Con: Thanapat Saisaymar, Jenjira Pongpas, Sakda Kaewbuadee (que hace de “Tong”, como si este dato fuera relevante), Natthakarn Aphaiwonk, Geerasak Kulhong, Wallapa Mongkolprasert, Kanokporn Tongaram, Samud Kugasang, Sumit Suebsee, Mathieu Ly y el invalorable aporte de Vien Pimdee como “Farmer”
Dirección: Apichatpong
Weerasethakul
La película comienza
con una vaca camboyana o tailandesa (que obviamente son tan distintas a las nuestras)
pastando atada del cogote en el medio de la selva camboyana o tailandesa. Y nada más. La
vaca pastando y unos pajaritos que pían y aletean haciendo que uno se duerma indefectiblemente
e intente verla nuevamente al día siguiente, adelantando la parte en que la
vaca pasta, que dura como 6 terribles minutos, hasta que, de pronto, la vaca se
suelta y escapa.
Terror. Tensión.
Pánico. Vértigo. Velocidad siniestra.
La película sigue a la
vaca, que continua pastando alejada de su amo, que al final llega donde la vaca
se escapó y la agarra del cordel y la lleva de vuelta a pastar donde tiene su finca
mientras un extraño yeti negro de ojos rojos observa todo acechante y de
costado, como si hubiera estado caminando lo más campante y se hubiera dado cuenta que fue
advertido por los televidentes y pretendiera quedarse quieto como una
estatua, suponiendo que uno dejaría de mirarlo.
Hasta ahí vamos por el
cuarto de hora y ya empiezo a tener palpitaciones (las películas tan ágiles me
dan molestas arritmias), y luego viene una escena en donde unos camboyanos o tailandeses viajan en un
auto gigante que hace mucho ruido. Pero no es un colectivo, es un autototóte
enorme, fuera de escala, como el doble de alto y de largo que un auto
tradicional. Y viajan por una ruta y miran el paisaje camboyano o tailandés, que no cambió
un ápice desde que Ford Coppola filmare Apocalypse Now para deleite de todos
nosotros.
Y tardan un montón en
llegar a su destino, así que me volví a dormir, ustedes no se enojen. Le di
una última oportunidad al día siguiente, adelantando por supuesto a la vaca, el
escape de la vaca, el yeti negro que se hace el pelotudo y el viaje en
autototóte, y llegamos a una granja donde Boonmee es atendido por una
enfermedad terminal en un riñón. Boonmee es un hombre grande, pero su condición
de camboyano o de tailandés nos priva de calcular su verdadera edad ya que estos, los camboyanos o los tailandeses, una
vez que cumplen 40 ya no envejecen más, manteniéndose en plena forma, así que puede tener 41 o 114, da lo mismo.
Y esa noche, Boonmee
se apresta a cenar con su enfermero y su sobrina cuando de pronto aparece
sentada a la mesa, primero medio traslúcida y luego con mejor contraste, su
mujer muerta hace años. El enfermero se julepea y sale rajando, pero después vuelve y todos
charlan en armonía hasta que se acerca a la mesa el yeti negro, que no es otro que un hijo
de Boonmee, hace muchos años desaparecido y ahora vuelve con pelos por todos
lados.
Y ahí la saqué porque,
en serio, no vale la pena. Déjenme tranquilo. Yo no tengo la culpa de nada de
lo que han sufrido estos camboyanos o tailandeses… si ni siquiera sé cómo se prepara una
buena bomba de Napalm.
Así que ya lo sabe,
amigo, si usted gusta del cine ágil, violento, lleno de escenas de sexo duro y
con menos profundidad que una alpargata de yute, no alquile esta película, se
va a sentir defraudado.
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