Con: Tony Leung Ka Fai,
Chao Deng, Carina Lau, Bingbing Li, Andy Lau, Jean-Michel Casanova, Sos Haroyan y gran elenco
Dirección: Hark Tsui
Resulta que hace miles de años, en la China de
bocha de tiempo atrás, una mujer ha sido elegida emperadora y, en su vanidad,
mandó a construir una monumental efigie de su esbelto chino cuerpo de más de sesenta metros de
alto a la que aun no consiguen terminar de edificar a pesar de ser centenares
de chinos quienes, obligados a punta de pistola, látigos y amenazas de muerte,
dejan su vida y sus años prósperos en la construcción de esta imponente
innecesidad.
Y viene un ministro español, que actúa pésimo, viene de visita a
China a ver cómo va la construcción de la monumental efigie que, vista desde
lejos, tiene la altura de uno de esos importantes rascacielos que el
mundo aun no conocerá por varios siglos más y, tocándose la barba y dándose
aires de sabelotodo mal actor, asiente sorprendido ante las explicaciones de quien le
obsequia la visita guiada al interior del monumento.
Luego toman un ascensor de esos que no
existían a principios del milenio pasado y suben y suben hasta la cima de la
efigie para poder contemplar el horizonte, como cuando uno iba por veinte
dólares y visitaba el último piso de las Torres Gemelas antes que éstas fueran
dinamitadas por George W. Bush con el oscuro fin de montar toda una escenita,
echarle la culpa a un loquito religioso y embarcarse en una guerra contra el
terrorismo para así quedarse con el petróleo de Irak y ahorcar de yapa a Saddam
Hussein, que nada de nada tenían que ver con el episodio de las Torres pero que lo tenía roto las pelotas con eso de pretender cobrar lo que le correspondía por el kilo de crudo. Pero bueno, me re fui
por las ramas, perdón.
Y cuando están por salir al balcón, un lacayo,
plebeyo o como se llamen los extras del montón que hacen de chinos laburantes,
le confiesa desesperado al oído a su superior que alguien cometió el improperio de “tocar
los amuletos” de no sé dónde y que ahora tendrían muchísima mala suerte con no
sé qué otra cosa. Y a su superior la noticia le cae como el culo, mira a su subordinado
como si quisiera acogotarlo en público pero se rescata y se hace el pelotudo, como lo hacen los chinos, que se les nota por todos lados que están ocultando
algo e invita al español mal actor a pasar al balcón y así contemplar el hipnótico paisaje. Pero al rato, y mientras disfrutan del vértigo de estar ahí arriba, el superior
comienza a arder de adentro hacia afuera como si hubiera sido víctima de CHE
(Combustión Humana Espontánea) y, agitando los brazos como esos muñecos
inflables que nos alertan de que “hay lugar” para estacionar, empieza a humear
por la boca, ojos y oídos hasta que su cuerpo se convierte en brasas y todos
corren despavoridos, horrorizados por haber sido testigos de tan improbable
muerte.
Entonces llega un Recontra Superior, un chino
con muchísima cara de pocos amigos que, teñido de rubio y en franca pose de
Oggi Junco, comienza a las patadas voladoras para descubrir quién fue el asesino del
hombre que acaba de morir incinerado. Lacayo levanta la mano, temeroso, e intenta explicarle que nadie lo
mató y que su deceso es sólo producto de la miseria y la mala suerte que cubrirá
por siglos al imperio ahora que justo no sé quién osó tocar los amuletos de no sé dónde. Pero Recontra Superior en lugar de creerle y tomar cartas en el asunto (reacomodar los estúpidos amuletos, por ejemplo) lo caga bien a patadas y lo confina a prisión, por
insolente, para luego viajar hacia el palacio imperial, que no
es una copada cervecería de la calle Pellegrini sino el castillo donde habita la poderosa emperatriz, para informarle
la terrible noticia.
Y mientras se explaya frente a ella enfocando su cara al piso con ese respeto sobredimensionado que utilizaban los generales cuando se dirigían a sus emperadores como si no fueran dignos de mirarlos a los ojos, otro Recontra Superior que viene de la cabalgando apresurado de la zona de la efigie comienza a humear en su caballo, preso de la misma misteriosa enfermedad que calcinare al otro chinete.
Y mientras se explaya frente a ella enfocando su cara al piso con ese respeto sobredimensionado que utilizaban los generales cuando se dirigían a sus emperadores como si no fueran dignos de mirarlos a los ojos, otro Recontra Superior que viene de la cabalgando apresurado de la zona de la efigie comienza a humear en su caballo, preso de la misma misteriosa enfermedad que calcinare al otro chinete.
Y la emperatriz, testigo ocular del momento,
obliga a Recontra Superior a detener su chismoseo y se va a su alcoba con su
colaboradora más cercana. En su rostro se ve que está preocupada y que sabe qué
está pasando, y quizás fuera a convocar una inminente reunión de urgencia con sus
consejeros para encarar el problema con las armas adecuadas. Pero no, lo que
hace es reunirse con un bambi (sí, un bambi, un venado, un ciervo) que le
explica en perfecto chino cómo debe resolver el intríngulis.
Y ahí la saqué. Me levanté y la saqué. Creo
que habían pasado 9 minutos de filmación, ya tenía las pelotas por el piso de los chinos, de las malas actuaciones y de la elemental, irreal y tonta trama de esta güevada irremediable y lo único que
necesitaba para saltar de la cama y quitarla de mi vista era que apareciera un cervatillo parlante chino.
Así que no sé ni cómo sigue ni qué ocurrió ni si re acomodaron o no los putos amuletos de mierda..
Solo sé que no debe perder el tiempo con esta
boludez inaplicable que no sirve ni para que sus niños pasen el rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario