Con: Brenton Thwaites, Jeff Bridges, Meryl Streep y diversos playmóbiles
del momento
Dirección: Phillip Noyce
Resulta que ya embarcados sin un imperceptible dejo de piedad
en destruir todo en cuanto a géneros del séptimo arte se trate, unos inescrupulosos
productores de películas de adolescentes con una gorda billetera endulzaron con talento desmedido a Noyce, Streep
y Bridges, quienes, seguramente hipnotizados por un cruento pedo tísico a base
de vino Toro en cajita, decidieron aceptar firmar el contrato para colaborar en esta
nueva y funesta intentona por plastiquear cada obra sobresaliente que se haya
escrito en el siglo pasado.
Así es entonces que tenemos a Jonas, un
insuperable muchachito que diera con cada uno de los requerimientos solicitados
en el casting quien, con unas hermosas cejas depiladas a la perfección y unos
ojos tremendos que bien podrían haber vestido unos lentes para propaganda y
evitarnos así este mal trago, está terminando su etapa de adolescente en un
mundo del estilo que imaginaba Aldous Huxley pero sin el escenario angustiante que
el célebre escritor vociferaba en la década del treinta. Y ya la mandamás, la
madama del pueblo o lo que mierda sea, quien gobierna a estos muchachitos sin
talento pero hermosos, les convoca a la reunión final donde serán informados
sobre la labor que tendrán en la comunidad, ahora que ya son adultos, en esta
sociedad anhelada por Jacque Fresco, aunque muchísimo más naif de lo que
nuestro tierno y centenario amigo aún hoy se ilusiona.
Así que Pepito va a manejar drones, Susanita
cuidará bebés en neonatología, Patricio irá a construir casas, Clotilde nació
para hacer tartas de manzana y cada uno es informado del rol que ocupará en la
futurista comunidad en donde las labores no tan copadas como juntar la basura o limpiarle la cola a seniles jubilados pareciera que no existen. Pero hay un puesto, uno solo que solo es relevado cada
muchas generaciones, que es bendecido con la labor de “cuidador de recuerdos de
la humanidad”. Y aquel señalado como óptimo para tan importante cargo tendrá en su cabeza los recuerdos del mundo que fue,
de ese que usted y yo vivimos, que terminó hace muchísimo y que hoy se redujo a
unas comunidades por completo plásticas en donde los ciudadanos no tienen
permitido pensar, besarse, mentir, tocarse, caminar fuera de la senda peatonal,
soplar pompas de jabón, escuchar música o cualquiera de las actividades más
inofensivas y necesarias para el espíritu que podríamos haber experimentado nosotros
en nuestro pasado pisado ya que esta nueva generación de humanos del futuro,
dedujo que todos nuestros males provenían de las emociones, así que a no
emocionarse. Cada mañana, todo ciudadano debe inyectarse una droga que le
bloquea como si fuese un potente ansiolítico su necesidad de sentir cosas y así
andan.
Entonces Jonas, decía, el muchachito por
excelencia, es bendecido con esta labor envidiable por tener todas las dotes
necesarias para tal cargo y Jeff Bridges está viejo para seguir recordando cómo
éramos, así que necesita un reemplazo.
Y ahí entonces comienza esta falta de respeto a
la razón, en donde Bridges toma de los antebrazos a Jonas y le inculca de esa
extraña forma sus sapiencias milenarias y los espectadores tenemos que padecer,
al punto de producir abundante y repentina caspa en nuestros hombros, las
patéticas expresiones faciales de este boludo sin igual que contrataron para la
película quien, encomendado a actuar como si fuese una sucursal norteamericana
de Sebastián Estevanez, intenta sorprenderse sin lograrlo cuando viaja en
trineo, cuando siente la nieve en sus mejillas o, -por Dios, lo pero que vi en
mi vida-, cuando escucha por primera vez música.
Mirando esta falta de respeto recordé de pronto
cuando nosotros los cuarentones éramos pre adolescentes, que moríamos porque el
guardia del cine no se diera cuenta de nuestra edad prohibida y nos dejara
entrar a ver “Los estudiantes se divierten” o “Porky’s” para así ver un par de
tetas saltarinas en un milisegundo y volvernos felices a casa. Y realmente, si uno pudiese encontrar una
ventaja en esta nueva época, sería que estas imbecilidades que promueven
estuvieran bien hechas y sirvieran para abrirle los ojos a los chicos. Pero
¿esto así? Esto así solo sirve para ridiculizar esas tremendas historias
escritas para despertarnos del perenne letargo que traemos desde hace 200 años,
y nada más que para eso. Porque de esta forma mis hijos no sentirán interés por leer “Brave New World”, de Huxley, teniendo al alcance de la mano esta catarata de
plástico inaudito que tan fácil se digiere.
Y de seguro terminaremos en un mundo como el
que pintan, pero diez mil veces peor, en donde el “memorioso” de la ciudad va a
tener un reproductor de blu ray con una frondosa biblioteca de estas tontísimas
historias actuadas como el orto y producidas solo con las más implacables ansias de
juntar guita a lo pavote.
Ponerle 1 Juanpablo sería demasiado benévolo. ¿Meryl Streep? ¿Jeff Bridges?
¿Phillip Noyce?
Dios santo, qué bajo han caído.
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