Con: Val Kilmer, Ving
Rhames, Rebecca Da Costa, Luke Goss, Christian Baha, Matt Barr, Bonnie
Sommerville y gran elenco
Dirección: Kevin
Carraway
Resulta que
un excéntrico, inaplicable e inexplicable grupo de personas que ni se conocen ni van al mismo
colegio ni trabajan en la misma empresa y tienen edades tan diversas que no conectarían siquiera como fanáticos pasajeros de banda de rock, viajan por la
sinuosa carretera que va hacia aquel destino que nunca conoceremos cuando de
pronto una mujer rubia y fantasma los mira desde un verde prado a la vera del
camino haciendo que el conductor del Tienda León que los traslada se pegue un
sonso palo contra un árbol y muera antes siquiera de mostrar su rostro, consiguiendo
que uno no pueda al menos calcular cuánto cobró por su colaboración en esta boludísima película, si es que así podemos llamarla.
El cielo
está despejado y el clima es inmejorable, pero mientras retiran el cuerpo sin
vida del conductor y piden ayuda a los gritos en medio de la nada aparece en
escena Ving Rhames, quien hace muchísimo tiempo que es un impactante mal actor,
más o menos desde que nació y a excepción de Pulp Fiction, y les ofrece ayuda
invitándolos a pasar la noche en su casa. Se avecina una implacable tormenta y
de seguro todos morirán si no se guarecen pronto (aunque el cielo continúa despejado).
Todos
aceptan y una vez en la mansión de Rhames, Rubia y Kilmer, quienes son pareja, departen incongruente
diálogo cuando Val, aburrido, se pone a jugar con un cuchillo que hay sobre el
hogar a leñas. Rhames le advierte que no juegue con eso ya que es una reliquia familiar
invaluable, y es muy filoso. Pero Kilmer, en lugar de dejar el estilete donde
estaba y pedir perdón siendo que está en casa ajena y le están haciendo un
favor para que no muera en una tormenta, le espeta, irónico: “Uy, cuidado” para luego ¿amenazarlo? preguntándole si
con ese cuchillo “caza osos que no se puede tocar, tonto” (este insulto lo
exclama en perfecto castellano) Kilmer está realmente descontrolado sin
aparente motivo (incluso en su vida real, fuera de los platós de filmación), discute cualquier sonsera y con todos pelea, buscando esa roña tan necesaria y
desequilibrante en un film carente de monta y sin argumento, por lo que el
doctor del grupo (justo hay un doctor en el grupo, aunque debería haber sido
visitador médico con todas las pastillas que lleva en su viaje de vacaciones)
empastilla al viejo y otrora simpático rubiecito de Top Secret, quien se va a la cama y,
desde esta locación, aullará, resoplará y temblará ante la terrible sensación que se apodera de su cuerpo de manera muy tosca que le dice que en aquella casa ha habido al menos siete asesinatos horrorosamente
descritos en fugaces flashes visuales que alucinarán a Kilmer, recostado, tembloroso y perdido para siempre.
Mientras
tanto, Pipo y Pepo, otros dos protagonistas que hacen de hermanos en este
estúpido film para el olvido, deciden que lo mejor es ir a buscar ayuda al
pueblo. Rhames les advierte que eso será imposible ya que, a pesar de que el
día continúa estable, el editor de sonido del film lanza dos por tres unos atronadores truenos para hacer ver que afuera llueve. Pepo insiste y Rhames le permite
llevarse la camioneta, y a los pocos kilómetros encuentra varada en la ruta a una
bella joven que mira con desconcierto el motor de su vehículo, seguro ha tenido
un desperfecto mecánico y no tienen ni las herramientas ni el conocimiento para
resolverlo. Pepo detiene su andar y le ofrece ayuda, preguntándole qué le ocurrió, y la joven sin quitar su mirada del motor le dice que se quedó sin gasolina. Pepo le pregunta entonces (le
juro) qué tanto está mirando el motor, ya que si se quedó sin gasolina no hay
nada mecánico por resolver. La joven admite que tiene razón y que la escena es
una estupidez plena (le prometo que así es, alquílela si no me cree) y parten
juntos hacia lo de Rhames.
