Con: Omar Metwally, Alexandra Maria Lara, Charlotte Gainsbourg, Laura
Linney, Anthony Hopkins, Hiroyuki Sanada, Ambar Mallman y la innecesaria participación de Norma
Aleandro en el papel de “Alma”
Dirección: James Ivory
Resulta que Omar,
un próspero y mal actor estudiante de letras desea escribir la biografía del célebre escritor Jules Gund, quien se ha
descerrajado un tiro en la capocha, presa de una oscura e imprecisa depresión.
Así que, actuando muy pero muy mal su rol y demostrando por todos los poros que
lo suyo sólo será una suerte de “hilo conductor” de lo que ocurrirá más luego
con otros actores mucho más conocidos, discute al cuete con su bella Deirdre (María Lara) y se
pianta al Uruguay, donde la familia del célebre Gund tiene un campo pero, en
lugar de hacerlo laburar como haría usted o yo, lo tienen abandonado y viven
solo de las ganancias que el famoso y único libro escrito por el finado les
sigue dejando a toda la troupe de vividores, compuesta por: Un hermano gay
(Hopkins) y su novio malayo (Sanada), la viuda de Gund (Linney), la amante de Gund (Gainsbourg)
y Portia, la pequeña hija que Gund tuvo con esta última (Mallman).
Así que Omar llega
al Uruguay, un Uruguay descripto de la manera más humilde que usted imagine con
los colectivos Mercedes 1114 más viejos y oxidados que encontraren en el parque
automotor y con mucho, mucho campo abierto, para que uno pueda contemplar la selva, la nada y el más certero tercer mundo en su más puro néctar.
Y Omar no habla castellano ni mucho menos,
pero los uruguayos son gente piola, y de inmediato lo llevan, termo bajo el brazo, a la
estancia del viejo escritor recientemente suicidado. Aunque luego la cruda
realidad le da una piña en la cara: Tanto viaje al pedo y ahora resulta que la
viuda lo recibe con respeto y extremada distancia advirtiéndole que ni en pedo,
mirame bien a los ojos: NI EN PEDO te voy a autorizar a que escribas la biografía
de mi difunto esposo. Tengo una carta escrita por él con sus últimos deseos donde
claramente me ordena que NO PERMITA BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA QUE ESCRIBAN UNA
BIOGRAFÍA SOBRE LA HISTORIA DE SU VIDA, así que estás perdido, nene. Perdido y
acabado. E hiciste este viaje al pedo como claxon de avión, o cenicero de
moto, porque por más que te arrodilles o que intentes persuadirme JAMÁS
PERMITIRÉ QUE ESCRIBAS UNA SOLA LÍNEA HACIENDO ALUSIÓN ALGUNA A LA BIOGRAFÍA DE
MI DIFUNTO MARIDO, ¿ESTÁ CLARO?
Así es que Omar, meditabundo
y cabizbajo, se va del casco de estancia y se acerca a la otra casa que está a
pocos metros, donde Hopkins se hace arrumacos con su novio malayo,
sensiblemente menor que él. Omar se presenta, le dice qué vino a hacer, y
Hopkins es re buena onda y le aconseja que le insista a Linney, que seguro la
convence (¿?), y lo invita a comer una parrillada al único puesto del pueblo
donde la casualidad más furtiva hace que Hopkins se encuentre con su gran amiga
del alma, “Alma”, justamente y valiendo la redundancia, compuesta con gran
perplejidad para este humilde servidor por Normita Aleandro, que no pincha ni corta en el filme, que su
vasta trayectoria supera por muchísimo a cualquiera de los demás actores presentes,
y que su papel ha sido tan pero tan descuidado e innecesario que queda claramente en orsai,
desubicado y fofo, mancillando su buen nombre con gran celeridad.
Y ahí comienza
entonces este bodrio pelotudo que logró obligarme a verlo ya como una especie
de prueba de fuego apostada a mi propio ego, donde Omar se pasa la película entera pidiéndole
a Linney que lo deje escribir la biografía y ésta le dice que no, que no, y que no
insista, mientras Hopkins y Sanada se besuquean acaloradamente, Gainsbourg le
tiene ganas a Omar, pero no se lo dice, Portia va a la escuela y a su regreso
la espera un gaucho a caballo para acompañarla a la estancia, a Omar lo pica una
abeja asesina y lo pone unas semanas en coma y nos deja a todos esperando que
despierte de la picadura mientras en la película no ocurre absolutamente nada haciendo que uno realmente ansíe que Omar se recupere de una vez por todas, así pasa algo por lo menos, y con un final
tan pero tan tonto y contradictorio que uno se quedará varios días
preguntándose qué habrá pasado por las cabezas de todos estos actores cuando
decidieron colaborar en este film salame que sin duda alguna es el bodrio de la
década. Qué digo de la década…, del bicentenario.
Así que no vaya a
cometer el error de decir: “Mirá, gorda, una película con Anthony Hopkins y
Norma Aleandro. Vamos a llevarla”.
Salvo que esté siendo víctima de
un insomnio galopante que lo tiene hace una semana con los ojos en el culo y un
temblor incesante en las manos. Ahí sí le va a venir bien, va a dormir como un
angelito (aunque en realidad nunca vi dormir a un angelito, pongamos un ejemplo
más tangible: Va a dormir como mi tía Marta, que todas las noches se clavaba un rohypnol con una botella de marsala que compraba mi abuela Sara para
hacer postres borrachos y que siempre se preguntaba quién le tomaba el vino y
nunca logró descubrirla), porque si lo que usted buscaba era una película de
acción, o de suspenso, o de terror, o un buen drama, o una romántica o un
documental sobre cómo construir un horno de barro, al ver “The
City of your Final Destination” le vendrán ganas de prender fuego la ciudad.
Así que ándese con cuidado, que esta película no es para cualquiera.