Con: Ethan Hawke, January Jones, Zoë Kravitz,
Bruce Greewood, Jake Abel y un pelado que no sirve ni para extra
Dirección: Andrew Niccol
Resulta que el pobre Ethan Hawke está pasando
el peor momento de su carrera. Atrás quedaron los días en que empuñaba el
comando de su avión-caza y aniquilaba talibanes desde el cielo azul dando
cabriolas y huyendo a miles de kilómetros por hora. Las nuevas tecnologías, el
avance de la ciencia y la continua búsqueda del ser humano por superarse (…) lo
confinaron dentro de un contenedor de chapa en una tranquila base militar
estadounidense enclavada en el corazón mismo de Las Vegas, y solo debe
presentarse a las ocho como cualquier oficinista, sentarse al mando de una
computadora que funciona como una Play Station de futura generación y
disponerse a matar talibanes pero a control remoto y a salvo hasta que se
cumpla su jornada de servicio para retornar a su hogar donde una hermosa esposa
lo espera sugerente y muy bien vestida en compañía de unos niños (un varón y
una hijita rubia típica) que deben hacer las tareas del colegio y todo debería
ser maravilloso y la vida entregada al servicio de la protección de su país no
podría estar más resguardada, pero Ethan se siente vacío y extraña desaparecer
de su hogar sin seguridad de regreso para volar por los aires pakistaníes y
aniquilar talibanes a troche y moche, y la realidad es que esta nueva manera de
matarlos no lo llena ni un poquito. Su vida se convirtió en una rutina
desesperante y el vodka comienza a ser una herramienta indispensable para
enfrentar la semana, sentado por horas frente a un pseudo video juego viendo
desde el cielo -y como si fuese Dios, por
que eso nos quieren apuntar, finalmente- a ciudadanos talibanes yendo al
mercado, jugando a la pelota corriendo de aquí para allá en esos poblados
marrones de tierra y tan atrasados que ni siquiera un Neanderthal se sentiría
cómodo en sus instalaciones.
Y para colmo de males hace varias semanas que
es testigo de una injusticia tremenda: un talibán pasa todos los días por la
casa de una mujer que está barriendo el patio con una escoba de esas hechas a
mano, con la paja anudada porque ni plata para comprar escobas tienen, son
gente muy atrasada, se le acerca, le da una piña en el estómago, la viola ahí
mismo, bajo el cielo azul y a la vista del pobre talibancito hijo de la
barrendera –y de Hawke- y se va lo más campante con su kalashnikov al hombro. Y
lo peor de todo es que el pobre Ethan no puede hacer nada por defender a esta
pobre barrenderita ya que el alto mando es quien debe darle la orden de
disparar.
Pero ahí no terminan sus malas suertes: a la
semana siguiente deben responder a las órdenes de un nuevo alto mando. La
seguridad del país más próspero y libre del mundo está de pronto en peligro y la
CIA se hace cargo de las operaciones con drones y comienzan a recibir
directivas telefónicas para que asesinen a este o al otro, todos supuestos
talibanes muy de alto rango, sin importar si justo viajan en auto con sus
mujeres e hijos pequeños. Y Ethan dispara, con los ojos llenos de lágrimas y el
rosto demudado de la pena que le produce matar a estos niñitos talibanes en
compañía de la nueva estrella que colaborará en cada film que se estrene de
aquí a que finalmente se le caiga el culo de vieja: la hija de Lenny Kravitz,
quien también asesina talibanes a su lado y con los ojos llenos de lágrimas.
Así que todo mal para el pobre Ethan, se
quiere empomar a su compañera y no puede porque está prohibido, su mujer no le
produce la más mínima erección peneana a pesar de ser la propia January Jones y
estar más buena que comer pollo con la mano, no va a poner el culo en un caza
nunca más y el vodka ya le rebalsa por el esófago, así que un día agarra y
aprovecha que no pasa nada, les dice a los 4 extras que lo acompañan en el
contenedor que se tomen una hora libre y cuando queda solo, se encierra y
dispara al violador justo antes de que llegue a lo de la barrenderita y la
salva de la violación matutina del día y de las que siguen, justo antes de que
sus superiores puedan abrir la puerta y entonces la justicia y el bien sin
mirar a quien se apoderan de su semblante y sale del contenedor con su campera
de aviador y sus lentes oscuros, como diciendo: “Hice justicia”, o como
diciendo “Perón, Evita, devuélvannos la guita”, o como diciendo: “Qué polvo que
me voy a echar con la hija de Lenny Kravitz ahora que no trabajo más aquí”.
Y eso es todo lo que puedo decirles de esta
inacabable catarata de basura yankie que vi el domingo por la mañana cuando me
desperté a las 5 y no pude pegar más un ojo por las diversas vicisitudes
económicas que padezco.
Ya padezco un osito.
Le pongo 2 Juanpablos, las caras de tristeza e
impotencia de Ethan Hawke cada vez que el talibán violaba a la barrenderita me
hacían estallar de la risa.
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