Con: Dolph Lundgren, Cuba Gooding Jr., Billy Murray (no te podés llamar
así, no seas imbécil), Louis Mandylor, Leo Gregory
y Claudia Bassols
Dirección: William Kaufman
Resulta que en un nuevo y
fracasado intento por mantenerse aunque más no sea agarrado del pasamanos de la
puerta del veloz y brincante colectivo de la fama, Cuba Gooding Jr, el actor con nombre de
equipo de futbol que hiciere papeles memorables en su juventud más plena pero
que ahora, cerca de los 50, está de vuelta, abandonado por las grandes ligas y
ninguneado por todo el mundo, insiste con esta nueva producción cinematográfica
en donde compone el temerario papel de “Ray Carver”, un asesino a sueldo de fría
sangre de lagarto que vive viajando de aquí para allá con siniestros trabajos
por cumplir. Hay que matar a éste. Hay que limpiar a aquel otro. Éste también,
pero debe parecer un accidente. A éste que lo piso un tren de carga. Y así.
Entonces, como en una
aparatosa catarata innecesaria e irrelevante, el editor del film comienza a
pausar las escenas con gran contraste, mostrando primeros planos en cámara de
pronto súper lenta de un sinnúmero de extras rusos y, con música de impacto,
tipea, con letras re copadas: “Dimitri Nureyev – jefe del clan Pirulo”, para
luego mostrar a otro extra ruso, mucho más mal actor que el anterior y ponerlo
también en sorpresiva cámara lenta y tipear sobre su pecho: “Serguei Karamazof – jefe del clan
Fangulo” y así, y así, hasta que a uno se le hace un terrible matete
indestripable de tanta información al pedo, que hace que le dé lo mismo que negro
mate a Dmitri o a Serguey, o a Yuri, o a Vladimir, o a Mijail, o a Nicolay, o a
Alexey. O a Ivanov, Popov y la re puta madre de Lenín, qué carajo me importa
quién es uno y quién el otro si al fin y al cabo son todos extras que no
necesitamos conocerlos ya que no influyen en nada en el desarrollo de la trama!
Así es entonces que Cuba
se alquila un departamento frente de la mansión de uno de estos rusos poderosos, apoya un
terrible fusil de largo alcance con la mira telescópica más engreída que usted
haya visto y, una vez que Dmitri y Nicolay (o como se llamen estos dos primeros
extras rusos) se juntan a hablar y mal actuar sobre temas de droga, todos
emperifollados con oro y lentes Ray-Ban, llenos de rusitas re ponibles
alrededor. El negro dispara y hace mierda a uno, pero le falta el otro, justo al
que verdaderamente debía asesinar. Así que ahora Alexey, o Yuri, o aquel que le
encomendó el trabajo (ya no recuerdo su nombre), se enoja. Y se enoja como lo
hacen los rusos, con la voz bien gruesa y hablando en ruso montones de
blasfemias rusas inentendibles.
Llama al mal actor que
hace de puente entre Cuba y los trabajos de incógnito a realizar y le dice que le diga al negro que
está muerto. Que ahora va a contratar al más temerario de todos los temerarios
que habitan el planeta y le pagará "lo que sea" sólo para que acabe con su miserable vida, por
haber osado no matar a Dmitri, o a Nicolay, ya no recuerdo cuál fue el que
sobrevivió en lugar de sí acabar con Yuri o Serguey, que a ese no había que matarlo. Y uno se pregunta, ¿no?, si había un temerario asesino a sueldo
mucho más copado que el negro, ¿por qué no lo contrató de entrada? Y otra cosa, ¿no sería mejor matar al pelotudo que mandó tanta información al pedo de nombres rusos al principio? ¡Quien sabe a Cuba le agarró el mismo matete que a nosotros, pobre Gooding Jr!
Desazón. Indignación.
Intriga.
Así es que aparece en
escena el viejo Dolph Lundgren, disfrazado de Frank Sinatra, con un sombrerito
por demás de ridículo, un descapotable setentoso y un perrito re de afeminado, y se
entrevista con los hermanos Karamasov, o Karadajian, ya no recuerdo cómo se llaman.
Hermano mayor le dice que
haga mierda al negro y que no se preocupe por el tema de la plata. Ivan Drago
sale a hacer su trabajo pero, oh, contrariedad, resulta que no es tan fácil
matar al negro porque, como ya ha ocurrido en las últimas 50 películas de
asesinos a sueldo que deben limpiarse mutuamente, terminan cagándose bien a
trompadas para, en medio de tanta destreza, proeza y ensañamiento profesional
temerario, ambos dos logran contemplar entre medio de las piñas y los esquivos
de cuchillazos, qué buen asesino a sueldo es el otro y, en otro momento de rápida
conclusión, mientras se siguen dando con tuti, ambos dos se imaginan para sí, qué
gran equipo formarían si trabajaran juntos.
Así es entonces que Cuba
se vuelve a Connecticut o donde sea que este mal actor vive y, al tiempito nomás,
un día llega a su departamento y se encuentra con Ivan Drago y su perrito
cachuchero, que lo mira y le tuerce una sonrisa amigable. Y se hacen amigos. Y
la película termina dejándolo a uno con la impresión de que, de ahí en más,
solo trabajarán juntos, irán al cine juntos y dormirán juntos, por qué no. Y
uno se queda mirando el tele, como preguntándose: ¿y a mí qué carajo me importa
qué harán estos dos cuates de sus vidas? Estarían buenísimo que no trabajaran
más juntos, porque esto que vi es un bodrio trillado digno de prenderlo fuego.
Así que ya lo sabe, tenga
mucho cuidado, que esta película ¡es lo que parece!
Le pongo 2 Juanpablos. El
pelotudo ese que se llama Billy Murray debería haberse puesto una sedería o una
fábrica de sifones de soda, no te podés llamar Billy Murray habiendo un actor
del carajo que se llama Bill Murray, por favor. Compostura, ante todo. Y respeto
a tus mayores, inadaptado mental.
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