Con: Richard Dillane, Peter Brooke, Matt Kane, Natasha Loring, Abena Ayivor, Andre Weideman y la imprescindible
colaboración de Sivu Nobongoza como “Etienne”
Dirección: Sid Bennett
Resulta que unos
africanos vienen navegando un calmo río en busca de sobrevivientes de una
reciente tragedia que ya nos contarán y encuentran una mochila flotando. La recuperan y al abrirla
no pueden creer lo que ven sus ojos: docenas de casetes de filmación que darán
cuenta de “lo ocurrido” con la troup de ignotos actores que trabajaron en este
filme que no dejará lugar a dudas de que “todo lo que veremos a continuación,
ya que el material ni siquiera fue editado, es puramente cierto” (como en las últimas cuatro docenas de
películas del estilo Blair Witch Project
o Paranormal Activity que ya hemos
visto hasta el hartazgo más insoportable).
Así que empiezan
las grabaciones, mal enfocadas y cortadas de golpe –usted disculpe la mala
calidad del filme, pero estos videos son una reveladora revelación para la
humanidad y no podíamos perder tiempo en buscar las mejores partes, fue por
ello que decidimos lanzarlo al mercado en estado crudo y amateur (como en las últimas cuatro docenas de
películas del estilo Blair Witch Project
o Paranormal Activity que ya hemos
visto hasta el hartazgo más insoportable)- donde un joven intenta persuadir
a su padre arqueólogo para que acceda a llevarlo en su nuevo viaje de exploración. Pero su
padre, ataviado con exactitud extrema a lo “Indiana Jones” pero dentro de un plástico cuarto de hotel y sin un gramo
del talento de Harrison Ford, le grita que ¡No!, que ¡No irá!, que ¡Aún es muy
chico!, cuando el joven ya cuenta con, al menos, 25 pirulos y comienza a lucir
desagradables canas en el escroto. Se ve que es un padre muy sobre protector o
no tenían tanto material de grabación como para rellenar una hora con al menos quince
minutos y por eso le grita como si el joven fuera un niñito de 12 años.
Y entonces la
imagen se corta, abruptamente, y vuelve cuando ya Indiana Jones llega a un
descampado donde lo recibe una remeda de Woopi Goldberg, quien le da la
bienvenida a Tombuctú o donde sea que se filmó esta necedad y pronto suben al
helicóptero que los llevará hacia –ya no recuerdo así que pongámosle un nombre
ficticio- el “Valle de Doris”, donde una voz popular que anda circulando desde
hace tiempo asegura que en esa críptica e inaccesible zona hay dinosaurios
vivos para deleite de Susana Giménez.
Entonces todo
listo, Indiana, el cameraman que lo sigue hasta el baño en cada una de sus
expediciones, el Sr. Righthand, mano derecha de Indiana en estos viajes, una
jovencita estudiante de arqueóloga que seguro morirá en breve, Woopi Goldberg y Etienne, el helicopterista, parten
rumbo al Valle de Doris pero la filmación se corta, abruptamente, volviendo desde otro
ángulo –se ve que se terminó ese caset y empieza otro- donde el joven Indianita
prende su propia cámara y nos cuenta en voz baja que logró colarse en el
portaequipaje del helicóptero, que está todo oscuro, siente frío y tiene mucho
miedo, pero esta vez su padre no podrá viajar sin él y tendrá que afrontar la
realidad de que su hijo ya es un hombre y anhela seguir sus pasos por más que ésta
no sea la manera más adulta de acompañarlo, escondiéndose entre las valijas
como un mono tremendo o un nenito de 4 años, ni fuese–esto es lo más
importante- una situación verosímil, ya que hay que guardar en el compartimento
de un helicóptero 4 mochilas, un par de maletas y no advertir que estás
estibando a un joven de 25 años.. (los
extras que hoy hacen de maleteros no son lo mismo que antes...).
Pero de pronto, el
helicóptero se sacude con tesón, el joven golpea su cabezota contra un fierro y
grita “¡Au!” a un volumen demasiado alto a pesar de las aspas giratorias y el monumental ruido habitual dentro de un helicóptero de carga e Indiana logra oírlo, abre el
maletero y extrae a su enorme hijotote tomándolo de la camisa y gritándole
delante de todo el mundo que ¡Por qué lo desobedeció! ¡Ahora ni bien lleguen a
tierra firme se volverá en el helicóptero!, pero Etienne, el piloto, le dice que eso no
podrá ser posible ya que al lugar que van llegan solo con el combustible que
traen, aduciendo que el reabastecimiento les llegará varios días después, en
barco o por Correo Argentino, y que no le quedará otra que aceptar hacer la
expedición con ese peligroso lastre.
Indignación. Súper desmedida
preocupación paternal. Miradas reprobatorias extremas. Falta total de conocimiento
sobre cómo se trata a un hijo de esa edad. Estupor.
La imagen se interrumpe,
abruptamente, y vuelve con nuestros ocupantes del vuelo dispuestos a continuar
el viaje cuando de pronto la jovencita estudiante señala el cielo y, en idioma
de aviación, espeta: “¡A las tres!”. Todos giran sus cabezotas y buscan qué es
lo que la joven vio, y claramente avistan unos pajarracos enormes con unas alas
inciertas que vienen volando hacia el helicóptero, acercándose peligrosamente.
