Con: Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y
Roger Taylor
Dirección: Saul Swimmer
Estreno de la Semana
El otro día, cansado de hacer cuentas y dibujos
en silencio en mi trabajo, agarré y puse en Youtube “David Bowie”, no sé por
qué lo hice, a veces hago cosas inexplicables.
Y al día siguiente de David Bowie pasé a Nina
Hagen (tampoco me pregunte por qué) y después a Queen, y encontré un par de
versiones de este blu ray que no conocía y anoche directamente me fui a comprar.
“Se grabó al doble de la calidad que se usaba
en la época y se guardó para el futuro”, me dijo un crítico amigo que trabaja
en un video club, y la verdad es que no tengo más que palabras de
agradecimiento para el cerebro que filmó este show de Queen de 1981 con varias
cámaras y con el doble de la calidad que se usaba en la época para guardarlo
celosamente en una caja fuerte por el transcurso de los siguientes 26 años,
porque las sensaciones que produce ver este particular show de Queen en el
momento más increíble de la banda, cuando la madurez no terminaba de ganarle la
pulseada a la juventud de estos cuatro insuperables músicos ingleses que
lograban aquello en un escenario sin instrumentos inalámbricos ni ortodoncia
ante una inocente multitud que no advertía la realidad de que estaban siendo testigo de los últimos
chispazos de talento que se verían sobre un escenario para siempre.
Las terribles sensaciones que me produjo ver
este show al re palo en mi Led de 42” enchufado a mi equipo Techincs del año
del culo fueron tan contrastantes como nada de lo que me ha pasado en mucho
tiempo. Lloré de emoción escuchando tal o cual canción en el living de la casa
donde nací y donde me pasé la infancia completa consumiendo esas precisas
canciones, intentando tocarlas en la batería cuando aún ni se me ocurría la
guitarra (seguro por culpa de May, quien me dejaba más que claro que jamás lo
alcanzaría). Quedé alelado con el sonido de los instrumentos, más crudos y en
vivo que nada de lo que haya escuchado. El bajo, contundente y atronador.
La batería, a reventar. La viola, cien violas en una. El piano, perfecto. La
voz: Freddie Mercury.
Me espanté de ver al público formando parte de
un show que nos mostraba a cuatro Highlanders que jamás morirán o envejecerán y que
bien podrían aparecerse entre nosotros hoy en 2015 vestidos con esas mismas
prendas y no desentonar ni un ápice, pero ver a esa horda de jóvenes ochentosos
inocentes palmoteando como Laura Ingalls en el mejor show de Queen, donde
Mercury, May, Deacon y Taylor dejaron la vida en el escenario me dio incluso
hasta un poco de lástima, porque si de alguna manera alguien hubiese ido a la
cola de ingreso al recital y le hubiese dicho a estos miles de pibes que eso
que estaban por ir a ver iba a ser lo último razonable que se vería por siempre
jamás, que habría otros shows de otras bandas, pero que para mediados de esa
década que recién comenzaban la música iría decayendo hasta nuestra triste y
desesperante actual realidad, seguro que se hubiesen rematado de la risa con
sus dientes torcidos, sus camperas inflables, sus pelos en los más absurdos
cortes y sus caras llenas de granos. Y hubiese venido la policía y me hubiese
metido en el calabozo hasta el día siguiente.
Y eso es todo lo que tengo para decirle de este
show que se republicó hace como 7 años, que se me había pasado por completo y
que el miércoles me cambió la tarde como hacía mucho tiempo nada lo conseguía.
Al menos podemos agradecer que tenemos la
ventaja de poder redescubrir estos hallazgos para inundar a nuestros hijos sobre
cómo eran las cosas antes, cuando cuatro pibes talentosos se juntaban, uno se
compraba una batería, el otro componía y tocaba el piano, había un flaquito
macanudo que tocaba muy bien el bajo y el guitarrista no se compraba ni una
Fender ni una Gibson, se colgaba para siempre la guitarra que le hizo su propio
padre.
Ponerle un millón de Juanpablos sería egoísta
de mi parte.
Gracias a quien me dio esta hermosa alegría. Le
estoy en deuda.
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