lunes, 3 de diciembre de 2012

Detective Dee And the Mystery of the Phantom Flame (2012)








Con: Tony Leung Ka Fai, Chao Deng, Carina Lau, Bingbing Li, Andy Lau, Jean-Michel Casanova, Sos Haroyan y gran elenco

Dirección: Hark Tsui


Resulta que hace miles de años, en la China de bocha de tiempo atrás, una mujer ha sido elegida emperadora y, en su vanidad, mandó a construir una monumental efigie de su esbelto chino cuerpo de más de sesenta metros de alto a la que aun no consiguen terminar de edificar a pesar de ser centenares de chinos quienes, obligados a punta de pistola, látigos y amenazas de muerte, dejan su vida y sus años prósperos en la construcción de esta imponente innecesidad.

Y viene un ministro español, que actúa pésimo, viene de visita a China a ver cómo va la construcción de la monumental efigie que, vista desde lejos, tiene la altura de uno de esos importantes rascacielos  que el mundo aun no conocerá por varios siglos más y, tocándose la barba y dándose aires de sabelotodo mal actor, asiente sorprendido ante las explicaciones de quien le obsequia la visita guiada al interior del monumento.

Luego toman un ascensor de esos que no existían a principios del milenio pasado y suben y suben hasta la cima de la efigie para poder contemplar el horizonte, como cuando uno iba por veinte dólares y visitaba el último piso de las Torres Gemelas antes que éstas fueran dinamitadas por George W. Bush con el oscuro fin de montar toda una escenita, echarle la culpa a un loquito religioso y embarcarse en una guerra contra el terrorismo para así quedarse con el petróleo de Irak y ahorcar de yapa a Saddam Hussein, que nada de nada tenían que ver con el episodio de las Torres pero que lo tenía roto las pelotas con eso de pretender cobrar lo que le correspondía por el kilo de crudo. Pero bueno, me re fui por las ramas, perdón.

Y cuando están por salir al balcón, un lacayo, plebeyo o como se llamen los extras del montón que hacen de chinos laburantes, le confiesa desesperado al oído a su superior que alguien cometió el improperio de “tocar los amuletos” de no sé dónde y que ahora tendrían muchísima mala suerte con no sé qué otra cosa. Y a su superior la noticia le cae como el culo, mira a su subordinado como si quisiera acogotarlo en público pero se rescata y se hace el pelotudo, como lo hacen los chinos, que se les nota por todos lados que están ocultando algo e invita al español mal actor a pasar al balcón y así contemplar el hipnótico paisaje. Pero al rato, y mientras disfrutan del vértigo de estar ahí arriba, el superior comienza a arder de adentro hacia afuera como si hubiera sido víctima de CHE (Combustión Humana Espontánea) y, agitando los brazos como esos muñecos inflables que nos alertan de que “hay lugar” para estacionar, empieza a humear por la boca, ojos y oídos hasta que su cuerpo se convierte en brasas y todos corren despavoridos, horrorizados por haber sido testigos de tan improbable muerte.

Entonces llega un Recontra Superior, un chino con muchísima cara de pocos amigos que, teñido de rubio y en franca pose de Oggi Junco, comienza a las patadas voladoras para descubrir quién fue el asesino del hombre que acaba de morir incinerado. Lacayo levanta la mano, temeroso, e intenta explicarle que nadie lo mató y que su deceso es sólo producto de la miseria y la mala suerte que cubrirá por siglos al imperio ahora que justo no sé quién osó tocar los amuletos de no sé dónde. Pero Recontra Superior en lugar de creerle y tomar cartas en el asunto (reacomodar los estúpidos amuletos, por ejemplo) lo caga bien a patadas y lo confina a prisión, por insolente, para luego viajar hacia el palacio imperial, que no es una copada cervecería de la calle Pellegrini sino el castillo donde habita la poderosa emperatriz, para informarle la terrible noticia.

Y mientras se explaya frente a ella enfocando su cara al piso con ese respeto sobredimensionado que utilizaban los generales cuando se dirigían a sus emperadores como si no fueran dignos de mirarlos a los ojos, otro Recontra Superior que viene de la cabalgando apresurado de la zona de la efigie comienza a humear en su caballo, preso de la misma misteriosa enfermedad que calcinare al otro chinete.

Y la emperatriz, testigo ocular del momento, obliga a Recontra Superior a detener su chismoseo y se va a su alcoba con su colaboradora más cercana. En su rostro se ve que está preocupada y que sabe qué está pasando, y quizás fuera a convocar una inminente reunión de urgencia con sus consejeros para encarar el problema con las armas adecuadas. Pero no, lo que hace es reunirse con un bambi (sí, un bambi, un venado, un ciervo) que le explica en perfecto chino cómo debe resolver el intríngulis.

Y ahí la saqué. Me levanté y la saqué. Creo que habían pasado 9 minutos de filmación, ya tenía las pelotas por el piso de los chinos, de las malas actuaciones y de la elemental, irreal y tonta trama de esta güevada irremediable y lo único que necesitaba para saltar de la cama y quitarla de mi vista era que apareciera un cervatillo parlante chino.

Así que no sé ni cómo sigue ni qué ocurrió ni si re acomodaron o no los putos amuletos de mierda..

Solo sé que no debe perder el tiempo con esta boludez inaplicable que no sirve ni para que sus niños pasen el rato.




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