Con: Ben Stiller,
Vince Vaughn, Jonah Hill, Richard Ayoade, Rosemarie DeWitt, Will Forte, Mel
Rodriguez, la soprendente colaboración de R. Lee Ermey y Joe
Nunez
Dirección: Akiva
Schaffer
Resulta que en esta
nueva ocasión, Ben Stiller hurgó en el arcón donde guarda sus composiciones más viscerales y,
luego de una muy sesuda elección, decidió construir este nuevo personaje
dándole vida de la misma exacta manera que lo hiciere en sus últimas 60
películas invocando a ese petiso bonachón al que siempre garcan o le pasan por
encima pero él se la banca con una sonrisa plena y en silencio, aleteando
dulcemente con las manitos, caídas con desgano a cada lado de su cadera. Siempre haciendo de fracasado de clase media con un trabajo de lo más gris y neutro que exista, que pinta de cuerpo entero a
ese adulto joven norteamericano con la vida resuelta de la manera más monótona
al que el aburrimiento y la colección de fastidios que lo oprimen y no lo dejan
ser lo transformaren, desde 1987 hasta el
presente, en uno de los actores que más fácilmente ha ganado su sustento
componiendo siempre pero siempre el mismo papel.
Así es que aquí
tenemos entonces a Evan, un aburridísimo hasta el absurdo cuarentón que vive en
un paradisíaco y plástico poblado tipo “country cerrado” donde las casitas, los
vecinos y el clima son tan pero tan iguales que de solo imaginarnos viviendo
una sola semana en ese lugar haría que fuésemos de inmediato a buscar la escopeta
del tío Camilo y nos diéramos un certero tiro en la ingle.
Y el director
necesitaba mostrarnos un Evan bien amplificado en cuanto a su condición de
aburrido, así que debemos fumarnos toda una larga parte en donde nos lo muestra
haciendo un sinnúmero de actividades completamente innecesarias que no suman ni
restan para nada en la conducción del pequeño poblado aunque él sienta que hace
algo por éste y eso lo colme de felicidad. Para colmo es el
gerente general de la sucursal del barrio de una importante cadena de
multipelotudeces (tipo WalMart), y ese trabajo conlleva una
gran responsabilidad.
Y ahí está él, todo bien vestidito con su planchadísima chomba de la empresa, sus pulcros pantalones y su insufrible conducción “Buena Onda” haciendo que realmente den ganas de sacar el DVD cuando recién vamos por los primeros cinco minutos. Pero muy a nuestro pesar, justo cuando ya habíamos decidido el cambiazo, va un sereno de la noche del WalMart y se pone en pedo porque consiguió la ciudadanía norteamericana pero viene un marciano y se lo come.
Y ahí está él, todo bien vestidito con su planchadísima chomba de la empresa, sus pulcros pantalones y su insufrible conducción “Buena Onda” haciendo que realmente den ganas de sacar el DVD cuando recién vamos por los primeros cinco minutos. Pero muy a nuestro pesar, justo cuando ya habíamos decidido el cambiazo, va un sereno de la noche del WalMart y se pone en pedo porque consiguió la ciudadanía norteamericana pero viene un marciano y se lo come.
Y son muy desubicados,
porque si no fuera por esa escena uno ya hubiera sacado la película y puesto
otra, pero ahora se queda con la intriga de saber qué pasará. Así que, sin más
remedio, continuaremos viendo esta insoportable película demasiado yankie, con
los gags más trillados que usted pueda contabilizar, con un Vaughn que ya no
causa la más mínima gracia, un Jonah Hill (que acaba de colaborar en la última de Tarantino) que continúa intentando participar en
estúpidas producciones cinematográficas cuando había logrado salir airoso de
sus primeros patéticos roles de gordito boludo o gordito psicótico pero se ve
que es un ramo que lo erotiza. Con la intrascendente participación de Richard
Ayoade en el papel de “boludo alto con rulos inadmisibles”, que no solo no
aporta nada sino que pasa su actuación por nuestros ojos sin conseguir siquiera que lo odiemos con furia.
Y con el indignante aporte actoral de R. Lee Ermey, que intenta destruir su buen
nombre ridiculizando su papel del Sgt Hartman, tan respetado y admirado por
todos los que lo vimos pelar ese increíble rol de la mano de Kubrik en Full
Metal Jacket haciendo que, sin que nos demos cuenta, arribemos al final
de esta película hija de puta inundada de malas ideas que, mezcladas de esta ingeniosa
manera, solo consiguen potenciar hasta el ridículo la boludez, el hartazgo y la
irascibilidad de los televidentes.
Así que ya lo sabe, si
esta semana anda con ganas de perderse 102 minutos de su vida viendo como Ben
Stiller vuelve a componer de manera admirable a Ben Stiller, o como Vaughn y
Hill siguen cavándose la fosa, o como los chistes baratos de sexo y semen inundan la
pantalla sin tapujos, vaya ahora mismo a alquilar The Watch. Quedará
ampliamente satisfecho.
Lo que es yo le pongo 1 Juanpablo por ponerle algo. Amerita un punto esa estúpida manera de mantenerte interesado en ver qué pasa con los marcianos.
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