lunes, 31 de diciembre de 2012

The Cold Light of Day (2012)







Con: Henry Cavill, Verónica Echegui, Sigourney Weaver, Joseph Mawle, Caroline Goodall, Rafi Gavron y la tonta e innecesaria actuación de Bruce Willis, que se ve que tiene cuantiosas deudas y necesita trabajar de lo que sea, incluso volándose la tararira de un certero escopetazo como lo hiciere en su momento Val Kilmer.

Dirección: Mabrouk El Mechri


Resulta que Jovencito Apuesto debe viajar alguna paradisíaca costa de España para pasar las fiestas o algo así con su paradisíaca familia. Jovencito Apuesto vive en Norteamérica y tiene una financiera, pero su familia vive en España, ya que su padre, el célebre y ahora venido a pésimo Bruce Carlos Willis, vive una cómoda vida también bañada por las geniales mieles de las finanzas, labor ideal para que el director la haga corta y no complique demasiado el tema de la trama. Y este es un consejo para aquellos niños futuros directores de cine que leen este didáctico blog: 

Si tienen que mostrar un personaje adinerado, lo más copado es hacer que el tipo sea dueño de una “financiera”, va como piña, porque si uno se abraza a buscar algo más real, como que el tipo tiene el dinero que tiene porque, qué sé yo, es dueño de la más incomparable fábrica de cucuruchos de helado que exista en el mundo y por ello acaba de firmar un millonario contrato con Häagen-Dazs, por poner un ejemplo, es un quilombo. Porque hay que ponerlo caminando en la fábrica, dando directivas rodeado de un montón de empleados, conseguir una fábrica de cucuruchos con tecnología de avanzada y pedirla prestada, que no es fácil, esperar que el dueño tenga justo un día libre y nos la preste, esperar que los empleados de la cucuruchería no pidan locuras a la hora de cobrar el bolo que les correspondiere por hacer que están trabajando… Así que lo mejor es clavar un “el tipo tiene una financiera” y chau, gran elección, sin dudas.

Entonces viaja a España, llega al aeropuerto y su padre, Bruce Carlos Willis, lo recibe con un fuerte abrazo y se van hacia el antiguo pueblito español enclavado en una gran roca, soleado y veraniego como pocos he visto, para disfrutar de un fin de semana largo en familia, junto a "mamá extra desconocidísima", hermano que ni siquiera debe ser actor y novia del hermano a la que para colmo no le dieron siquiera una sola línea para que dijera, por lo que entonces uno ya sabe, en el minuto cinco de filmación, que todos morirán en breve o que serán secuestrados o abducidos por los marcianos o algo de eso.

Y entonces brindan y chupan en un divino, inmenso y costosísimo velero cuando a Jovencito Apuesto le suena el celular, es un abogado que le dice que su empresa acaba de quebrar y que debe volver a EEUU para enfrentar el problema y así dar la cara en el banco (…). Pero él está con su familia, y no va a viajar hasta dentro de cinco días. Y el abogado continúa molestándolo por teléfono hasta que su padre, Bruce Carlos Willis, cansado de ver que su hijo no puede desconectarse del trabajo, le manotea el Blackberry y se lo arroja en simpático sapito al mar Mediterraneo. Jovencito Apuesto aun no le dijo a su padre por qué estaba tan necesitado de atender los llamados y se enoja mucho, ya que tiene más de treinta años y no necesita ese sermón torpe que acaba de propinarle, así que agarra una bolsa hermética, pone unos pocos euros, salta al mar y nada hacia la costa para continuar con los llamados desde un teléfono público pero cuando regresa, el velero de su padre ya no está. Corre hacia la otra costa de la islita, a veinte o treinta cuadras y al menos encuentra el velero. Ya no hay extras familiares y Bruce Carlos Willis no está en el lugar. Y el velero está todo desordenado.

Sorpresa. Incertidumbre. Confusión. Desorden.

Así que va a la policía, a hacer la denuncia, pero un grupo de extraños terroristas comienza a perseguirlo meta tiros y todo se confunde aún más, porque los torpes policías españoles de inmediato aseguran que es él quién es el malo -porque eso siempre pasa en este tipo de películas, los únicos policías que la tienen clara son los estadounidenses. Si un actor norteamericano comete el improperio de viajar a protagonizar una película en Marruecos, Río de Janeiro, Madrid, Moscú o Casilda, deberá tener mucho cuidado de quedar en el medio de una balacera, porque los policías de las otras partes del mundo son bien tontos y de inmediato acusan de culpable a quien no lo es, dejando escapar al verdadero malhechor-. Así que empiezan a correrlo y a gritarle que se detenga hasta que Bruce Carlos Willis reaparece en la filmación, mete a su hijo en un auto y se piantan del lugar. 

En el viaje, Bruce Carlos le dice la verdad a su hijo, que en realidad trabaja para la CIA, que no es un financista, que tiene “una cosa” en un valijín y que esa cosa se la disputan dos o tres agencias de espionaje, y que sobre todo tiene que tener cuidado con ¡RATATATATÁ!!!, y lo matan. Y eso es todo, ahí termina la colaboración de Bruce Carlos Willis y la película aun no llegó a la octava parte de filmación, así que a no sorprenderse y a acomodarse en el sillón, que va a ser testigo de una simpática y muy medio pelo película de vértigo-suspenso, donde un joven apuesto al que pocos conocen (Immortals - Stardust - Red Riding Hood), de la mano de una atractiva y también desconocida jovencita, deberán sortear un montón de extras que hacen de agentes del Mosad que tienen secuestrados a los extras familiares y que se disputan desesperados con la célebre y también abandonada a su suerte Sigourney Weaver, que también sorprende actuando de implacable e insensible directora de la CIA, ese imbécil maletín en esta boludez insospechada.

Así que ya lo sabe, si usted gusta de que le metan el perro con una tapa en donde un joven y apuesto casi desconocido, arma en mano  y actitud de supervivencia, mira para un costado con temor mientras detrás suyo Bruce Carlos Willis pone cara de estar esperando el 115 en Colón y Pellegrini, vaya y alquílela. Lo que es yo, le digo de onda, esta película es bien boluda.

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