Con: Liam Neeson, Maggie Grace, Famke Janssen, Luke
Grimes y Rade Serbedzija
Dirección: Olivier Megaton
En esta nueva
edición de Taken, y para sorpresa de todos nosotros, los telespectadores,
tanto Liam Neeson, como su hija y su ex-mujer, vuelven a caer exactamente en las
mismas garras de los mismos malhechores que en la primera edición secuestraren
a la pequeña Neeson con fines oprobiosos.
Y aunque usted no
lo crea y piense que lo estoy tomando para la chacota, Liam descubre el inminente
secuestro, esta vez familiar, de la misma manera que en la primera edición.
Y aunque usted
suponga que me tomé una caja entera de vino berreta, Liam, al descubrir la
emboscada instantes antes de que ésta suceda y a bordo de un taxi con su ex-mujer, mira
a Famke con triste y parsimoniosa calma (como lo hiciere en la primera edición con su hija, la misma cara,
igual-igual) y le da las directivas que deberá seguir “a rajatabla” para
llegar con vida al otro lado de la ciudad infestada de proxenetas donde
eligieron ir a pasarse unas postergadas y reparadoras vacaciones ya que, en
esta oportunidad, Liam y Famke están intentando reconstruir la pareja luego del
reciente divorcio de Famke con el extra adinerado que colaboró en la primera
edición y que dejó a Famke y a la pequeña Neeson forradas en guita.
Y aunque usted
sienta que me burlo con sarcasmo de su persona, cuando finalmente los capturan
y los llevan a una casa alejada del centro para torturarlos hasta la muerte
vengando el deceso de los hermanos, tíos e hijos perecidos en la primera
edición, Liam, atado con precintos a una barra en el techo de una pestilente y
olvidada habitación, logra extraer de sus prendas un tamagochi, o algo así -que
luego uno advierte que es un práctico teléfono de espía profesional-, llama a
su hija, que está en la pileta del hotel meta pelotudear sin destajo con una
tablet y le vuelve a dar
inteligentísimas directivas que la pequeña Neeson debe seguir “a rajatabla” si
pretende mantenerse con vida y procurar no ser ultrajada en breve por un
container infestado de violadores.
Y aunque usted ya
esté a punto de comenzar a sentir deseos de boxearme, presa de una inocultable
e irascible indignación, la pequeña Neeson pone la misma exacta cara de
tristeza-espanto-incertidumbre que pusiere en la primera edición justo antes
que la tomaren de las patas, y corre a cumplir sin titubeos las órdenes de su padre.
Y aunque usted no
lo quiera aceptar y comience a negar con la cabeza, irritado, pensando que es
imposible que hayan construido una historia tan patéticamente idéntica a la
primera edición, cuando la pequeña Neeson llega a la habitación del hotel y
toma la maleta metálica llena de armas, planos y chirimbolos de espía sofisticado, Liam
aún sigue en línea, haciendo equilibro con el tamagochi en el hombro sin poder
tomarlo con las manos, y le dice a su hija que trace en el mapa que hay en la
maleta dos círculos con un fibrón y que tire por la ventana una granada para
escucharla en vivo y en directo por teléfono, así lograr saber con la exactitud
de un GPS de carne y hueso cuán lejos del hotel se encuentran ubicados y así
entonces guiar a su hija a que los localice corriendo por los techos de tejas
de las casitas del pueblito infestado de tratantes de blanca al que acudieron en busca
de relax familiar.
Ahora, eso sí, y
como siempre digo respetando su disertación al respecto, si no me cree y piensa
que escribí todo esto con el solo fin de reírme socarronamente de usted, vaya y
alquílela. Lo que es yo, esta noche voy a dormir con la frente en alto y la
conciencia tranquila sabiendo que cumplí con mi parte de advertirle que Liam
Neeson volvió a olvidar su pasado de actor discreto que colaboraba en films
respetables.
Le pongo 1
Juanpablo por ponerle algo. Uno es mucho. No había necesidad alguna de destruir
de un sopapo una entretenida aunque regularona historia como fue Taken de esta imbécil
y mcdonaldiana manera, pero ya lo dijo mi tía Nélida y cuánta razón tenía: “Es
al pedo rempujar cuando la pinchila es corta”.
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