Con: Morgan Freeman, Antonio Banderas, Radha
Mitchell, Rade Serbedzija, Robert Forster y Corey Johnson
Dirección: Mimi Leder
Resulta que un par de rusos trajeados salen de
la imponente, implacable, poderosa e inviolable joyería “Romanov” sita en el
corazón mismo de New York con un “re alcahuete” maletín metálico y uno le dice
al otro, en estúpido inglés “arrusado”: “Oye, Iván, ¿por qué mejor no rentamos
un vehículo?”, a lo que el otro responde, haciéndose el gran conocedor de este
tipo de situaciones peligrosas: “No, Dimitri, debemos pasar inadvertidos. Tomaremos el metro” (pronunciado así: No, Dimitrri, debemos pasarr inadverrtidos. Tomarremos el metrro) y encaran
para el subte, mezclándose entre los miles de peatones neoyorquinos que se
disponen a entrelazarse en fundido collage de colapso cotidiano cuando un
emperifollado acorde de guitarra flamenca nos muestra de golpe la cara de
Antonio Banderas que, disfrazado de operario municipal, de golpe deja sus
quehaceres con el martillo neumático y comienza a seguirlos con mirada
seductora y yo me pregunto: ¿por qué razón cuando enfocan a Antonio Banderas
siempre meten un acorde de guitarra flamenca? Ya sabemos que el tipo es
gallego, aunque también tiene cara de cualquier cosa, puede ser italiano
también. Una vez clávenle una tarantela cuando lo enfocan, o un chamamé. Ya
está muy trillada la asociación Banderas-Flamenco-España. Háganlo pasar por
correntino, si re da a correntino esa cara de correntino que tiene. Clávenle kilómetro 11 una vez. ¿Tengo que
estar en todo?
Así es, entonces, que los rusetes se incuban
en el metro y Banderas los sigue con flamenco de fondo y una vez lanzados a
surcar los oscuros túneles subterráneos hacia la siguiente parada, Banderas la
hace corta y los apunta con una pistola y les dice que le den la piedra
preciosa que acaban de comprar en Romanov y se pira hacia el techo del vagón
donde, esquivando con prestancia y guitarras flamencas de fondo algunas
señalizaciones que se acercan peligrosamente para desnucarlo, se saca la
campera, se pone otra y se ingerta una gorrita azul saltando en la próxima estación con cara de
"aquí no ha pasado nada".
Y cuando va a ver a una bruja que utiliza su
condición de veedora del futuro como una pantalla de su verdadera profesión,
que es contrabandear piedras preciosas, en el lugar lo está esperando Morgan
Freeman, a quien reconoce del robo en el subte, ya que era el único pasajero que,
en lugar de salir corriendo cuando Banderas peló el arma, se quedó sentado disfrutando del robo. Y le dice que lo estuvo viendo y que es un gran ladrón,
que debería picar más alto antes de arriesgar su pellejo por un diamantito de mierda
que vale menos de 100.000 dólares, y le propone asociarse a él para robar 2
huevos de Fabergé, ocultos y desconocidos, que valen como 20 palos cada uno.
Así que Banderas acepta y se presenta actuando
muy mal como nunca lo vi actuar tan mal a Banderas, y eso que es malo, el tipo,
extendiéndole la mano y diciéndole, como si fuera una especie de James Bond
pedorro, que su nombre es Gabriel Martín, pero que le dicen Gaby, y yo no puedo
explicarle lo feo que queda en boca de Morgan Freeman ese nombre pelotudo, y
está todo el tiempo llamándolo “Gaby esto, Gaby lo otro”, una porquería.
Y van a hacer mandados juntos y Freeman entra
en un lugar y él se queda leyendo el diario fuera y conoce a la rubia que se
empomará en la película (porque debe venir en el contrato: guitarras flamencas
y empomación por doquier), quien le sonríe y se presenta como Alexandra
Kurilenko, y vuelve Freeman y le da un besito re tierno a la blonda y le dice a
Banderas que ni se le cruce por la cabeza intentar nada con ella, ya que es su
sobrina.
