lunes, 22 de diciembre de 2014

As Above, So Below (2014)






Con: Perdita Weeks, Ben Feldman, Edwin Hodge y gran elenco

Dirección: John Erick Dowdle


Resulta que nuevamente aferrados a la ya insoportable e insostenible modalidad de filmación del estilo Blair Witch Project: “con camarita en mano”, una joven anuncia que está llegando a no sé dónde en Irak para develar un arqueológico misterio que su propio padre, el célebre doctor Pirulo no pudo terminar de estudiar por haberse ahorcado en su laboratorio.

La joven es bellísima y bien podría haber evitado colaborar en este estúpido y previsible film pero no lo hizo y ahora, en caso del día de mañana sí construir una interesante carrera como actriz, deberá cargar por siempre en su mochila este tropiezo.

Así que llega a Irak o no sé dónde es que llega, pero es un lugar en donde están prohibidas las chicas lindas y el iraquí que la recibe, amigo de su ahorcado padre, le asegura que debe apresurarse porque si la llegan a ver deambulando su belleza por el poblado, meteránla en un mugriento calabozo. Y encima a las nueve habrá toque de queda, por lo que corren un pesado mueble iraquí que oculta un agujero iraquí en la pared y la muchacha ingresa por el hueco a una impensada ciudad de otrora sepultada por ese polvo tan insufrible que abunda en Irak y en esos lugares siniestros que Estados Unidos continuamente nos describe para que sepamos claramente quiénes son los locos y sucios y quiénes son buenos y limpitos.

Y el hombre está impaciente, teme por la vida de la muchacha y se pasa toda esta primera escena advirtiéndole con su barba a que se apure, por lo tanto y de pronto, la joven descubre una pared que claramente tiene una marca que se ve de acá a la China, apoya la camarita en el suelo con la bendición de haberla dejado justo enfocando lo que hará en breve, golpea la pared y ¡bruuuum!, ésta cae develando el críptico misterio que su padre no pudo develar por haberse colgado de aquel tirante del techo de su oficina -y para mí que se suicidó el día en que se dio cuenta lo fácil que era acceder a esa pieza oculta advirtiendo el tiempo que había perdido, porque la muchacha entra en el lugar en tres minutos de film, no como su padre, que pasó su vida intentándolo. Un inútil, el tipo.

De pronto suenan las sirenas. Toda mujer bonita que no esté tapada hasta la pera en su camastro iraquí será violada por una horda de raquíticos policías mal perfumados. El hombre insiste, deben apresurarse. La joven no puede irse, acaba de revelar el críptico misterio. El hombre se va y le desea suerte. La muchacha toma la camarita, que había quedado en el piso con tan buena puntería que podía filmar a ambos en una escena de tensión y ahora la empuña para dejar registro de lo que había detrás de ese sepultado muro: un torito de porcelana lleno de textos en esperanto, o arameo.

Luego el film nos lleva de un empujón a Francia, donde la bella actriz se encomienda a encontrar al McGyver de los relojes antiguos, un joven científico que despunta sus horas de descanso irrumpiendo sin permiso en viejas iglesias para arreglar ad-honorem antiguos relojes/campanarios que hace siglos no funcionan, y cuando éste sale todo sucio de adentro del engranaje de un campanario y la ve, se espanta, la señala y le asegura que NO IRÁ donde aún no le ha invitado. Esto es bueno, porque significa entonces que la película terminará en los próximos segundos, pero no, luego de un rato lo convence y parten en busca de “la verdad”, sea esta cual fuere.

Y ahí comienza entonces esta mezcla de Indiana Jones/El Código Da Vinci/Blair Witch Project en donde la muchacha, junto con un equipo por completo carente de talento alguno pero enfundado en prácticas camaritas Go-Pro (esto no termina más, ahora con las Go-Pro será mucho más fácil seguir haciendo este tipo de films previsibles como balbuceo de Sergio Massa), la emprende junto a sus amigos recorriendo pasadizos ocultos en las entrañas de París donde se encontraría oculta la piedra filosofal y todos, menos ella y otros dos, mueren en el intento.

Lo único que me cayó simpático fue el final, en donde luego de montones de corridas y gritos desesperados encuentran en el piso una vieja claraboya y la abren y corren, es pesadísima y deben abrirla hacia afuera, esto confunde un poco porque la claraboya debería haber caído al vacío, pero no la van empujando y la tipa se arrastra con pesadez sobre la parte externa del techo que hay del otro lado como si estuviese atraída por un potente imán, y una vez abierto salen al otro lado y están como arañas, pegados al techo, cuando de pronto la cámara se aleja y hace un giro de 180° y los muestra sanos y salvos en una calle parisina. No sé cómo moco hicieron esa toma pero les salió muy linda. Aunque no podemos siquiera comentárselo al director, a quien solo habría que repudiar en la plaza de su pueblo natal ya que la película está bien filmada y se nota que quien está detrás de la cámara, como la hermosa actriz que la protagoniza, están preparados para algo más serio que esta nueva huevada “camarita en mano” en la que se encomendaros vaya uno a saber por qué.

Le pongo 2 Juanpablos, la última escena los vale


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