después de terminar de filmarla, así que ni se le ocurra. No
vaya a cometer el error de ver a este rubio de nariz respingada no recibir
ningún puñetazo en esa nariz para aplastársela como le correspondería a
cualquier boxeador salvo a este, que va a las peleas y vive salvándose de la
trompada de frente mientras su madre negra lo mira por TV y se lleva muy mal las
manos a la boca por el temor de que le quiebren el tabique a su extraño caucásico
retoño.
Ponerle 2 Juanpablos sería faltarle el respeto
a John Coffey. Quedémonos por siempre con ese recuerdo y no lo arruinemos con
esta súper hijaputez inconcebible.
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