lunes, 7 de enero de 2013

The Expendables II (2012)





  

Con: Un primo mío, Jason Statham, Jean-Claude Van Damme, Jet Li, Dolph Lundgren, Chuck Norris, Bruce Carlos Willis, Arnold Schwarzenegger, Terry Crews, Randy Couture, Liam Hemsworth, Scott Adkins y Nan Yu

Dirección: Simon West


Resulta que en un nuevo arrojo por arrojar a la basura lo poco que quedaba de nuestro buen nombre, un primo mío, ya viejo al punto de la decrepitud más insoslayable y desplegando sin decoro alguno una nueva cirugía último modelo que le deformó incluso el cráneo, obligándolo a andar siempre con una gorra para que no se le note la silueta en forma de prominente glande que es ahora su extraña cabeza, vuelve a la pantalla grande para regalarnos en este fin de año una nueva secuela de “Los Reemplazables”, que así debería traducirse el título del film y no “los indestructibles” o “Los mercenarios” como le dicen por todos los pueblos de habla hispana ya que al menos, en ese aspecto, el título original es bien realista.

Así es que entonces comienza esta absurdez de la mano de un inevitable rescate en un país ultra remoto del quinto mundo donde Los Reemplazables, aun más viejos, más doloridos y menos articulados que en la 1 y a bordo de unos camiones construidos para la ocasión, birlan la seguridad de un blindado fortín donde, en sus entrañas más profundas y mientras tanto, un malayo muy pero muy extra y muy mal actor, revienta a trompadas a alguien vestido de traje y encapuchado y, por los certeros y dolorosísimos golpes que éste recibe, sin dudas es un Reemplazable capturado, porque solo un Reemplazable podría soportar tamaña golpiza sin siquiera quejarse aunque sea un poquito.

Y entonces el director intenta producir en nosotros (sin conseguirlo) la incertidumbre, la tensión y el nerviosismo que genera la duda de si los otros Reemplazables llegarán a tiempo a rescatar a su compañero mediante escenas cruzadas  que muestran las despiadadas trompadas mechadas con las delirantes cabriolas que dibujan en el aire los camiones que, en sus locos vuelos rescatistas, desmembran y descuartizan decenas de extras malayos muchísimo más remplazables que esta troup de viejos pelotudos.

Y ya lo tienen. Ya están muy cerca, solo resta acabar con cien extras malayos más, derribar con prestancia inusitada tres o cuatro paredes de adoquines que solo podrían ser tumbadas por prestigiosas empresas constructoras mientras Los Reemplazables las acuestan como si fueran caballetes de madera y listo. Y así es como Ivan Drago logra acceder con camión y todo a la habitación donde tienen a su Reemplazable amigo capturado con tan buena puntería que incluso aplasta al malayo torturador, dándole lugar a mi primo, el eterno dueño de la pelota, para que baje de su extraño vehículo, ponga una indescriptible cara de recio y quite de  un sacudón la capucha del Reemplazable torturado, que no es otro que Arnold Terminator, a quien el director debería haberle hecho planos más cuidados, ya que está más viejo que el ancianito que cambiaba la cotización del dólar de la pizarra en las oficinas de Daminato allá por fines de la década del 80.

Así es que Arnold se sonroja y le agradece a este primo mío, quien le dice que le debe una y escapan del lugar de la manera más sofisticada que a los productores se les hubiera ocurrido, para regresar a Norteamérica e irse a tomar cervecitas y a andar en motos Harleys con el trabajo resuelto, el suculento dinero cobrado y sin un puto rasguño.

Pero Bruce Carlos Willis aparece en la película y reta a este primo mío porque aparentemente en la 1 le quedó debiendo algo y ahora lo insta a que le devuelva el favor si no quiere morir de la manera más asquerosa que Sylvester imagine. Y encima le dice que el trabajo que tiene que hacer deberá encararlo con una bella china que no es del equipo. Y mi primo le dice que no, que él sabe perfectamente que ellos trabajan solos (¿no vi este recurso en algún otro lado?), pero Bruce Carlos le dice que se curta, que se tiene que bancar a la china porque si no es una película toda llena de viejos gastados y van a tener menos audiencia que antiguo programa de Quique Dapiaggi.

Y así comienza entonces esta nueva entrega de “Los Reemplazables” donde mi primo y sus secuaces vuelven a mostrar sus implacables músculos, sus endiabladas arrugas, sus temerarios lumbagos y sus recias malas actuaciones de la mano de un sinnúmero de escenas tan trilladas que dan acidez, regadas de constantes intentos de entrelazar las escenas con comentarios graciosos de frases célebres de ellos mismos su época de plena juventud pero quedando más desubicados que Abal Medina en momento histórico, reventando con sus implacables armas norteamericanas a miles y miles de extras que disparan como el culo y sin la más mínima puntería hasta que en un momento quedan enredados en un pueblo de la Europa pobre, sin conseguir escapar de tanto tiro que están recibiendo en el momento en que alguien de afuera del grupo y con una implacabilidad que supera por muchísimo la temeridad de Los Reemplazables, logra acabar en pocos segundos con una lluvia de explosiones nunca antes vista a todos los extras que mantuvieron en jaque por un instante a nuestros queridos Reemplazables. Y todos quedamos re perplejos, incluso Los Reemplazables, que se miran incrédulos preguntándose confundidos: “¿fuiste vos?, ¿fuiste vos?” en el momento preciso en que nuestro insolente director manda la canción de “For a few dollars more” de Sergio Leone y aparece, caminando, en cámara lenta y ataviado con montones de armas…: Chuck Luis Norris.

Y mi primo le agradece a Chuck Luis, y le ofrece que trabaje para ellos, pero Chuck lo mira, con el rostro entumecido de tanta tintura en la barba y tanta cirugía en los ojos y le dice, con una voz espantosamente finita que nada tiene que ver ni con sus músculos ni con su implacable valor de soldado recio, que no, que él es… “un lobo solitario”.

Así que déjenme de joder, les pido por favor, no me pidan que siga con esta idiotez, tengan piedad de este pobre hombre y traten de imaginar cómo sigue esta infeliz producción en donde un montón de viejos acabados se volvieron a reunir para tirarse tiros, volver a decir sus célebres y olvidadas frases “I´ll be back”, “Yippee-Ki-yay, motherfucker” o “¡Adriaaaaaan!” y volver así a juntar dólares en pala que nosotros les ponemos alegremente en sus billeteras.

O véala y no me haga caso. Quién sabe se caga de la risa y le impido ver la película de recursos fáciles, tiros imposibles, temerarios soldados sexagenarios y gags gastadísimos que siempre quiso ver.

Lo que es yo, no le pongo un puto Juanpablo.

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