lunes, 30 de junio de 2014

Pompeii (2014)





Con: Kit Harington, Emil Browning, Kiefer Sutherland, Carrie-Ann Moss, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Jessica Lucas, Jared Harris, Joe Pingue y gran elenco

Dirección: Paul W.E. Anderson


Resulta que unos productores de "films con efectos especiales zarpados", envalentonados luego de la reciente erupción del volcán Puyehue y alimentados con aquellas sorprendentes fotografías de la explosión de gruesa ceniza atacada por los más siniestros rayos y centellas provenientes de aquellas inhóspitas entrañas planetarias, decidieron revivir la trágica historia de Pompeya abrazándose a contar una bella y boludísima historia de amor entre un esclavo y una princesa, quien al verlo pasar atado de pies y manos mientras era flagelado sin descanso por los guardias que lo guiaban a su calabozo, no pudo dejar de admitir con su dama de compañía que el joven, aparentemente, habría estado más bueno que comer pollo con la mano ya que habría portado unos suculentos abdominales recontra marcadísimos que ni el más preparado de los salvajes y rústicos esclavos de aquella época habrían siquiera imaginado vestir en sus magras panzas de salvaje cagado de hambre que jamás conoció un gimnasio ni un guiso de lentejas aunque este no sea el caso de nuestro querido protagonista, quien luce un físico bastante parecido al de Cristian Sancho –situación imposible y altamente fantasiosa ya que en la época de Pompeya aún no se había inventado la ropa interior Eyelit-.

Y la joven princesa, al verlo, no puede dejar de mostrarse cachonda a su paso, frunciendo unos cautivantes labios (faciales, si también frunció los labios vaginales no quedó plasmado en el film) que porta con orgullo en su, no vamos a negarlo, perfecto rostro, cuando de pronto, ¡zas!, ¡Miguel Mateos! y un feo pozo en el camino frenan su carroza hiriendo de muerte a uno de sus caballos. De inmediato, el horror. Un guardia se dispone a finiquitar de un espadazo al equino cuando el salvaje pide permiso para ser el encargado de terminar con la vida del ecuestre, cuestre lo que cuestre, y le obsequia con gran talento una indolora e inmediata muerte acariciándolo y quebrándole el cogote.

Esto enamora aún más a nuestra princesa quien, ya completamente empapada de sed de sexo duro y delante de todo el mundo, continúa su viaje a Pompeya a encontrarse con sus padres, gobernadores del lugar de veraneo italiano que en breve sería arrasado por copiosa lava volcánica como todos sabemos menos ellos y así les fue.

Y Pompeya está en su mejor momento, centenares de extras colman las calles haciendo que van para aquí y para allá sin rumbo fijo congestionando la calle principal peor que la 9 de Julio un día de piquetes haciendo que Princesa decida bajar de su carruaje y hacer las cuadras que faltan a pie, está muy ansiosa por ver a sus padres, a quienes hace más de un año que no ve, y la bienvenida es calcada de un típico mural de época: Claramente nuestro director ha visto esos murales de azulejitos en donde la gente de aquel entonces posaba con las túnicas y laureles en el bocho, con una mano elevada, como mostrando un exclusivo diseño de Roberto Piazza, y así vienen papá y mamá: caminando como perfectos pelotudos exagerando su condición de romanos haciendo que uno se pregunte si hoy por hoy aún hay boludos que creen que la gente andaba así por la calle o sólo había posado de esa manera para la imagen, pero claramente se ve que aún hay boludos que piensan que los pompeyanos caminaban con cara de culo roto, una mano elevada como llevando una bandeja inexistente y la cabeza doblada por completo hacia un costado al estilo de la entrada del Negro Olmedo en el sketch de Álvarez.

Y lo mismo ocurre con el dueño de los salvajes que pelearán en breve en la Arena de la ciudad, quien viaja con su gordura acostado aburrido en un dorado carruaje llevado por esclavos mientras disfruta de unas exquisitas uvas y volvemos a lo mismo, señor director, esas imágenes que muestran a personalidades de la clase alta comiendo uvas en pose haragana mientras los esclavos debían arrastrar sus poderíos, fueron solo expresadas para que la humanidad conociera el contraste entre el esclavo y el rico. El rico come uvas como un cerdo burgués mientras los pobres esclavos deben arrastrar sus caprichos. No era así, señor director, es una forma de exagerarlo. No sea tan pero tan necio, torpe y pelotudo…

Así es entonces que esta huevada continúa, mientras Esclavo Cogible lucha en la Arena contra otros esclavos y siempre gana y se mantiene vivo cuando, del otro lado de la suerte, un ya bastante viejo Kiefer Sutherland que porta con orgullo unos espantosos mofletes de viejo que de pronto le salieron en su ya madura cara, componiendo de manera bastante horrible a un gobernador que pretende invertir en la Mar del Plata italiana, le propone a papá pompeyano que si quiere la tarasca nacional deberá entregarle ese bomboncito que tiene por hija, y el padre acepta gustoso como si fuera Don Cangrejo y el volcán comienza a avisar la inminente explosión con fuertes temblores haciendo que los caballos decidan salir rajando del lugar y entre ellos se pianta la yegua del yeguón infernal que hace de princesa enamorada entonces Esclavo Cogible huye para rescatar al animal en lugar de aprovechar que huyó y salir rajando de ahí que en breve todos morirán calcinados y nadie se da cuenta de que lo que va a ocurrir hasta que ocurre y entonces todos pretenden escapar por una puertita de morondanga apiñándose en la salida mientras pequeñas piedras ardientes llueven del cielo y deciden salir por la otra puerta pero ya es tarde y el volcán les demuestra con un implacable plumazo que lo que habían sufrido hasta ahora era un simple juego de niños con un monumental tsunami de lava que, viajando a cientos de kilómetros por hora, aniquila en un instante a todos los pompeyanos que intentaban huir del lugar.

Y eso es todo lo que tengo para decir de esta boluda historia.

¿Sirve para algo?

Podría servir para que los niños comprendan cómo fue lo de Pompeya. En mi caso, prefiero ponerles el DVD de Pink Floyd: Live at Pompeii, la van a pasar fenómeno y la música y las imágenes de aquel glorioso recital les contarán exactamente lo mismo pero con el nivel de drama y tragedia que la situación requiere y sin esos innecesarios efectos especiales de poca monta que hoy por hoy ya utiliza cualquier editor sin siquiera una pizca de buen gusto.


Le pongo 2 Juanpablos, Emil Browning está tan buena que no se puede creer





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