Con: Pablo Rago, Horacio Fontova, Fabián Gianola, Diego Ramos, David
Masajnik, Miguel Ángel Rodrígez, Coco Silly, Gabriel Almirón, Federico Cecere,
Roberto Kim Fukara, Marcos Mundstock, Jorge Troiani y gran elenco
Dirección: Juan José Campanella
Estreno de la Semana
Abrigado con un pesado capote de prejuicio pasé
este último mes evitando alquilar Metegol por el gran respeto y cariño que
siento hacia Juan José Campanella y por mi irrefutable convicción de que había metido
la gamba hasta el fémur intentando despuntar su vicio de director en una
película de dibujitos que seguro no estaría a la altura de sus competidoras
yankies y que no habría podido siquiera acercarse a un bosquejo al menos
voluntarioso. Y finalmente la semana pasada la alquilé, el martes.
Y el jueves.
Y el finde, para volver a disfrutarla con mis
hijas adolescentes.
Impresionante. Emocionante. Excelente.
Inigualable. Suprema.
Más allá que arranca un poco asustadiza y los
personajes no consiguen meterse de lleno y de inmediato en nuestro corazón (toda la primer escena en el bar donde el
Amadeo niño pelea contra el chico habilidoso del pueblo no está del todo bien y
no merece formar parte de lo que viene luego, tan supremo como uno no podría
haber imaginado ni siquiera sabiendo el nombre de su director), pero una
vez pasado este "apenas desajustado" momento, comienza entonces una película
argentina de dibujitos argentinos, con una entrega monumental de todos y cada
uno de aquellos que se prestaron a colaborar –se me ocurre que sin saber dónde llegarían-, donde las escenas de 2001
Space Odissey futboleras, mezcladas con los emocionantes relatos
deportivos de José María Muñoz en la voz del gran y olvidado Jorge Troiani consiguen que uno viaje al pasado, a la época pre Maradona, donde el fútbol era
fútbol sin tanta obscenidad y despilfarro económico de por medio, esa era tan lejana donde quienes
tenemos más de 40 hemos sido marcados a fuego con los emotivos relatos del gordo Muñoz,
quien fuera aún más creativo que el hoy errado Víctor Hugo Morales, todo esto mechado con la
música parecida a la del Mundial ’78, más el intendente, que escapa en helicóptero,
bien argentino…, o los reporteros esperando en la reja de la casa del Groso como en lo hicieran en la del Diego, o
el aire fumón del Loco, o la tercera persona del Beto, o las estúpidas
rencillas habituales de competencia deportiva nacional, o el cordobés y el
coreano, o el Capi, cuando salta ayudándose con el resorte del servilletero de
bar argentino para rescatar a los Malparitti, a quienes no pude dejar de asociarlos
toda la película con los hermanos Killer, más la destreza lograda en los
movimientos dentro de la cancha, o la escena del Chino mirando el teclado de la
puerta de seguridad como lo hiciere Billy en Predator, o los Sponsors
(indi frundi di schengen, me morí), o
el gol de Maradona en el ’94 sumado al quejido Chuwakezco de Doble Eje cuando
le dan en las pelotas, o el comentario del cordobés: “El horror, hermano. El
horror”, de Apocalypse Now, todo regado con algunas “rabonas” sacadas a Toy
Story, Los Increíbles, Rocky IV y hasta Top
Secret… Realmente no esperaba esta película de Juan José Campanella y
ya estaba absolutamente convencido de que jamás podríamos construir un film de dibujitos que pueda al menos sentarse con timidez a la mesa de las
grandes producciones yankies, y esto es mejor que cualquiera de aquellas
películas, porque en lo tecnológico no tiene nada que envidiarle, porque no sólo está a la altura
sino que encima es nuestra. Porque los movimientos faciales son argentinos,
porque el Capi mira como lo hubiese hecho el propio Pablo Rago, porque el Beto
es Gianola en pinta, porque el Loco mueve la boca, la nariz, los labios y el
bigote como si hubiesen dado vida a un negro Fontova de plomo, y eso es más que suficiente para
quedar completamente extasiado con Metegol, una película nuestra que le
pasa el trapo a cualquier otra, que está genial, donde Diego Ramos encuentra la
horma de su botín con su admirable rol de futbolista exitoso y vacío, con un Coco
Silly que vuelve a su veta más fresca, reivindicándose.
Y donde no podría enumerar todo lo que amé de esta hermosa película para chicos que nos cuenta un cuento maravilloso sobre el fútbol de antes y el de ahora, que no hace más que hacernos llorar como niñitas a aquellos que, como mi caso, nacimos en la década del ’70 o más atrás, donde el fútbol lo relataba José María Muñoz y donde en la cancha había de todo, desde virtuosos insuperables hasta borrachos o drogones perdidos que incluso jugaban mejor intoxicados y no existían ni el antidoping ni Wanda Nara.
Y donde no podría enumerar todo lo que amé de esta hermosa película para chicos que nos cuenta un cuento maravilloso sobre el fútbol de antes y el de ahora, que no hace más que hacernos llorar como niñitas a aquellos que, como mi caso, nacimos en la década del ’70 o más atrás, donde el fútbol lo relataba José María Muñoz y donde en la cancha había de todo, desde virtuosos insuperables hasta borrachos o drogones perdidos que incluso jugaban mejor intoxicados y no existían ni el antidoping ni Wanda Nara.
Le pongo cien millones de Juanpablos, cuando
creí que no pasaba de un simple tres, o un cuatrito como mucho.
Gracias, Juanjo. Sos un Grosssso.
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