Con:
Walter Pidgeon, Anne Francis, Leslie Nielsen, Warren Stevens, Jack
Kelly, Richard Anderson, Earl Holliman, Robby the Robot, George Wallace, Robert
Dix y gran, gran elenco
Dirección:
Fred M. Wilcox
La semana pasada encontré Forbidden Planet, hace
tiempo que con mi hija de casi 14 buscamos películas super boludas hechas en el
pasado que hablaran de un improbable y equivocado futuro que, para peor, para
nosotros ya pasó, porque nos la pasamos más que bien recagándonos de risa con
las infundadas y estúpidas teorías sobre cómo sería la vida en 1988, o cómo el
hombre visitaría el espacio en 2200 y ese tipo de desaciertos tan recurrentes
en la década del ’50 esa época en que el hombre estaba a punto de saltar de una
vez por todas a ese futuro y no se daba cuenta que le faltaban poquitos años
para hacerlo, presa de una inocultable ansiedad colectiva.
Y así fue que me choqué con esta maravilla de
la ficción errada, quizás la película de aquella época de mayor presupuesto en
donde un equipo de ¿astronautas? ¿bailarines? ¿testigos de Jehová del futuro?
dirigidos por el comandante Adams (compuesto por el amado Leslie Nielsen cuando
tenía pelo castaño) todos perfectamente peinados con glostora y aceites
brillantes, descienden en un lejano planeta hecho de cartón pintado para
rescatar –por orden del gobierno- al Dr. Morbius (nunca un Dr. Smith, o Dr.
Jiménez, el científico perdido en un planeta lejano en el espacio debe tener
nombre de malo de película de James Bond, debe cargar 50 años, tener canas en
las patillas y trajes siniestros aunque de estilo. Es muy probable que el Dr.
Morbius haya sido la matriz de todo lo que vino luego con el Dr. No y esos
clichés que tanto nos divirtieron de niños y que fueron incluso utilizados por
nuestros superagentes Tiburón, Delfín y Mojarrita).
Así es que finalmente aterrizan lanzando un
cono fluorescente muy mal contrastado y, una vez afirmados en suelo alienígena,
bajan del plato volador por unas escaleras de shopping con barandita y todo y sin
un maldito artilugio para respirar el incierto aire del lugar mientras son
recibidos por “Robbie, el robot”, capítulo aparte de esta singular tontería y a
quien no podría describir sin quedarme corto.
Pero la estupidez humana no todo termina ahí,
espérese un cachito que falta la muchacha del film, porque Robbie y el Dr
Morbius no están solos en ese lejano planeta. Mientras el Dr recibe a los
astronautas bailarines testigos de Jehová en su mansión (nunca queda claro cómo
es que este científico cincuentañero clatramente nacido en el siglo XIX
construyó toda esa mansión, las rutas de acceso, las fuentes de adorno e
incluso los sillones y la máquina de café –o de dónde extrae los granos de café
para hacer una pausa y tomarse un ristretto, pero nuestro director tiene todo
resuelto: fue Robbie quien construyó todo con su tosca movilidad y su cuerpo de
mascota de Pirelli) aparece por un costado “Alta” (y cuando usted la vea dirá,
lleno de menchismo: ¡¡¡Alta minusa!!!), una rubia semi en pelotas que hará las
delicias de los astronautas bailarines y le puedo asegurar que esta película
que recién empieza -porque no le conté más de 7 minutos- no dejará de
sorprenderlo hasta el final.
Así que no sé qué está haciendo que no se puso
a bajar Forbidden Planet. Métale pata que ya es miércoles y quien sabe
para el finde ya la tiene en la carpeta “Cine” del escritorio de su notebook.
Le pongo 10 Juanpablos. La película más
estúpida que vi en los últimos diez años, sin exagerar ni un ápice.
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