Con: Adam Sandler,
Andy Samberg, Eva Amurri Martino, Leighton Meester, Milo Ventimiglia, Blake
Clark, Meagen Fay, Tony Orlando, Will Forte, Rachel Dratch, Nick Swardson,
Vanilla Ice y la indeseable actuación del otrora grande del cine James Caan
Dirección: Sean Anders
Resulta que
la película empieza con un Adam Sandler pequeño, de catorce años, en el momento
en que sus testículos no paraban de fabricar espermatozoides en cantidades
industriales mientras surcaba el primer año de Preparatoria junto con un par de
terriblemente horripilantes jóvenes malos actores que aun están a tiempo de
buscar otra forma de sustentar su economía. Y caminan por los pasillos del colegio
en busca de llamar la atención hasta que de pronto aparece en el camino la profesora
más seductora, más voluptuosa, más joven, más tetona y más exagerada (cero sutilezas) que usted haya visto y,
caminando como una loba en celo, se acerca a un bebedero para tomar agua como
si estuviera soplando flor de tarasca para luego secarse los labios con la
lengua, en el típico y excitante movimiento en donde el órgano libador que
poseemos dentro de la boca emerge de la cavidad bucal y pasea con implacable
determinación por el labio superior, generalmente de izquierda a derecha,
produciendo en el veedor una inexplicable necesidad de ponerla.
Ambos
extras que acompañan al joven Sandler se quedan boquiabiertos, impedidos de hacer
comentario alguno, pero el joven Sandler no se queda callado. Se acerca a la ProfeSex
y la invita a un recital de Van Halen para después ir a un telo a que le
succione bien el glande.
Profesex,
lejos de aceptar la propuesta, lo penitencia por un mes en la escuela para que se
quede unas horas más que el resto mientras ella termina con el papeleo diario
y, en un ataque desesperado por montar una película con dos mangos con cero
trama, cero inventiva, cero originalidad y volviendo a utilizar los mismos argumentos y gags que ya eran viejos en la época de Olmedo y Porcel, los productores deciden que en realidad
la ProfeSex lo penitencia porque quiere estar sola con él y así poder empomárselo. Y se lo re empoma. Y se hacen
novios. Y se la pasan cogiendo. En todos lados. En la casa de ella. En el
colegio. En un importante y multitudinario acto escolar, detrás del telón, al
punto en que cada vez que el disertante detiene su discurso se oyen los
alaridos de Profesex, que está siendo víctima de un curioso orgasmo.
El
director, cansado de los espasmódicos reverberantes alaridos y gimoteos, decide
abrir el telón para ver quién anda ahí, dejando en evidencia a Profesex,
absolutamente en pelotas y sobre un piano siendo embrochetada por el jovencito
Sandler, a quien la multitud ovaciona de inmediato, batiendo furiosas palmas y
enérgicos vítores.
Así que
todo mal para la ProfeSex. Y todo bien para el joven Sandler.
La
ProfeSex, quien luego de las constantes y sistemáticas empomadas sin protección
de parte de Sandler queda en cinta, es enviada a prisión por la pacata justicia
por más de treinta años.
El joven
Sandler, en cambio, al vivir en Norteamérica, se hace inmensamente famoso y
comienza a salir en las tapas de las revistas más copadas del mundo. Y el
dinero le llueve por doquier. Y se hace millonario.
Y el tiempo
pasa y la ProfeSex continúa detenida y Sandler se hace grande y perdedor y
olvidado por el público mientras que Todd, el hijo de ambos, ya es un hombre
maduro que va a casarse con su prometida.
Todd es un
joven exitoso que reniega de sus verdaderos padres y al que la vida le augura
un futuro por demás de prometedor.
Pero a
Sandler le cayó la AFIP, y le pidió que pague todos los impuestos a las
ganancias que jamás pagó. Debe sólo 43.000 dólares, pero no los tiene. Y un
productor le ofrece ese dinero a cambio de que convenza a su hijo de ir a la
tele a hacer un programa especial en donde la gente pueda saber qué fue de la
vida de estos tres pícaros delincuentes a los que el destino y el paso de los
años los dejó olvidados y sepultados como a Samantha Farjat, Natalia De Negri y
los policías Gerace y Diamante.
Así que, en
un arrojo monumental de mierda hollywoodense, Sandler debe encontrar a su hijo,
que lo niega y le dice a todo el mundo que su padre está muerto, y convencerlo
de que asista a ese programa del tipo Jorge Rial y así entonces poder cobrar
las cincuenta lucas mientras, con tal de conseguirlo, hace quedar mal a su hijo
delante de todos sus familiares políticos con las sandeces, ordinarieces,
faltas de respeto al buen gusto e indignantes escenas sobre masturbación,
semen, caca, mocos, cerveza, eructos y pedos usted haya visto desde las películas
vomitivas de Eddie Murphy en donde componía varios personajes a la vez.
Así que
está advertido.
Ahora, si
después va, agarra un ejemplar de That’s My Boy, y se va a su casa sonriendo y
caminando lo más campante para disfrutarla meta cerveza y palomitas de maíz, es
cosa suya. Ya lo dijo el refrán cantonés: “Gustos son gustos dijo una vieja
mirando una película mala de Adam Sandler”.
Ponerle 1
Juanpablo sería muchísimo. Hacer cualquier mención sobre la participación de
James Caan en este pseudo film me daría mucha vergüenza por lo que fue este tipo. Hay actores que,
sabiendo sus limitaciones y habiendo tenido la bendición de quedar como socios
vitalicios en el club de los grandes por haber colaborado en alguna película
bisagra, deberían esconderse y no salir más a la calle. Es muy triste verlos en
estos presentes tan lastimosos.
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