Más tarde,
en un momento de gran presencia de truenos, Rhames le ofrece a la nueva visita
un vestido blanco de mujer joven fantasma para que la muchacha “esté más
cómoda” (la joven se encuentra a gusto con sus prácticas prendas, tiene unas
zapatillas que se sienten como un guante, unos shorts que le quedan muy bien y
una remera que incluso hace juego y sus ropas ni siquiera están mojadas) y
esta acepta y va al baño a ponerse ese tonto, áspero y duro vestido largo y de viejo encaje cuando ve claramente a un extra que hace de niño fantasma que la mira por el
espejo.
Horror.
Sorpresa. Fantasmas a la vista.
Luego
Kilmer grita, desesperado, y cuando todos llegan a su habitación, éste se
encuentra aparentemente muerto y ladeado en posición fetal. Sus compañeros gritan de horror ante la
muerte del rubio, a quien se ve que no pudieron siquiera maquillarlo de muerto
(no habría presupuesto) por lo que el director, viejo zorro, decidió ubicarlo
en esa pavísima pose para ocultarnos el supuesto flagelo soportado por el personaje
minutos antes de morir.
Y el mismo trágico destino ataca a Pipo, quien pide a Rhames una linterna y este, enojado con el muchacho
sin excusa aparente, le dice que no se la dará y que tendrá que buscarla con
sus propias manos (¿?), así que más tarde aparece en escena con la linterna y un pequeño corte en la
panza, a la altura del apéndice y todos lo asisten mientras las escenas del
pasado en donde el niño fantasma asesina a sus seis familiares se mezclan con
las actuales y todos estos malísimos actores van muriendo de la misma forma
que las primeras víctimas mientras Rhames sonríe con sorna degustando un puro y construyendo las sonrisas más pelotudas que usted haya visto en toda su vida mientras el director nos muestra dos por tres un viejo reloj de pie que está pronto a
dar las siete. Y jamás nos han dicho qué pasará a esa hora. Yo, por ejemplo, a las siete debo
estar en la calle sino no llego al trabajo, los días que me levanto siete y diez, siete y
cuarto, ya me tengo que tomar un remisse.
Pipo, Pepo,
Rubia y la joven deciden huir de la mansión mientras Rhames los acecha con
parsimonia y risas indescriptibles a la vez que Pipo y Rubia mueren, solo quedan Pepo y la joven, quienes
advierten una casa a lo lejos en el bosque y cuando llegan descubren con
horror a los siete muertos del pasado más los cuatro del presente disfrutando
de una opípara cena ante la mirada solemne de Rhames, quien oficia de mayordomo.
Esto
desequilibra enormemente a nuestros desequilibrados protagonistas, que no
pueden caber dentro suyo del espanto -cuando la escena no amerita siquiera que el ser
más propenso a espantarse del mundo sufra una ínfima crisis de espanto-, y corren al
bosque mientras Val Kilmer los saluda con un levantamiento de copa de vino que
está degustando en su condición de fantasma sin maquillaje.
Y al fin, el
macabro desenlace: Rhames, construyendo la escena de terror más tonta que hubo
y habrá en la historia del cine y ganándose todos y cada uno de los puntos para
recibir ahora por todos los espectadores el mote de TONTO que le pusiere Val
Kilmer al inicio, relatando a sus próximas víctimas (Pepo y la joven) una sumatoria inexplicable de sucesos que llevaron a
que ocurriese todo lo que deviene en la trama y de pronto muere, esfumándose
como un terco y oscuro fantasma de pacotilla y el film termina con Pepo y la
joven casados, aunque la muchacha, con extraña mirada de asesina, contempla a su
marido con ansias de acabarlo, acabando la película y mi suplicio.
Le podría
poner medio Juanpablo, pero justo no tengo cambio, no ando con sencillo.