Con: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer
Jason Leigh, Walton Goggins, Demián Bichir, Tim Roth, Michael Madsen, Bruce
Dern, James Parks, Dana Gourrier, Zoë Bell, Channing Tatum y elenco
Dirección: Quentin Tarantino
Bien. Quentin vuelve a deleitarnos con su exquisita
locura, con sus siempre melodramáticos finales con bombos, coágulos y platillos
y con historias que valen la pena ser contadas solo por él.
Aunque quizás no esté a la altura de Django
Unchained, su último film –quizás
el mejor de todos los de su autoría desde el modesto punto de vista de este
fanático de sus publicaciones-, The Hateful Eight arranca medio
lenta –los capítulos antes de llegar a la
mercería de Minnie podrían haberse resumido un poco y no hubiese torcido el
rumbo de lo que vendría-, pero luego, una vez en curso, solo podemos
quedarnos como niños extasiados viendo una nueva entrega de nuestra serie
favorita. Y no hay otro director que consiga hacernos sentar en el piso con las
manos anudadas abrazados a las rodillas con el gesto expectante del iluso que
cree aún no haberlo visto todo y que, durante el transcurso del film, verá lo
mismo de siempre pero se sorprenderá como si jamás lo hubiese experimentado.
Y eso es lo que hace que Quentin Tarantino sea
hoy por hoy el mejor director de cine que tenemos, más allá de su talento
insuperable para convertir en un actor de pacotilla en John Cazale y muy por
encima del talento de pasarse la vida tributando cosas ya hechas pero muy
mejoradas por su implacable pluma.
De Hateful me quedará en el recuerdo el
tremendo aporte de Damien Bichir, alma del film, grandísima composición de
mejicano del siglo XIX, la increíble transformación de Jennifer Jason Leigh y
sus geniales tributos a Carrie y The Exorcist, el preciso
cowboy que descubrió en Goggins (lo trajo
de Django) y el incuestionable
liderazgo que imprime Samuel L. Jackson cada vez que Quentin lo convoca a
actuar.
El resto un poco flojo y no a la altura de lo
que estaban dibujando y quizás ahí tengamos la respuesta a por qué Hateful
no supera a Django, donde todo el mundo, absolutamente todo actor
participante, ha dejado el corazón en su composición. En Hateful Russell no
convence del todo, Roth pretende imitar a Waltz y no le sale y Dern en su rol
de viejo calladito no me llega a ningún lado y por momentos estorba la visión.
Y, párrafo aparte, Channing Tatum, actor
pavotísimo que no tiene que ver con el cine en serio y que, una vez más,
Quentin consigue hacernos creer que es descollante.
Y eso es todo lo que podría decirles del
octavo film (de diez, recientemente avisó
que más de 10 películas no va a hacer) de Quentin Loco de Mierda Tarantino.
Un film que iré a ver al cine dos veces más porque con una sola no me alcanza y
pretendo advertir todos y cada uno de los detalles.
Le pongo 7 Juanpablos y lo invito a que la
vea.
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