Con: Brian Geraghty, Alice Eve, Josh Peck, un malo berretísimo y un conserje
eufórico
Dirección: David Brooks
Resulta que David, un inexperto y joven mal
actor que para colmo está siendo muy pero muy mal dirigido por el terco que
filmó esta basura, intenta cortejar a Emily, su compañera de trabajo también
muy mal actriz para decirle alguna boludez en el ágape de fin de año de la
corporación financiera para la que trabajan y así encarársela. Emily tiene
deseos de ser embrochetada por David, por lo que de inmediato se pone a hablar
con él y finalmente termina aceptando ser llevada a su casa, que queda en la
otra punta de la ciudad o en otro país, esto nunca queda claro pero es lejos.
David no puede creer su suerte e interpreta sus
sensaciones de euforia y alegría con demasiada exageración al punto en que
cualquier director del montón hubiese intentado una nueva toma aconsejando a su
actor que bajase un toque los decibeles, pero recordemos que no sabemos quién
es peor, si David o el pelotudo que lo está filmando.
Entonces, a viajar, todo listo para partir,
tener una larga charla en la ruta y, quien te dice, por ahí tenemos suerte y
enterramos el camote a fin de año, qué tanto. Pero todo se va al carajo cuando Corey le
recuerda a David que debe llevarlo a él también. Ambos son yuppies de una
importante financiera, y Corey bien podría irse en taxi o en subte. El problema
es que Corey no tiene efectivo. David decide entonces darle unos dólares, pero
qué caray, tampoco tiene billetes en su cartera.
Sorpresa. Incredulidad. Desazón. Yuppies sin un
mango. Futuro polvo cancelado.
Ya los tres en el auto, Corey siente una lija
bárbara y pide a David que se detenga en algún lado para comprar unos burritos
o una pizza. David acepta con ansias de clavarse una de muza. El problema es
que siguen sin dinero. A pesar de que son yuppies exitosos no tienen plata en
la billetera. Entonces buscan un cajero automático. Son
norteamericanos exitosos y claramente no tienen puta idea de lo que es ir a
sacar plata, nunca lo necesitaron. La película muestra con gran practicidad que
el cajero automático es una suerte de máquina prehistórica utilizada solo por
gente pobre o que no está del todo dentro del sistema, y de pronto aparece uno
a la vista, en medio de un desolado playón de cemento.
La noche es fría y
el viento, inclemente. Corey baja y corre al cajero mientras David y Emily ríen
y disfrutan de su vida de yuppies que no lo son tanto, pero al rato Corey hace
señas a David de que lo asista. David va al cajero. A Corey no le funciona la
tarjeta, tanto estuvo sin usarla que no lee la banda magnética.
Desazón.
Imposibilidad de resolver nada en este mundo.
David no tiene
dinero en su cuenta así que llaman a Emily, quien deja su celular en el auto –terrible error- y acude en su ayuda (estos son uno peor que el otro), así que
ya está. Todos juntos dentro del cajero sin celulares ni nada que puedan
utilizar en caso de que se aparezca el “sátiro del cajero automático”, por lo
que lo mejor en estos casos es que acometa en escena de una vez por todas. Así que señoras y señores, con ustedes: “El sátiro del cajero automático”.
Corey, David y Emily
discuten sobre nimiedades y cuando intentan salir del lugar notan a esta
especie de esquimal siniestro que, parapetado en posición inquietante, espera
la movida de sus tres víctimas, que ya se dieron cuenta de que ese señor que
los espera fuera del cajero no está aguardando su turno para sacar plata y solo
quiere asesinarlos.
Horror.
Incredulidad. Desconocimiento de ahora qué hacemos o quién podrá defendernos.
Y para colmo se
aparece por el lugar un bondadoso ciudadano que intenta pasear su perro antes
de ir a dormir y Sátiro, para dejar en claro qué es lo que busca, les muestra a
sus futuras víctimas lo malo que es aplastando la cabeza del paseador con un
fierro. Todos gritan, presas del espanto y la mala actuación y comienzan a
elucubrar las maneras más estúpidas para salir del lugar que usted haya
imaginado.
Horas después, y
con mucho frío en los huesos, nuestros protagonistas ven pasar el auto de una
compañía de seguridad, por lo que le hacen señas desesperadas, quizás con un
poco de suerte el agente los vea y ¡sí!, ¡los vio! ¡A saltar que ahí viene la
ayuda!, pero el agente, en lugar de acercarse con su auto lo deja como a cien
metros y se baja dispuesto a caminar con parsimonia hacia ellos. El agente no
ve a Sátiro que está detrás de él en pose de asesino, pero los jóvenes sí lo
ven por lo que empiezan a señalarle con temor, espanto y extremada alarma que
mire detrás de su espalda. Cualquier ser humano racional o en sus cabales hubiese advertido que algo
andaba mal detrás suyo, pero nuestro agente de seguridad es más inocente que
Dora la Exploradora cuando pregunta si alguien vio a Zorro, que claramente está
detrás de un arbusto y ella dice ¡Dónde! ¡No lo veo! Y el agente se sigue
acercando preguntando con su expresión facial qué será lo que estos jóvenes le
están queriendo decir pero es demasiado tarde, Sátiro lo revienta de un
llaveinglesazo en el bocho.
Y bueno, todo mal
para los chicos, las horas pasan, el sátiro no da señales de abdicar y para
colmo les cortó la calefacción. David le espeta a Corey que por culpa de él
están en esta situación. Corey le dice que no. Dicuten y se empujan cuando de
pronto, Sátiro entra de un portazo dentro del cajero, a mil por hora estampando
las puertas del lugar contra las paredes. Y los jóvenes, ni lerdos ni perezosos
toman a sátiro por el cogote, forcejean y lo acogotan y lo matan. Genial.
Pero de pronto, Emily
mira hacia afuera y ve con pavor a Sátiro en su conocida pose de espera, por lo
que revisan al muerto, quien tiene una billetera con unas fotos de unos niños y
una bella mujer y porta una credencial de “conserje”.
Muchísima desazón,
usted no va a creer cuánta. Dolor inmenso. Impotencia sobreactuadísima.
Todos lloran, muy
doloridos por la muerte del pobre hombre y ahí me gustaría detenerme un segundo, porque dejémonos de joder. Puede ser que el conserje éste haya vestido el mismo
camperón de esquimal que Sátiro, pero ¿quién entra en un cajero donde hay gente
de una patada en la puerta de esa manera tan explosiva? Nadie. Así que tiene
bien merecida su muerte, más que conserje el tipo era un energúmeno, loco… Que
se joda por pelotudo.
Y bueno, todo sigue
igual. Sátiro espera con sátira que sus víctimas pisen el palito, sus víctimas
lo hacen y él se las rebusca para matarlos de a uno.
Y no voy a
mencionar la parte en que les tranca la puerta con un auto y les llena el
cajero de agua porque la sola idea de suponer tan pero tan estanco un cajero
automático da para subirse a un avión e ir a buscar de los pelos al pelotudo que
escribió esta idiotez y recagarlo bien a trompadas.
Le pongo 2
Juanpablos. Uno por cada ceja de Josh Peck, el nuevo chico lindo que como actor
es muy buen depilador de cejas.