Con: Ashley Greene, Sebastian Stan, Tom Felton, Julianna Guill y Luke Pasqualino
Dirección: Todd Lincoln
Resulta que unos jovencitos re alegres y
expeditivos están preparando un montón de aparatos, cámaras y chirimbolos
diversos para captar las imágenes de un ánima maldita que viene rompiendo los
huevos desde hace años y que siempre se cobra exagerada venganza por alguna nimiedad
mientras los jovencitos que lo invocan mueren como babosas en un desierto de
sal cada vez que intentan contactarlo.
Y hay una jovencita en el grupo que está más
buena que dormirse una siesta un día de
lluvia de esos donde finalmente refresca luego de semanas de temperaturas
agobiantes que enchufa y desenchufa cablecitos y prende aparatos electrónicos
con una sonrisa realmente cautivante hasta que está todo listo para comenzar la
invocación y todos se toman de las manos y ponen en el centro de la mesa una
estatuilla del célebre imbécil muerto y cierran los ojos y de pronto un
sacudón, y otro sacudón, y otro más hasta que la estatuilla se empieza a resquebrajar
y se ilumina de adentro hacia afuera y todo se cae al piso, incluso la cámara
que está filmando la escena hasta que el camarógrafo la recupera y reenfoca,
para ser triste testigo de cómo el ánima toma de la cintura a la exquisita
muchacha y la hace desaparecer metiéndola dentro de una pared. Y es una lástima,
una picardía enorme porque estaba linda la guacha.
Así es entonces que pasa un tiempo equis y la
película nos muestra a Joven Mal Actor que, emparejado a una insulsa y tuneada
morocha que no le llega ni a los talones a la otra actriz, se acaba de mudar a una nueva casa donde de a poco comienzan a ocurrir
cosas terribles (para ellos, que son yankies, usted o yo no hubiésemos hecho
tanto escombro). Pero la joven morocha le dice a su novio que ella, así, no
pasa una noche más. Y Joven Mal Actor, al ser yankie y vivir en ese próspero
país, se va esa misma tarde a un WallMart y se compra todo un sofisticado kit
de circuito cerrado de filmación y lo instala por todos lados en la casa esa
misma noche y se van a dormir.
Pero el fantasma insiste en perturbarlos y en
robar cosas de la casa poniéndolas en otro lado con el solo fin de dejar
sentado que es él quien las mueve, consiguiendo que morocha realmente se ponga
del tomate e insista en irse de su casa mientras Joven Mal Actor intenta
persuadirla de que no es para tanto y se va a trabajar. Hasta que una mañana, en
lugar de sentarse toda hecha una bolita en el sillón del living con una taza de
café y un buzo que le queda enorme y mirar la pared por horas con cara de susto
en lugar de ir a trabajar o hacer algo por la humanidad, Morocha va al garaje y
encuentra una gigantesca valija metálica donde Joven Mal Actor guarda sus
chirimbolos antifantasma.
La valija es del estilo de esas donde los
electricistas guardan pinzas y cables, tipo maletín, pero tiene el tamaño de
un féretro King-Size, haciendo que uno realmente desée darle una cachetada a Morocha
porque, si hasta ese momento en todo el tiempo en que convivió con Joven Mal
Actor no había advertido la presencia de esa masiva maleta metálica, sin dudas
merece que el fantasma le aparezca y se aproveche de ella.
Y entonces abre el voluminoso cofre y
encuentra montones de aparatitos que hacen ruidos de onda corta y que tienen
pantallas por donde uno puede ver un fantasma si apunta el aparato hacia donde
supone que éste se encuentra y al regreso del trabajo de Joven Mal Actor le
recrimina que por qué no le había dicho que él era un cazafantasmas y que ahora
no puede confiar más en él y lo echa del hogar.
Pero de inmediato aparece el fantasma y
Morocha deja de echar a su prometido caza fantasmas por un rato y comienza esta
imbecilidad biónica que no brinda ni un poquito de tensión, que uno sabe con estricta
certeza cuándo, cómo y dónde ocurrirán las distintas movidas del fantasma sin
necesidad de prender todos esos extraños artefactos eléctricos (solo hace falta
haber visto diez de las más de cien películas sobre el tema ya editadas), y la película
termina con todos muertos y Morocha escapando a un Wal Mart y escondiéndose en
una carpa exhibida en un rincón para, apenas cerrar la cremallera de tela donde
ocultarse, un puñado de putrefactas manos la vayan rodeando desde atrás
hasta taparle la boca, para que no grite, y la película termina.
Así que ya lo sabe, ni lo intente.
Le pongo 2 Juanpablos, la muchacha rubia del
inicio es tan pero tan linda que merece esa putuación.
Al resto hay que hervirlos una semana en
aceite de foca y luego utilizarlos para hacer ceniceros y venderlos en el mercado de
pulgas de calle Oroño.
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