Dirección: Bradley Parker
Resulta que tres
desconocidos y malísimos actores jovencitos compuestos por una parejita "tipo" y una amiga en común están
paseándose por Europa, sacándose turísticas fotos en los lugares más salames,
como frente al portón del palacio de Buckingham, frente al Arco de Triunfo, o
en el Coliseo, etc. Hasta que finalmente llegan a la casa del hermano de Jovencito,
quién por trabajo vive desde hace años en Kiev y es tan mal actor como los
primeros mencionados.
Y éste los recibe
con gran alegría y los invita a tomar unos drinks y sus visitas les cuentan
lo bien que la están pasando y le muestran fotos, pero Hermano las pasa con
aburrimiento y les admite que a él le va más el turismo aventura. Y se ponen a
hablar de eso cuando de pronto se le ocurre invitarlos a pagar por quizás el
más peligroso de los turismos aventura que usted haya escuchado, que es ir a
dar una vuelta por Pripyat y Chernobyl en una combi (que aparentemente, según
este director ridículo, en Ucrania hay locales céntricos que promueven este
nocivo pack turístico de la misma manera que en Madryn hay locales que venden
clases de buceo, pero bueno, póngale onda usted también, que si no no se puede
escribir ninguna historia de terror nueva…)
La parejita se
niega, horrorizada, pero la jovencita que los acompaña, dispuesta a quedar bien
con Hermano ya que tiene claras intenciones sexuales con él le dice que ¡Sí! levantando
un puño enérgico al cielo mientras se clava un fondo blanco de vodka, en una
clara y trillada actitud norteamericana.
Así es entonces que
se acercan a un local que promueve en su vidriera: “Turismo de Aventura / Pripyat-Chernobyl
- $350 per cápita” y entran y pagan.
Y justamente, como
si se tratara del local Scuba-Duba de Puerto Madryn donde unas chicas y chicos
esperan que se forme un grupo rentable para llevarlos a bucear o a acariciar
lobitos marinos, un gordo muy afable, al recibir la paga de este grupo de
cuatro nuevos clientes, ya tiene copada la combi así que todo listo.
Y viaja, viajan,
viajan hasta que los transeúntes dejan de ser parte del paisaje, los autos que
van y vienen por la ruta solo vienen, y cada vez son menos, y llegan a un
puesto militar donde unos soldados con intimidantes Kaláshnikov
AK-47 colgadas al hombro y mucha cara de haber desayunado una botella de añejo Horilka con sánguches de anchoa les impiden el paso. El gordo se baja de la combi no sin antes advertir a sus
clientes que no vayan a hablar y que lo dejen a él hacer el numerito (¿qué les
dirá?) y se acerca a los soldados y se pone a gesticular vaguedades para luego
volver derrotado a la van, con franca expresión de desaliento, pone marcha
atrás y pega la vuelta, diría Lucía Galán, ante la disconformidad del grupo,
que le exige que les devuelva el dinero.
Pero
Gordo Afable, con los dientes apretados y en esa postura tan incómoda de estar todo
doblado mirando hacia atrás mientras se conduce en reversa, les murmura: “quednsé trnquilos, que vmos ntrar pr otro
lado”.
Y agarran un camino
de tierra muy sinuoso y poseado y finalmente llegan a Pripyat, la ciudad
fantasma donde vivían los empleados de la planta nuclear de Chernobyl que el 26
de abril de 1986 tuvieron que salir corriendo con lo que tenían puesto para no
volver a entrar a la ciudad, ni ellos ni nosotros, por los próximos cien mil
años, ya que la contaminación radiactiva que quedó diseminada en el lugar es tóxica de muerte, perenne e inhabitable.
Así es que llegan y
bajan de la combi con gran ilusión y se disponen a sacar fotos. Realmente es
muy interesante el lugar. Da escalofríos estar en una ciudad donde no hay nadie
y donde todo quedó en pausa desde hace casi 30 años. Y visitan escuelas,
hospitales, edificios de departamentos y se pasan un rato agradable escuchando
las historias que Gordo Afable cuenta con monótona dicción de instructor de turismo
y bueno, ya pasaron dos horas, así que mejor que vayamos yendo porque está oscureciendo y aparte si ahora
nos quedamos más tiempo la toxicidad del ambiente nos hará mucho daño celular
así que emprendamos la retirada hacia la combi.
Pero cuando llegan
y se encomiendan a pirar de Pripyat con una experiencia única e irrepetible que
quedará por siempre en sus memorias, la camioneta no arranca.
Tensión. Inquietud.
Incomodidad.
Gordo Afable, incrédulo, levanta el
capót buscando el problema, y ¡oh, sorpresa!, se encuentra con todos los cables eléctricos
mordisqueados, pelados y cortados, así que así no irán a ninguna parte.
Horror. Pavor.
Discusiones pelotudas. Pases de factura.
Para colmo, Gordo Afable intenta calmar a sus clientes tomando su Handy y pidiendo auxilio, pero nadie le responde un cazzo, son
las 7 de la tarde, está anocheciendo y en Ucrania es la mejor hora para meterse
en un bar a envodkarse a pleno.
Peleas. Amenazas.
Intentos de recuperar la calma. Fracaso de esto último.
Y así comienza
entonces esta tontería, donde unos extraños perros radiactivos rodean la combi
y acechan a los protagonistas hasta que Gordo Afable y Jovencito salen a intentar vaya
uno a saber qué huevada en lugar de quedarse dentro y son comidos y masticados
para que aquellos actores sin un solo dedo de frente que aún se encuentran en la camioneta exclamen: “¡vamos a rescatar a nuestros amigos!” y corran la misma suerte que
los primeros, escudriñando las calles de Pripyat en una noche cerrada en donde
cientos de zombies radiactivos salen de la oscuridad como si se tratase del
tren fantasma más choto del mundo (porque nunca se los ve de lleno, siempre aparecen por un costado como movidos por una palanca, en un segundo y con una ráfaga de luz que los ilumina, o sea, como claramente advertí más atrás: Como el tren fantasma más choto del mundo) y se los van comiendo de a poco
hasta que solo quedan con vida la muchacha amiga de la parejita y el hermano de
Jovencito, que llegan todos quemados y llagueados a Chernobyl donde agentes de
seguridad todos encapsulados matan a tiros a Hermano y retienen a Muchacha, a quien
hospitalizan. Y mientras le ponen suero y le hacen los primeros estudios le
preguntan cómo entraron a Chernobyl, qué es lo que hacían en Pripyat y qué es
lo que vieron.
Y Muchacha les cuenta todo, con lujo de detalles, así que deciden encerrarla en una habitación ya que la joven “sabe mucho y vio cosas que no deben develarse”.
Y Muchacha les cuenta todo, con lujo de detalles, así que deciden encerrarla en una habitación ya que la joven “sabe mucho y vio cosas que no deben develarse”.
Muchacha implora
que no la encierren, pero los médicos le dicen que estará todo bien con escasa convicción y la
mandan para dentro, donde un número impreciso de zombies radiactivos se la
comen.
Así que ya lo sabe,
si usted gusta del cine de terror tonto, donde las escenas de terror son, valga
la redundancia, "de terror"; donde el argumento hace agua por todos los costados
y donde las actuaciones rasan la pelotudez más plena, vaya ahora mismo a
alquilar Chernobyl Diaries, la va a pasar fenómeno.
Le pongo 3
Juanpablos siendo muy generoso.
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