sábado, 22 de septiembre de 2012

Loong Boonmee raleuk chat (2010)





Con: Thanapat Saisaymar, Jenjira Pongpas, Sakda Kaewbuadee (que hace de “Tong”, como si este dato fuera relevante), Natthakarn Aphaiwonk, Geerasak Kulhong, Wallapa Mongkolprasert, Kanokporn Tongaram, Samud Kugasang, Sumit Suebsee, Mathieu Ly y el invalorable aporte de Vien Pimdee como “Farmer

Dirección: Apichatpong Weerasethakul

La película comienza con una vaca camboyana o tailandesa (que obviamente son tan distintas a las nuestras) pastando atada del cogote en el medio de la selva camboyana o tailandesa. Y nada más. La vaca pastando y unos pajaritos que pían y aletean haciendo que uno se duerma indefectiblemente e intente verla nuevamente al día siguiente, adelantando la parte en que la vaca pasta, que dura como 6 terribles minutos, hasta que, de pronto, la vaca se suelta y escapa.

Terror. Tensión. Pánico. Vértigo. Velocidad siniestra.

La película sigue a la vaca, que continua pastando alejada de su amo, que al final llega donde la vaca se escapó y la agarra del cordel y la lleva de vuelta a pastar donde tiene su finca mientras un extraño yeti negro de ojos rojos observa todo acechante y de costado, como si hubiera estado caminando lo más campante y se hubiera dado cuenta que fue advertido por los televidentes y pretendiera quedarse quieto como una estatua, suponiendo que uno dejaría de mirarlo.

Hasta ahí vamos por el cuarto de hora y ya empiezo a tener palpitaciones (las películas tan ágiles me dan molestas arritmias), y luego viene una escena en donde unos camboyanos o tailandeses viajan en un auto gigante que hace mucho ruido. Pero no es un colectivo, es un autototóte enorme, fuera de escala, como el doble de alto y de largo que un auto tradicional. Y viajan por una ruta y miran el paisaje camboyano o tailandés, que no cambió un ápice desde que Ford Coppola filmare Apocalypse Now para deleite de todos nosotros.

Y tardan un montón en llegar a su destino, así que me volví a dormir, ustedes no se enojen. Le di una última oportunidad al día siguiente, adelantando por supuesto a la vaca, el escape de la vaca, el yeti negro que se hace el pelotudo y el viaje en autototóte, y llegamos a una granja donde Boonmee es atendido por una enfermedad terminal en un riñón. Boonmee es un hombre grande, pero su condición de camboyano o de tailandés nos priva de calcular su verdadera edad ya que estos, los camboyanos o los tailandeses, una vez que cumplen 40 ya no envejecen más, manteniéndose en plena forma, así que puede tener 41 o 114, da lo mismo.

Y esa noche, Boonmee se apresta a cenar con su enfermero y su sobrina cuando de pronto aparece sentada a la mesa, primero medio traslúcida y luego con mejor contraste, su mujer muerta hace años. El enfermero se julepea y sale rajando, pero después vuelve y todos charlan en armonía hasta que se acerca a la mesa el yeti negro, que no es otro que un hijo de Boonmee, hace muchos años desaparecido y ahora vuelve con pelos por todos lados.

Y ahí la saqué porque, en serio, no vale la pena. Déjenme tranquilo. Yo no tengo la culpa de nada de lo que han sufrido estos camboyanos o tailandeses… si ni siquiera sé cómo se prepara una buena bomba de Napalm.

Así que ya lo sabe, amigo, si usted gusta del cine ágil, violento, lleno de escenas de sexo duro y con menos profundidad que una alpargata de yute, no alquile esta película, se va a sentir defraudado.


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