lunes, 23 de julio de 2012

Gone (2012)





Con: Amanda Seyfried, Daniel Sunjata, Jennifer Carpenter, Wes Bentley, Emily Wickersham, Socratis Otto, Katherine Moennig y Michael Paré

Dirección: Heitor Dhalia


Amanda es una joven y bonita (muy bonita, dios mío) muchacha que intenta rehacer su vida luego de haber sido secuestrada, retenida durante semanas en un pozo en el medio del bosque y haber estado a punto de morir desollada a manos de un temible psicópata que la policía nunca encontró y que por tal motivo decidió dejar el caso cerrado por no encontrar una sola prueba del episodio.

Y la vida es muy difícil, dos por tres recuerda el trágico suceso y debe rescatarse mentalmente para no caer en las más oscuras depresiones mientras se ayuda con un sinnúmero de pastillas ansiolíticas y antipánico que la mantienen como un robot, yendo a trabajar de mesera para poder pagar las cuentas.

Pero es una chica muy valiente, inmediatamente después de aquel incidente tomó clases de tiro al blanco y de artes marciales por si alguna vez tuviera que ser víctima nuevamente de la “sensación de inseguridad” que inunda las calles norteamericanas.

Y tiene una hermana, que es casi tan linda como ella, con la que convive en una hermosa casa de dos plantas (porque el yankie hecho y derecho tiene casa espectacular y varios modelos de automóvil). Y son muy rigurosas con el tema de los horarios y las salidas y los candados y los pasadores en las puertas. Aquel triste episodio que sufrió Amanda fue suficiente para cambiar por siempre el estilo de vida de las dos hermanas, por lo que cada vez que una de ellas sale a trabajar, anota en un cuaderno el horario de regreso, que es monitoreado por la otra hermana dándole un plazo bastante corto de tiempo de yapa antes de comenzar a buscarla en los celulares de las únicas tres o cuatro personas muy allegadas con las cuales se podrían estar viendo.

Así es entonces que Amanda se dispone a salir a trabajar y combina horarios con su hermana, que le deja bien en claro que ese día debe rendir la última materia de su carrera, que va a ir a tal lado pero que a tal hora estará de vuelta y que pin, que pun. Y Amanda se va a trabajar y pasa toda una jornada laboriosa en la taberna de cuarta donde sirve huevos revueltos, pero al volver y abrir las cuatro cerraduras de su casa se da cuenta que su hermana nunca fue a rendir, que nunca salió a enfrentar el día, que aun lleva como prenda el pijama de la mañana porque no está en el tacho de la ropa sucia, advierte que el anillo que le regalare su prometido está tirado en el piso, encuentra sus libros y su carpeta abierta en la mesa donde la despidió a la mañana, la ropa que se iba a poner luego de bañarse para ir a rendir doblada a los pies de la cama y setenta y ocho mil indicios muy criteriosos más que le gritan en la cara que su hermana “HA SIDO SECUESTRADA”, por lo que, desesperada, llama a la policía.

La policía, compuesta por los tres más malos actores del año, está degustando unos Starbucks con las patas cruzadas sobre los escritorios de la central de policía de ese tranquilo y ameno pueblo estadounidense donde se desarrolla el filme, cuando suena el teléfono y Morocho Pintón (el único de los tres policías que tiene líneas en el guión, los otros dos se la pasan mirando y poniendo caras, pero nunca emiten sonido, cincuenta dólares para cada uno) atiende y es la rompe huevos de Amanda, que llama para denunciar que secuestraron a su hermana, pero a pesar de que Amanda es una ciudadana que tiempo atrás fue víctima de un secuestro que casi se transforma en muerte y que nunca jamás lograron atrapar al sexópata que la mantuvo encerrada en un pozo en el bosque durante semanas, el policía pone cara de “¿otra vez esta patética rompe huevos con sus delirantes historias de secuestradores?” y le dice que se calme, que seguro que su hermana está bien y que no podrán ayudarla hasta que pasen 24 horas de desaparecida. Y le corta, ya que se le está enfriando el Starbucks de latte.

Pero Amanda no se queda con ese pedorro e insensato consejo policial, tiene una corazonada de que algo anda mal (si su hermana aun lleva como prenda el pijama de la mañana porque no está en el tacho de la ropa sucia, si advirtió el anillo que le regalare su prometido tirado en el piso, si encontró sus libros y su carpeta abierta en la mesa donde la despidió a la mañana, si la ropa que se iba a poner luego de bañarse para enfrentar el día aun estaba doblada a los pies de la cama y si tuvo setenta y ocho mil indicios muy criteriosos más que le gritaron en la cara que su hermana “HA SIDO SECUESTRADA” eso no es una corazonada, es una realidad hecha y derecha). Y parte rauda hacia la central de policía, donde los agentes continúan disfrutando de sus exquisitos Starbucks de latte con las patas sobre los escritorios sin saber lo que hacer. Y cuando la ven entrar ponen todos la misma cara de “Uy, otra vez esta pesada con el cuentito del secuestro” (como en las últimas diez mil películas del género) y ella les cuenta, desesperada, que es imposible que su hermana haya ido donde dijo que iría porque aun lleva como prenda el pijama de la mañana, que no está en el tacho de la ropa sucia, porque incluso advirtió el anillo que le regalare su prometido tirado en el piso, porque encontró sus libros y su carpeta abierta en la mesa donde la despidió a la mañana, porque la ropa que se iba a poner luego de bañarse para enfrentar el día aun estaba doblada a los pies de la cama y por setenta y ocho mil indicios muy criteriosos más que le gritaron en la cara que su hermana “HA SIDO SECUESTRADA”, pero el policía morocho la mira como soportándola, toma un tranquilo sorbo de café y le dice que se relaje, que seguro su hermana está a salvo, y que es una mujer grande que quizás haya decidido irse sin dejarle una nota.

Amanda lo mira como si el policía le hubiera asestado una inesperada cachetada y le dice que eso no puede ser, que desde la vez que ocurrió lo de su secuestro son muy unidas y siempre se están cuidando mucho, que tienen una batería de criteriosas herramientas para encontrarse y saberse a salvo que la llevan a rajatabla desde aquel episodio y que nunca jamás la quebrantaron, pero esto no alcanza para que nuestros policías tomen cartas en el asunto, no. Solo se miran entre ellos con expresiones de agotamiento, dándole a entender que no la aguantan más y que es flor de plomaza, y le dicen que bueno, que no se preocupe, que ellos van a investigar, como quién se quiere sacar un estorbo de encima.

Y Amanda se da cuenta que no le van a dar bola, así que comienza a buscar por sus propios medios a su hermana secuestrada, llamando al novio, que le dice que no la vio y que hace más de dos días que no sabe nada de ella por su molesto examen final. Y llama a su mejor amiga, con quien a veces estudia los finales, quien tampoco la vio y está preocupada porque habían quedado en verse ese día para cotejar ciertas cuestiones del examen. Así que Amanda vuelve a la central de policía con estas nuevas e incuestionables pruebas y las tira sobre el escritorio de Morocho Pintón, que no toma en cuenta una sola de las pistas que Amanda le ofrece y aduce que su hermana es una mujer grande, que si decidió rajarse con otro o irse a vivir a otro lado, nadie puede entrometerse en sus decisiones, a lo que Amanda, ya un poco irascible, le espeta a los gritos que cómo puede pensar una cosa así si claramente su hermana aun llevaba como prenda el pijama de la mañana porque no estaba en el tacho de la ropa sucia, y que al bajar la escalera advirtió en el piso el anillo que le regalare su prometido, con el que tan bien se llevaba, y que  encontró sus libros y su carpeta abierta en la mesa donde la despidió a la mañana, y que  la ropa que se iba a poner luego de bañarse para enfrentar el día aun estaba doblada a los pies de la cama y setenta y ocho mil indicios muy criteriosos más que le gritaron todo el día en la cara, tanto a ella como a los estúpidos policías que les solicitaba ayuda, que su hermana “HA SIDO SECUESTRADA”.

Pero los policías no dan el brazo a torcer y no pretenden para nada dejar de degustar el exquisito café latte de Starbucks que están sorbiendo con cautela de que no se les termine antes del fin de la película y le dicen que quizás su hermana haya salido en pijama y se haya comprado ropa nueva, que los jóvenes de hoy hacen cualquier cosa con tal de llamar la atención, que quizás se haya ido a Las Vegas en pijama y se haya casado allí con un desconocido y varias opciones más que hacen que uno piense si lo que hay dentro de los vasos de papel de Starbucks que están tomando sea café latte o mierda líquida mal cagada que les recontra pudrió las únicas tres neuronas que mantenían con vida aquella mañana.

Y bueno, Amanda, cansada de que no le den bola, comienza un raid implacable por recuperar a su querida hermana y se monta en una cruzada por hacer ella las investigaciones que deberían haber hecho los policías a los que ella les paga los sueldos con sus impuestos al día pero que en lugar de salir a buscar desaparecidos disfrutan de cafes lattes de Starbucks con las patas sobre el escritorio.

Y Amanda encuentra al malo, y encuentra el bosque, y encuentra a su hermana. Y mata al malo, de varios tiros, y le deja un mapa con las instrucciones sobre cómo llegar al lugar de los hechos sobre el escritorio a los tres policías que aun disfrutan con ahínco de sus tres café lattes de Starbucks, aunque ahora lo hacen con rostros de culpa, como diciendo “Oh, Amanda tenía razón, deberíamos haberla escuchado”. O quizás los rostros de culpa dijeran “Oh, fuimos partícipes de esta pelotudez biónica copiada de un sinfín de películas de secuestro y muerte”, o quizás sus rostros culposos expresen “Oh, me pasé toda la vida intentando dedicarme a la actuación y nunca logré pegar un rol como la gente y tengo que hacer este patético papel de policía terco y pelotudo en esta superproducción donde toda la plata se la lleva esta rubiecita que está más buena que comer pollo con la mano, mejor me pongo una fiambrería”.

No hay manera de describir lo estúpida, elemental y trillada que es esta nueva película de Amanda Seyfried.

No sirve ni para jugar al freesbie en el parque con su perro.

Le pongo 2 Juanpablos, uno por cada ojazo de esta rubita tan bonita.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Está re güena Amanda. En cualquier momento la vemos en una biopic sobre la vida de Bette Davis.

Gilmour, Juan Carlos dijo...

Es verdad, tiene ojos parecidos, no lo había pensado