lunes, 10 de septiembre de 2012

Machine Gun Preacher (2011)





Con: Gerard Butler, Michelle Monaghan, Kathy Baker, Michael Shannon, Madeline Carroll y Souleymane Sy Savane

Dirección: Marc Forster


Resulta que Gerard Butler está en prisión, es motoquero y es más malo que la mierda, rudo como pocos. Cuando Dios inventó la palabra "rudo", seguramente estaba pensando en la composición de Gerard Butler para este filme. Y finalmente es liberado y la película nos muestra cuando camina los pasillos de la cárcel en busca de sus pertenencias y un muy correcto oficial de policía con una cara de buen tipo que cuando Dios pensó en un buen tipo, sin dudas estaba vislumbrando a este policía de mostrador, le extiende sus ropas con gran amabilidad, pero Gerard Butler es rudo, así que lo manda a la concha de su tía, agarra sus cosas y sale a la calle, vestido de rudo motoquero.

Su mujer, la espectacular Michelle Monoghan, lo lleva de regreso a la humilde casa rodante donde viven no sin antes hacer un stop en la ruta y echarse un mini-polvo en el autito de morondanga que posée la joven y preciosa actriz de reparto. Y al terminan de follar, él le pide un cigarro, pero ella le dice que ya no fuma y él se enoja, recriminándole que esas cosas no se dejan cuando se es pobre y fracasado, pero ella dice que encontró a Dios y que ahora todo cambió.

Y en la casa rodante de morondanga donde viven lo recibe su pequeña hijita con un gran cartel que dice “Welcome, Daddy”, pero él es un rudo y heroinómano motoquero y no se va a doblegar por un tierno cartelito de una dulce hijita, así que entra y abre la heladera en busca de una birra, pero no hay cerveza. Y le recrimina a su mujer el faltante, pero ella le dice que Dios entró en su hogar, y que ya no habrá más cerveza en la nevera. Así que se pone violento, agarra su Harley y se pira al bar, donde un sorprendente Michael Shannon -que actuare hace muy poco en una de las mejores películas del año y ahora se prestare para esta idiotez inviable- lo espera sentado, embriagándose con una gordita mugrienta que minutos después les inyectará heroína en el baño de aquel bar de mala muerte.

Así es entonces que mientras su joven y bella mujer que hasta hace muy poco trabajaba de streeper en un bar mientras él cumplía su condena encontró a Dios y cambió y es recatada, sumisa y consiguió un trabajo, él, por el contrario, vuelve a hacer de las suyas vendiendo, robando y tomando heroína, andando de violento por la vida hasta que nuevamente se manda otro moco y mata a un tipo a cuchillazos. Y ahí la vida le hace un click y decide cambiar, pidiéndole ayuda a su mujer entre llantos suplicantes.

Entonces comienza a asistir con su familia a misa y de golpe se hace bueno, y en no más de dos o tres meses de arduo trabajo en una constructora, consigue abandonar el camping donde amarraba su casa rodante para mudarse a una cálida y próspera casa en el campo (qué fácil que la tienen los yankies que creen en Dios, la próxima vez voy a ser yankie y voy a creer en Dios) y la vida le sonríe como loco, ungiéndolo de alegría, prosperidad, libertad, abstemia y vida sana; regando sus místicas jornadas con dosis letales de Dios y misa, hasta que muy poco tiempo después, en un almuerzo familiar, decide que debe hacer algo por el prójimo (dejar de actuar en esta película sería un honorable acto) y le dice a su mujer que irá al África a ayudar a los africanos que estén pasando miserias. Su mujer se preocupa, y le pregunta cómo hará con el trabajo y con las cuentas (yo también me preocuparía, porque también soy un adulto trabajador y me encantaría andar por el planeta haciendo el bien sin mirar a quién, pero también vivo en este mundo y debo perder mi tiempo en trabajar si pretendo comer y pagar mis cuentas) Pero él le dice que “el trabajo que tiene que hacer termina en 5 días" (…) y que "en el banco hay plata de sobra" (¡¡¡¡!!!!) Así que la mujer lo apoya, muy alentadora y sonriente, y él se va para el África a proteger africanitos hundidos en la miseria.

Y, como en un severo señalamiento de Dios, el divino, Gerard Butler contempla qué ingrato fue en su vida y qué vida miserable llevó como motoquero junkie. Y sabe Dios que Dios puso a los africanos en su camino para que él los proteja. Así que agarra y los protege, y les hace iglesias y los banca en todo, ocultándolo de las garras de la temible LRA, una agrupación político-terrorista que peina las tierras africanas en busca de sangre inocente.

Qué increíble que debe ser vivir en Estados Unidos de América, porque no importa lo mal que uno se comporte, o el grado de delincuencia al que uno acceda, o lo fracasado que uno sea o lo lejos que esté de la senda del bien. Con solo largar la droga, vender la moto e ir a misa los domingos, uno compra una casa hermosa, monta una próspera empresa constructora comprándose unos zarpados destornilladores en WallMart y en menos de un año uno se puede dar el lujo de abandonar todo y dedicarse a la filantropía (porque todo sucede en el mismo tiempo en que su hija tiene los mismos 5 años con que lo recibió con el cartelito de bienvenida la vez que volvió de la cárcel, luego el director se da cuenta y de golpe la hace aparecer de 15, pero él ya es exitoso cuando su hija tiene la misma edad con que lo recibió el día que salió de la cárcel).

Y lo más indignante de todo es que, para su sorpresa, querido amigo, querida amiga: esta historia está basada en… Hechos Reales!!!!!!!!!!!!

Es una lástima, porque realmente la última cuarta parte de la película está bien lograda, pero ¿qué necesidad había de contar la historia de esta exagerada yankie manera que es sin duda alguna inaplicable a la realidad?

¿Sam Childers, el verdadero “pastor de la metralleta”, no les dijo cuando vio la película que se zarparon un toque con la parte de la “misilística escalada hacia el buen vivir” que tuvo en su vida apenas conoció a Dios?

Mátense. Mátense y tírense a un río playo.

Me tienen re podrido.

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