lunes, 1 de septiembre de 2014

Gallowwalkers (2012)







Con: Wesley Snipes, Kevin Howarth, Riley Smith, Tanit Phoenix, Simona Roman y gran elenco

Dirección: Andrew Goth



Resulta que Wesley Snipes, el más mal actor que la historia de la filmografía mundial ha tenido la desgracia de advertir en su entera existencia, un fin de semana estaba al pedo, se le había terminado la cerveza y se le ocurrió ir al video club a ver de alquilarse alguna de cowboys a los tiros. Así es que vio entonces Django y se le despertó el indio y no se detuvo hasta bien tener en sus manos una copia de su nuevo film “Gallowwalkers”, sitiado enteramente en el lejano Oeste, en una desopilante comarca llena de montañas secas como pastel de polaco en donde el mismísimo infierno posee un críptico portal por donde las ánimas más siniestras que hayan torturado este mundo puedan salir por un rato en una suerte de recreo o pido gancho a diezmar poblaciones enteras que solo merecerían ser diezmadas por haber participado en esta funesta y pelotuda historia.

Y la vida es una verdadera mierda en Secolandia, la cámara nos muestra un pobre niñito que debe transportar de un lugar a otro tremendos baldes llenos de sangre vacuna que se le vuelcan en sus prendas y botines mientras alrededor del horroroso aljibe donde verte el espeso y viscoso líquido, montones de moscas se hacen un festín con los trozos de animal diseminados en el lugar. 

Al niño le cuesta horrores cargar aquellos baldes, y se le vuelcan inevitablemente -cae más fuera que dentro del aljibe- y nadie lo castiga por ello, él solo va y viene con esos baldes de sangre enchastrándolo todo cuando de pronto advierte la llegada de un forajido a lo lejos, por lo que se esconde.

Forajido viene a caballo, levantando polvadera, diría un amigo, y trae en las ancas de su moro el cadáver muerto de un finado malhechor que capturó y finiquitó con fiereza de recio pistolero. Pero el muerto no es un malhechor común y silvestre, ni es Silvestre Begnis ni mucho menos es Sylvetre, aquel galancito de telenovelas de los ochenta que tan bien se había casado con aquella rubia inolvidable de la que ahora no recuerdo el nombre, es un "Gallowwalker", un ánima maldita que se arrodilla en vos y que, para sorpresa de la humanidad toda, cuenta con dos w juntas en la misma palabra haciendo prácticamente imposible enunciar su pelotudo mote sin sentir arcadas.

Muchachito abandona sus baldes de coágulos y huye patinando entre moscas y charcos de sangre a esconderse en un viejo y mugriento sótano mientras Forajido llega, descuelga al muerto, lo pone en una mesa y lo corta en rodajas sin quitarle siquiera sus prendas.

Luego, días después, un chino conduce con silenciosa rutina una zorra transportando a unos ¿ejecutivos malditos? ¿abogados del diablo? ¿vendedores de almas? ¿políticos corruptos?, nunca lo sabremos ni nos importa –usan unos sobretodos rojos que deberían haber intimidado al espectador, a mí no me movieron un pelo-, pero llegan a un cruce de vías en el medio del desierto más seco que la propia aridez más plena tuviese la experiencia de conocer y se enfrentan a un temible cowboy que los espera para ¿darles su merecido?. Los ejecutivos bajan de la zorra, el chino se pega la vuelta y la cámara nos muestra con espanto que uno de ellos tiene su boca cocida y sus ojos son fosforescentes. Cowboy le manifiesta que no pudo venir con un tal “Red” porque éste ha desaparecido haciendo enojar muchísimo a Labios Cocidos, quien de inmediato comienza a blasfemar un montón de incongruencias inentendibles por su condición de impedido verbal que no puede abrir la boca para expresarse -si no me cree, ya sabe que puede alquilar esta estupidez y verlo con sus propios ojos- mientras de atrás de un árbol asoma el temible Forajido compuesto por Wesley Snipes, quien posa con gran valentía debajo de las ramas de un árbol seco de las que cuelgan partes del tal Red, quien no entendemos qué pito toca en esta historia pero Wesley acaba de desmembrarlo.

Esto indigna muchísimo a Labios Cocidos, quien le espeta  unas confusas murmuraciones y comienzan los tiros. Snipes mata a todos y deja al mudo herido. Se acerca, le hace alguna señalación sobre “el que las hace las paga" o "tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe", o "al que madruga Dios lo ayuda" o "no por mucho madrugar se amanece más temprano” y le arranca la espina dorsal con la facilidad de quien quita las sábanas de un camastro para cambiarlas un sábado de sol porque ya están muy rozadas por la semana.

Y ahí me dormí, de manera fatal. Era demasiado para mi viernes a la noche. Y desperté docenas de minutos más tarde, donde un cowboy sin piel y con sus músculos al aire libre, ordenaba a un par de rubios payos que hicieran no sé qué barbaridad, y me volví a dormir. No hubo forma de mantener el hilo de esta inconcebible pelotudez que estuvo intentando todo el tiempo contar una historia mezcla de “Predator”, “The Good, The Bad and The Ugly” y “Django Unchained” sin la más mínima cordura, respeto o raciocinio. Así que déjeme tranquilo con este mulato mediocre que jamás me cayó bien y que no puedo soportar ni siquiera en una película mala.


Ponerle 1 Juanpablo sería darle el gusto al hijo de puta, así que ni eso.

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