Pero tanto Gaby Banderas como Alexandra no le
dan mucha pelota al negro y van a bailar y bailan muy pero muy mal (Banderas
está viejo y sin ganas de actuar) y al otro día él la espera sentado en una
banqueta en la casa de ella con comida china y ella se le sube encima y él le
mete flor de manotazo en la zanja haciendo que me pregunte cómo habrá hecho
Melanie Griffith para soportar esa escena completamente innecesaria, porque le
garantizo que le metió la mano bien adentro de la zanja sin reparar en un
carajo.
Y al otro día es el gran ágape anual de la
Joyería Romanov, así que se disfrazan de policías y acuden a la cita, haciendo
que me pregunte, ¿los policías no se conocen entre sí? ¿Nadie ve como raro que
en un ágape tan importante haya dos tipos vestidos de policía que no los conoce
nadie?
Y Juan Carlos Romanov, presa de un ataque
inocultable de orgullo, invita al alcalde y al jefe de policía a que vean lo
difícil e impenetrable que es la caja fuerte de la Joyería, enumerando con lujo de detalles la cantidad de pasos previos que hay que dar para llegar a la bóveda en un expeditivo show de simulacro de apertura, justo después de que
Gaby Banderas le pusiera una camarita en la solapa del tuxido y se ponga con
su nuevo amigo Freeman en un palier del edificio a ver el videíto en un Iphone
de última generación.
Y bueno, se ponen a trabajar, copiando a
rajatabla las últimas 25 películas de robos a gran escala: estudian planos,
miran pantallas de computadora, comen pizza en caja y encaran el “trabajo” como
corresponde en este tipo de atracciones fílmicas de medio pelo: La Joyería está
custodiada por un sinnúmero de extras que hacen muy mal su labor, que se comen
cualquier bolazo sin un pero de por medio y llegan al momento de los lásers,
donde Gaby Banderas se agacha y mueve el culo igual, igual que Catherine
Zeta-Jones en la película de Sean Connery y acceden a la bóveda y cuando tienen
los huevos en la mano (qué feo eso que dije), Gaby Banderas apunta a Freeman con una pistola y
le dice que es policía y que le de los huevos, y se pira a rescatar a Alexandra
(que fue secuestrada por un impiadoso mafioso ruso al que Freeman le debe 20 palos
y al que deberán entregarle los huevos, pasa que me engolosiné y me olvidé de
dar ese detalle).
Y Gaby Banderas cambia los huevos por la rubia
y se va, pero resulta que cuando llega al cuartel de policía y da la orden de
encarcelar al mafioso ruso, el tipo que agarran no tiene nada que ver con el
que él conoce, por lo que se pone a investigar y resulta que al final el
mafioso no es otro que el padre de Alexandra que, entongado con ella y con
Freeman (quien acaba de salir de la cárcel porque no tienen pruebas para
detenerlo a pesar de haberlo agarrado dentro de la bóveda) acaban de hacerle la
cama a Gaby Banderas y se están yendo en un avión privado por ahí, con los
huevos y muy sonrientes.
Y Gaby se queda compungido, ya que se da
cuenta de que ama a esa rubia y extraña hundirle su brazo entero en la zanja para palparle las paredes internas del estómago,
así que vuelve al bar donde bailaron y actuaron muy mal aquella escena del
comienzo y se la encuentra, y le pregunta si al menos lo que hubo entre ellos
fue cierto. Y ella le dice que sí. Y lo besa. Y se van caminando por las calles
de Brooklyn intentando absurdos pasos de baile, con una canción extremadamente
pedorra del estilo de Gloria Stefan, o algo así.
Fin.
Qué hace Morgan Freeman en esta película, es
un misterio que jamás será develado.
Antonio Banderas está viejo y le tiembla la
cara, que le cuelga del cráneo como una gelatina Royal de durazno.
Radha Mitchell es muy linda.
Le pongo 2 Juanpablos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario