Con: Mark Wahlberg, Nicola Peltz, Stanley Tucci, Jack Reynor, Titus
Welliver y gran elenco
Dirección: Michael Bay
Resulta que justo cuando uno había pensado que
en lo que a desparramo de vómito yankilezco ya había visto todo y habiéndome
jurado que no vería la cuarta secuela de esta inútil historia de robots
extraterrestres que se transforman en los más zarpados camiones, helicópteros,
colectivos y autos deportivos de extrema alta gama ya que no solo no entiendo
el fin de la historia, dónde es que nos lleva o cuál mensaje pretende
inculcarnos, me encontré este finde con toda esta lluvia inusitada y todos los
estrenos ya alquilados y me dije –equivocadísimo-
“Bueno, qué sé yo. La llevo y la veo”.
Entonces aparece en escena Mark Wahlberg. Sí.
Mark Wahlberg. Quien no debería haber colaborado en esta película ya que no lo
necesita, pero ahí está. ¿Y haciendo de qué? De estricto padre de una jovencita
que parte la tierra en dos, que usa los más extremos shortcitos vaqueros que se
le meten dentro de la vulva, y a la que su padre, don Mark Wahlberg, no deja
salir con sus amigas con temor a que la muchachita termine besándose con algún
noviecito cuando claramente, por la actitud que la joven porta y la ropa que
viste, viene acogotando gallinas desde su más temprana infancia.
Y la vida es dura en Texas. Don Wahlberg es un
caprichoso ingeniero que hace décadas pretende salvarse inventando algún robot copado
pero las cuentas se acumulan y acumulan, el banco ya le envió montones de
intimidaciones y en poco tiempo tendrá que entregar su rancho mientras su
empleado en viejo Mini Cooper intenta ayudarlo sin muchas luces y su hija va y
viene de la escuela partiendo la tierra que camina con esas piernas
inconcebibles y esos shortcitos de recontra putarraca ninfómana y se lamenta
cuando su padre no la deja salir porque le ha prometido a su esposa,
recientemente fallecida (no se les cae
una idea), que no permitirá que la niña se pusiera de novia antes de los 37
años, o algo así.
Así es que un buen día sale a la venta un viejo
cine del pueblo tejano donde don Wahlberg intenta salvarse económicamente y se
acerca con su hippie asistente para ver qué podría comprar ahí dentro que le
pudiese servir para sus locos inventos cuando descubre entre las butacas un
viejo y abandonado, aunque poderosísimo, camión frontal del estilo del que
usare BJ McKay y se enamora y se lo compra (cómo
llegó semejante voluminoso camión dentro del cine donde están las butacas, sólo
el director de esta pelotudez lo sabe).
Esto enfurece en demasía a su increíblemente
cogible hija, quien al ver llegar la grúa con el camionazo oxidado y vistiendo
los shorts más diminutos y más enterrados en la vagina que usted pueda
imaginar, le pregunta “¡Por qué compraste este viejo camión! ¡¿Y ahora cómo
pagaremos las cuentas?!” Pero a nadie le importa, realmente, si podrán o no con
las deudas ya que es imposible dejar de ver las piernas de esta jovencita que
raja el planeta en dos con su incomprobable belleza.
Y los días pasan y las cuentas se acumulan y de
pronto el viejo Wahlberg se da cuenta de que ese camión que adquirió por dos
con cincuenta no es otro que “Optimus Primus”, el jefe de los Transformers
buenos quien ha sido mortalmente herido y ahora Wahlberg lo curará de sus
lastimaduras, justo cuando el Pentágono descubre que Optimus está siendo
reparado en un rancho tejano y entonces van y lo buscan y comienzan las explosiones,
los robots que se transforman en vehículos y las más disparatadas corridas y
saltos en donde Estados Unidos de América despliega como nunca antes un reguero
de efectos especiales, ruidos ensordecedores y peleas infundadas que ocultarían
el fin incluso de una película aún más carente de objetivo, presentando a unos
absurdos robots Transformers que hablan y gesticulan como si fuesen
norteamericanos nacidos en el corazón mismo de New York (incluso hay uno que hicieron parecido a Blane de Predator, que fuma un habano de metal –hay que ser despiadado e
hijo de puta para hacer un robot que fuma un habano de metal, ¿para qué lo
hicieron? ¿cuál sería la ventaja? ¿Un robot necesita relajarse con un puro
gigantesco de metal?) que nada tendrían que envidiarle a la tontísima
escena de Plan 9 From Outter Space donde los marcianos se apoyan de
brazos cruzados en los pasillos de la nave para platicar sobre los terrícolas y
lo único que les faltaba era estar tomando un café de Starbucks mientras
departían sus opiniones.
Y justo cuando ya comenzaba a pasar capítulos
sin remedio, de pronto don Wahlberg y su calienta vergas hija son rescatados
por el noviecito de esta, quien hace años le viene alegrando las noches y solo
don Wahlberg no lo imaginaba, montando así, una vez rescatados y ocultos, una
patética escena en donde Mark pide explicaciones ya que jamás hubiese imaginado
que esa frágil muchachita que con tanto sacrificio educó y guió por el buen
camino en realidad hacía años que se aferraba con fruición del ganso de este
apuesto y afortunado jovencito que tiene la bendición de entrarle a aquellos
excitantes minishorts.
Así que ustedes perdonen, pero realmente no
puedo soportar a los Transformers. No los tolero. No puedo siquiera comprender,
por ejemplo, cómo es que nadie dice nada sobre la inaplicable situación de que,
en plena pelea, explosiones y fuegos artificiales de suculento volumen, las
voces de estos sonsos robotitos se escuchan a la perfección. No puedo entender
por qué imbécil motivo estos Transformers viven, se mueven, gesticulan, se
lamentan o se divierten como si fuesen marines norteamericanos siendo como son,
simples extraterrestres de metal. No comprendo cómo puede ser que haya habido 4
películas de esta basura solo por contar en sus filas con las guarras más
escandalosamente infartantes, los autos más espectaculares y las explosiones
más desmedidas cuando la trama no tiene ¿nadie se dio cuenta? ¡NINGÚN SENTIDO!
Y lo peor de todo, lo que más me ha hecho
enojar, es la solución que encuentra Optimus para luchar contra los robots
malos, que es excavar y desenterrar a los más primitivos Transformers que ha
visto esta tierra, que son unos Transformers-dinosaurio… ¿Qué mierda es esto?
¡¿Qué sentido tiene?! ¡¿En la quinta secuela irán a luchar contra amebas
unicelulares Transformers??? ¡Dios!
Lamentablemente sé que seguiremos siendo
víctimas de este absurdo atropello. Transformers vino para quedarse y habrá al
menos siete secuelas más en donde no importará que ya no haya nada que contar
de la historia y por donde desfilarán nuevas pendejas parapitos y jovencitos que
pretenden saltar a la fama con sus torneados cuerpos mientras estos boludísimos
robots siguen cagándose a trompadas en medio de las más estruendosas
explosiones mientras hablan lo más bien y se escucha perfecto lo que se dicen.
Pero también sé que no me enganchan más, eso se
los aseguro.
Imposible de calificar.
Insoportable.
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