Con: Danny Trejo, Gary
Moore, Brandon Hardesty, Ron Kenoly, Elizabeth Omilami, Tom Homer y vasto
elenco de desconocidos
Dirección: Cristobal
Krusen (krusen los dedos para que no vuelva a intentarlo)
Resulta que un director de cine que jamás pensé
que existía como tal siendo que bien podría haber dedicado su vida a la
manufactura de palitos para la ropa que seguro le hubiesen salido mejor que cualquiera
de sus inaguantables películas, un día se levantó y encaró para el banco para constatar
cuánto dinero disponía. Se le había metido en la cabeza que quería filmar sí o sí una
nueva película con Danny Trejo como protagonista y había escuchado de la
debilidad del célebre actor de reparto tarantinezco por colaborar en cuanta
mugre haya dando vueltas, así que la idea se le había hecho carne dentro del
bocho, y no se la podía sacar con nada.
Así fue entonces que entró al banco y pidió al cajero que le
entregara todos sus ahorros (U$S 53.247 con 28 centavos) y partió rumbo a
Hollywood a entrevistarse con Mr. Trejo, quien lo recibió en estampada y
chillona malla mojada y con una cerveza en la mano y, cordial y un poco alcoholizado, lo hizo pasar. Trejo,
abrazado a dos gatos de poca monta y con medio cuerpo dentro de la pelopincho
que instaló en el jardín de su casa, le pasó su cachet, que excedía por
bastante el poco dinero que con tanta ilusión Cristóbal contaba en un sobre color marrón claro, pero aprovechó el aparente estado de leve
ebriedad del actor, quien besuqueaba sin cesar a las dos muchachas de ocasión y
se lo veía entregado a aceptar cualquier cosa.
Cristóbal fue honesto y le dijo que solo tenía
cincuenta mil dólares para pagarle, que lo admiraba mucho y que siempre había
querido contratarlo, y Trejo, haciéndole señas de que pusiera el sobre en la
mesita ratona del living y se fuera dando a entender que pretendía penetrar una
vez más a las dos muchachas, lo despidió.
Así que todo listo. Sueño cumplido. Finalmente
el gran Danny Trejo protagonizaría un film de Cristóbal Krusen. El problema que
se suscitó de inmediato fue que, con los 3.247,28 restantes, no quedaba
suficiente dinero para contratar nada más, así que con mucha buena voluntad y enorme
cantidad de parientes, Cristóbal consiguió conformar el equipo de ninguna
manera soñado para poder construir esta simpática historia actuada por primos,
tías, sobrinos y vecinos que jamás vieron un rollo de Panavision ni siquiera en
fotos edificando entonces esta suerte de boludez inexplicable, imposible de
criticar y totalmente carente de sentido, apuntada con ojo de lince a ningún lado.
Y para que se ubique mejor de qué le estoy hablando, en la
segunda escena, el primo grandote del director que hace de matón con pocas
pulgas, está sentado con cara de pocos amigos en un sillón al momento en que mi mujer pasa caminando por
el living, y con solo mirar esa imagen se da cuenta que la película es malísima, solo por la pose del joven, quien ni siquiera sabe sentarse como
corresponde en una escena de película.
Así que podría haber hecho lo que habitualmente
hago con estas macabras ¿producciones? cinematográficas, que las cuento con
lujo de detalles, para divertirnos juntos, pero realmente The Bill Collector me
dejó tan pasmado que no tengo siquiera palabras para intentar construir esa
crítica graciosa que todos esperábamos.
Si usted me decía que yo vería una película tan
espantosamente mal hecha, nunca lo hubiese creído.
Le pongo 1 Juanpablo, la escena en que Gary
Moore, el actor con nombre de guitarrista recientemente perecido que jamás vio como potable la opción de cambiarse el nombre, al menos por respeto al famoso guitarrista recientemente perecido, aprovecha un
momento de distracción del matón más mal actor del mundo y lo empuja al río es
lo más terco e hijo de puta que vi en toda mi vida, se lo prometo.
Ni se le ocurra alquilar The Bill Collector, a
no ser que pretenda tener una idea concreta de lo que puede hacer un director de
cine, si se lo propone, con cincuenta y tres mil doscientos cuarenta y siete
dólares con veintiocho centavos.
Admirable.
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