Si uno desconfiara de la inteligencia de estas extrañas aves juraría que no
tomaron en cuenta que si continúan acercándose podrían ocasionar un accidente y
“¡PAF!”, “¡POF!” dos extrañas aves chocan
torpemente el helicóptero y este cae al vacío, matando a Etienne, nuestro piloto. Así
que ahora deberemos a ir al Valle de Doris a pie. Esto molesta a Indiana, quien
mira a su hijo con el desprecio más sobreactuado que usted haya visto jamás y
comienza la caminata, mientras Righthand intenta preguntarle a la Sra. Goldberg
qué eran esos pájaros enormes tan parecidos a los extintos pterodáctilos, pero
Woopi desestima la preocupación de Righthand y le dice que son sólo murciélagos
de Chupinea –o algo así-, que no son pterodáctilos y que camine, que oscurece.
Y al anochecer
encuentran una muy oportuna cabaña donde guarecerse, habían estado caminando no
sé cuánto tiempo entre maleza, ramas, frondosidad y más maleza, y a eso de las
siete, siete y media a más tardar: ¡Zas!, una linda cabaña donde guarecerse.
Suerte.
Perplejidad. Alegría. Improbabilidad.
Así que se
guarecen, pero Indianita coloca unas camaritas atadas de las pajas del techo,
para poder tener contacto visual con el exterior y así ver si algún extraño ser
muy mal hecho por computadora se acerca. Y gracias al cielo que las puso,
porque a media noche, unos muy mal hechos bicharracos con alas muy parecidos a
los pterodáctilos murciélagos de Chupinea, encuentran la cabaña, se comen una
camarita e intentan engullir a nuestros protagonistas.
Terror. Griterío.
Estampida hacia el río. Muerte de la jovencita. Un poco de dolor.
Así que continúan
el viaje, ya amaneció y encuentran unos más que oportunos botes amarrados a la
orilla de la cabaña, así que no hay tiempo que perder. Se suben a los barquitos
y comienzan el viaje hacia el Valle de Doris, pero algo los golpea por debajo,
algo grande. ¡Tump! ¡Tump! ¡Allá!, exclama Righthand con su mano derecha, pero la cámara no logra
girar a tiempo y no podemos contemplar del todo el animalejo extraño construido
por computadora que intentaron para nuestro deleite, pero a no preocuparse, que
de inmediato vuelve a emerger, ya con nuestro amigo cameraman bien dispuesto,
así que a disfrutar del dinosaurio, que saca su cabeza y cuello del agua y se
asemeja bastante a una media que le hiciere hace muchos años a mi hija del
medio para jugar a los títeres, a la que habíamos bautizado con el nombre de
”Ricardito”.
Terror. Griterío.
Estampida hacia la orilla. ¿Muerte de Indiana, Goldberg y Cameraman? Intriga.
Mientras tanto, en
la orilla, Indianita y Righthand se sobreponen del estupor de encontrarse a
salvo pero haber perdido tantas vidas inocentes y ni una sola cámara de
filmación y se disponen a continuar el periplo tierra adentro, pero al llegar a
un terrible pozo, Righthand empuja a Indianita dentro, quien cae sorprendido
pero con la cámara encendida mientras escucha la risa socarrona de Righthand,
quien le grita que no quiere compartir el crédito del descubrimiento con nadie
y la imagen se corta, con abrupta abruptez. Pero al volver, el video nos
muestra que tanto Indiana como la Sra. Goldberg y Cameraman lograron escapar
del títere Ricardito y ya se encuentran en la otra orilla, intentando su
periplo por la tierra de enfrente, aunque abatidos por suponer a Righthand e
Indianita muertos mientras su hijo, con otra cámara, nos muestra no solo que no
murió en el pozo sino que, al caer por ahí, accedió a un sector infestado de iguanodontes
que aún esquivan las cámaras, pero su amistad con un bebé dinosaurio no deja
lugar a dudas mientras éste lo lleva prácticamente de la mano hacia donde están
sus papis Dinos a la vez que Righthand busca inmortalizar sin suerte algún
palmípedo e Indiana y la Sra Goldberg viajan cómodos en una canoa conducida por
Cameraman.
Y bueno, vamos
resumiendo porque es al pedo seguir y seguir con esta tontísima pelotudez
inexplicable. Finalmente los caminos de nuestros protagonistas se vuelven a
encontrar, Righthand está dispuesto a todo e intentará matar a todo el mundo y
lo consigue, salvo por Indianita, que insiste en escapar y no morir. Y cuando
finalmente se vuelven a encontrar entre la maleza del Valle de Doris,
dinosaurio bebé le vomita mucha baba en el rostro a Indianita en el momento
justo en que Righthand da con ellos, haciéndolo reír con sorna, pero el intrépido
jovencito le señala que mejor no se ría tanto, que seguro lo hizo para
protegerlo de algo al momento en que unos dinosaurios enormes aparecen de la
nada y huelen a ambos extraños seres que aparecieron por sus lares, y como uno
de los dos tiene olor a baba de bebé dinosaurio no es masticado con fruición y
el otro sí. Y la película termina con Indianita mostrando el Valle de Doris
desde una altura prudencial y a salvo, haciendo que la imagen describa por sí
sola la magnitud del lugar y la copiosa cantidad de dinosaurios que la pueblan para
luego enfocar cómo mete los casetes en unos nylons protectores dentro de la
mochila y la arroja al río que llevará el material sin editar a manos del
africano que la encontrare a principio del film.
Así que ¿qué más
puedo decirle para persuadirlo de que no cometa este error?
Yo creo que nada.
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