miércoles, 27 de enero de 2016

Roger Waters The Wall (2014)






Con: Roger Waters, su banda actual y sus hijos

Dirección: Sean Evans y Roger Waters


Está bien, pasa que hay dos pilares que protagonizan todo el film que contrastan como loco: La historia de su padre y abuelo contada por el mismo y el show del disco The Wall que está brindando por el mundo entremezclando ambos pilares como quien revolviese con parsimonia una enorme ensaladera.

Nuevamente Roger consigue su cometido a la hora de contar por enésima vez lo mal que la pasó de niño por culpa de la estúpida guerra sin su papá, y todas las escenas en su casa o en el auto o en los monumentos a la memoria desperdigados por el mundo que visita incluso con sus tres hijos, y la manera en que consigue aggiornar la historia es para quitarse el sombrero y volver a aplaudir de pie (y ya van mil veces) esta reiterativa obra que, habiéndola experimentado desde mis 14 años, ya empiezo a convencerme que nunca morirá, nunca pasará de moda, siempre estará vigente y el día de mañana, cuando pasen 200, 300 o 400 años y ninguno de nosotros estemos en este planeta seguirá siendo escuchada por esa gente del futuro que ni siquiera vivió en los setentas del siglo pasado, la década más espectacular que ha tenido la historia del rock mundial.

Luego, el show. Lamentablemente Roger insiste con aquello de que cualquiera puede tocar las canciones de su autoría y lo único que se necesita es contratar músicos pagos y listo, y a pesar de que hizo las paces con la banda y hubo acercamientos y se han olvidado las viejas disputas, alguien de su entorno debería aconsejarle que los sesionistas no califican para tocar temas de rock. Kilminster está muy bien y consigue acercarse a sonar aunque sea parecido a Gilmour, hay que subir esa escalera infinita y salir razonablemente bien parado, la verdad es que es para aplaudir lo que hace –más allá de que yo me cortaría el pelo y no revolearía la cabeza como un pelotudo heavy metal de los 80, debería tener un poco más de respeto por lo que está imitando y mantenerse en estricto segundo plano, pero vieron cómo son ese tipo de violeros… Ombligos del mundo-. Snowy ayuda muchísimo en su eterno rol de segunda viola de Pink Floyd en vivo y justamente Kilminster debería aprender de su recontra bajo perfil. Snowy sí tiene cucardas para hacerse el loco en el escenario ¡Tocó con Pink Floyd en vivo desde la era Animals!, aprende de tus mayores, guitarrista pomposo.

Ahora bien, ¿el resto?, neutros y opacos como no podrían haberse superado a excepción del viejo Graham Broad, sesionista irremediable que consigue hacer sonar la batería un poquito rockera –pero muy poquito-, pero voy a detenerme en el niño que eligió para reemplazar la sección “garganta” de David Gilmour, un tal Robbie Wycoff…, podría decir un montón de cosas de este joven insípido, inexperto y atenido al plan con la rigurosidad de una vieja y terca Commodore 64, pero quizás la mejor manera de describir su fofa e insulsa forma de tomar esa tremenda posta sería algo así como si Roger Waters hubiese contratado a Diego Topa para que cantara las partes de David, y creo que con esa comparación usted más o menos se da cuenta qué quiero decir.

Roger Waters ha conseguido exasperar a su público más acérrimo con todo tipo de músicos del montón más pelotudos e incalificables que no sé qué, pero creo que claramente este infeliz supera por mucho a cualquiera de esas estatuas sin sangre que contrató en el pasado.

Y eso es todo –bastante, a decir verdad- lo que puedo decirles de la nueva publicación Roger Waters The Wall. Genial edición. Emotiva como siempre pero tocada por un séquito de papafritas a excepción de los violeros que no podrían haber sido peor elegidos.


Así que le pongo 5 Juanpablos, 10 para lo nuevo, nada para lo viejo reformulado.

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