Con:
Ed Oxenbould, Sam Worthington, Julian Dennison , Peter Rowsthorn, Alex
Williams y elenco
Dirección: Robert Connolly
Últimamente venimos de mal en peor con las
opciones que elegimos ver, quizás por ello el fin de semana me pasé ese gran
momento disfrutando Forbidden Planet, a veces ocurre. Son rachas. Te pasás un par
de semanas viendo pelis que se superan unas a otras y de pronto te comés catorce
garrones todos al hilo. Cosa de Mandinga.
Paper Planes no sirve para
nada. Es ese tipo de película tierna y yankie
apuntada a familia numerosa con hijos de todas las edades que queda bien con
todo el mundo y aborda el tema que trata con la practicidad de siempre: Padre
triste y desganado por la pronta e injusta partida a un mundo mejor de su mujer
con cáncer abandonándolo con un hijo preadolescente más bueno que el Papa
Francisco –tome nota del nombre de este
autralianito, porque entró sin ser masticado en las fauces hollywoodianas como
en su momento lo hiciera Macaulay Culkin y deberemos fumarlo al menos por diez
años: Ed Oxenbould-, quien se va
solo a la escuela mientras su padre duerme la mona en el sillón y entonces de
pronto un maestro congrega a los alumnos para que dejen de joder con el celular
y conozcan que hay diversión sin el aparatito y entonces los reta a construir un
avión de papel y el protagonista se hace muy bueno haciendo esto y entonces
comienza a competir en las grandes ligas –porque en EEUU todo es competencia en
grandes ligas, incluso debe haber concursos de pedos en grandes ligas, o de
soretes kilométricos- y la verdad es que no pude seguir mirándola, la dejé por
la mitad harto de saber desde el minuto uno que era inútil continuar
sosteniéndola.
Quizás hubiese sido más honesto de parte de
los pelotudos que construyeron esta huevada no publicitarla con el póster en
donde Worthington observa el horizonte con pesar, porque Worthington no es la
gran cosa pero uno entra como un boludo imaginado un drama o algo de eso.
Así que está advertido: flor de sonsera
evitable.
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